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Confusión Nuestra

Confusión Nuestra

Status: En proceso
Genre:Grandes Curvas / Malentendidos / Romance entre patrón y sirvienta / Diferencia de edad / Apoyo mutuo / Mi novio es un famoso
Popularitas:2k
Nilai: 5
nombre de autor: Koh

Dalia comenza a trabajar como ama de llaves para un pariente /no pariente lejano de su padre, quien era un pintor famoso de pintura erótica; para ayudarse en sus gastos personales mientras termina la universidad. Pero termina en las manos seductoras y perversas de este pintor, confundiendo sus prioridades en la vida.

NovelToon tiene autorización de Koh para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 3

Dalia llegó exhausta tanto física como mentalmente, a su casa. No podía creer que había dejado pasar ese momento incómodo y no reclamarle nada ese excéntrico pintor. No podía siquiera pensar la razón por la que su cuerpo traidor le gritaba por más.

Sintió su rostro caliente y no pudo evitar palmearse la cara con fuerza, intentando inútilmente calmarse.

Nunca había tenido alguna relación de ningún tipo con un hombre, y hasta donde ella sabía, no lo requería. Su mente estaba siempre ocupada con su vida rutinaria de, entre cuidar a sus hermanos, e ir a la escuela, y los quehaceres de la casa. Ni cuando era adolescente, la revolución de las hormonas, la habían sacudido; inclusive, llegó a pensar que era innecesario tener algún novio, viendo a todos sus compañeros como mocosos en el jardín de infantes todavía; podrían ser atractivos, pero su mente se desperdiciaba por la moda y retos estúpidos en auge.

Inclusive, hubo un chico que se le confesó, pero era como ver a su lindo hermanito pidiéndole ser su novia.

Rechazo total.

No era un mal compañero, pero no quería salir con nadie. No lo necesitaba, no lo quería.

Y ahora…

Ahora, con veintidós años, ya casi al final de su carrera, solo esa acción lasciva, la había dejado alterada, con la mente hecha papilla y sintiendo su cuerpo exigir más de esa extraña sensación.

Apretó las piernas al recordar esa sensación eléctrica al sentir su lengua suave pasar por sus dedos…

Un ruido en la cocina la sacó de sus delirios. Se abanicó para quitarse el calor que tenía del rostro y caminó hacia la cocina.

Era Max, sacando unas paletas de hielo.

-Ah no jovencito – le quitó tres, pues se llevaba cinco – Solo pueden comer de a una y pensándolo bien – revisó el congelador – Si hace falta demasiados te quitaré el que tienes en la mano.

-¡Es el primero que como! ¡Lo juro! – Max parecía angustiado, pero no había mentido. A penas había tomado el primero.

-Bueno – luego de contar, estaban completos así que le dejó tomar uno y que le llevase otro a Leo – Pero ya es tarde, no deben comer tanto hielo.

-Hay mucho calor…

-Solo uno.

-Está bien – Max suspiró derrotado y se fue con otra paleta para Leo.

Dalia aprovechando el momento, también tomó una paleta y se la llevó a la boca, esperando que el calor que aún sentía, al fin se sofocara.

Por el momento, agradecía que mañana era lunes y no tendría que enfrentarse al señor Smith, que sin duda, la ponía de los nervios.

Lo que no esperó, es que a la siguiente semana, la casa estaba como un basurero. De nuevo.

No podía concebir en su cabeza, que solo una persona podría lograr tal cosa. Se sintió frustrada y algo divertida, porque a pesar de ser un pintor reconocido, era un completo desastre en su casa.

-¡Señor Smith!

-¡Estoy en el estudio!

-¿Puedo pasar?

-Sí, adelante.

Dalia empujó la puerta y se sorprendió, que este era el único lugar de la casa que no estaba lleno de basura, tal vez periódico y tubos de pintura, pero estaba bastante limpio a comparación de la sala.

La habitación era la más grande, con un ventanal hacia la ciudad y el sol del atardecer, a un costado había unos cuadros con imágenes de mujeres. Algunas rubias, otras pelirrojas, pero todas tenían algo en común: estaban en poses demasiado reveladoras con expresiones de agonía pero no de dolor sino una mezcla de tortura y alegría.

Dalia se sorprendió y se sintió bastante incómoda. No era una niña y había investigado un poco al pintor, al menos con el seudónimo de BlackRose. Sabía que él hacía pinturas eróticas con mujeres en el éxtasis en cada una de sus obras y era famoso por ser atrevido con estos contextos, pero era una cosa ver las pinturas a través de una pantalla y otra muy distinta verlas en persona.

Había una que le llamó mucho la atención. Se veía reciente, incluso, aún se podía oler la pintura en el lienzo; y es que la mujer en la pintura, tenía un parecido a ella misma. Con el cabello negro como la tinta, ondulando sobre la cama dorada y el rostro contorsionado de alegría…

Tragó saliva.

Entonces una mano sostuvo su cintura, haciéndola brincar y alejarse de él.

-Se… señor Smith, no lo escuché llegar…

-¿Te gustan mis pinturas?

-Bueno – ya no podía mirar los cuadros ni tampoco los ojos de él – No sé mucho sobre las técnicas así que solo puedo decir que se ven impresionantes…

Él solo caminó a su lado y extendió la mano hacia el cuadro que había estado mirando con consternación.

-Habrá una exposición sobre ellas.

-Oh… qué bueno que haya personas que les guste.

-Habrá una fiesta de celebración luego de la exposición – la miró – ¿podrías acompañarme?

Dalia al fin lo miró.

Sus ojos oscuros aún la hipnotizaban, así que desvió la mirada.

-Pero yo…

-Solo por esta vez. No tengo acompañante.

-Nunca he ido a algún tipo de evento así.

-No necesitas experiencia. Solo haré acto de presencia – se acercó a ella, casi atrapándola en la pared. Dalia apenas logró alejarse un paso cuando ya había topado con un cuadro – Por favor.

Su voz casi suplicante la hizo estremecerse y sin que su cerebro lograra procesar nada, había aceptado sin más. Se arrepintió al momento, pero no podía retractarse, no era una mujer que faltara a su palabra.

-Y ¿Cuándo sería?

-Esta noche.

-Ah bueno… ¡QUÉ! – Dalia estaba incrédula – Pero… no tengo nada que ponerme, cómo voy…

-No te preocupes – él rozó su mejilla con una mano, dejándola muda al instante – Te llevaré a una boutique en la tarde y luego partiremos a la fiesta.

-Aún necesito limpiar.

-Te ayudaré, para terminar más rápido.

Dalia lo miró con extrema sorpresa. Lo poco que lo conocía, había intuido que era un hombre flojo y vago, incluso para poner la basura en su lugar, sin embargo, ahora se ofrecía para ayudarla y terminar antes de lo debido.

Algo, que la misma Dalia no notó, comenzó a germinar en su pecho.

-Ya que insiste. Empecemos ya – caminó hacia la puerta – Ayúdeme con la basura de la cocina, yo sacaré la de la sala.

Y así, con la ayuda de él, la limpieza terminó al medio día.

Rápidamente,, hizo unas tortitas de arroz, y unos huevos revueltos con espinacas y una jarra de limonada bien fría.

Tomó una ducha y como no había traído otra muda de ropa, el señor Smith le había prestado una camiseta y unos pantalones para ejercicio que le quedaron bastante grandes, pero le servía para poder llegar a la boutique que había mencionado antes.

No tardó mucho para tener un vestido entallado de color negro y escote discreto, que le llegaba hasta las rodillas, unos tacones de número diez, dorados y un bolso dorado a juego. Además de que contrató estilistas para hacerle un peinado alto y sencillo, dejando al descubierto su cuello esbelto y largo y un maquillaje que nunca hubiese imaginado usar.

Cuando se miró al espejo, pensó que se trataba de otra mujer, porque era deslumbrante. Por un instante se sintió cenicienta.

Sonrió ante tal pensamiento, rápidamente la burbuja del encanto se esfumó al recordar que solo hacía un favor. No debía tomarse en serio toda esta situación.

Los hombres como Kei Smith, jamás se enamoraban y menos con alguien como ella.

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