Hope...Crónicas Del Linaje Maldito.

El mundo había cambiado.

Cuando Hope activó el hechizo de humanización, no tenía idea del alcance real que tendría. Creyó que solo estaba curando a su familia, liberando a los vampiros de su maldición… pero el legado oculto de Tessa —una bruja olvidada por el tiempo, considerada por muchos como la más sabia y peligrosa de su era— había sido más poderoso de lo que nadie jamás imaginó.

Tessa había concebido ese hechizo en los días más oscuros de su vida, luego de ver cómo la magia, en las manos equivocadas, destruía reinos, rompía familias y corrompía el alma. Su intención era clara: curar y erradicar la magia del mundo, devolver el equilibrio natural. Pero, traicionada por su propio aquelarre y encarcelada antes de finalizarlo, nunca vio completada su visión… hasta ahora.

Hope, sin saberlo, había llevado a cabo la voluntad de Tessa. Su sangre —marcada por los tres linajes: bruja, vampira e híbrida— fue la clave final para activar el antiguo ritual. Y al hacerlo, el hechizo absorbió toda la magia que la rodeaba, como un vórtice ancestral reclamando su tributo.

En las horas siguientes, la humanidad sobrenatural se quebró.

Los viajeros fueron los primeros en notarlo. Uno a uno, comenzaron a desplomarse, jadeando, sintiendo cómo la energía se drenaba de sus cuerpos.

— ¡Está absorbiendo todo! —gritó una de las brujas ancianas, cayendo de rodillas mientras el círculo de magia se desvanecía a su alrededor.

— ¡Es el ritual! ¡Es Tessa! —gritó otro, justo antes de perder la conciencia.

En los clanes de vampiros, la transformación fue aún más abrupta.

La sed desapareció.

El ardor de la luz solar ya no quemaba sus pieles. Cuando los rayos del amanecer alcanzaron la tierra, muchos se escondieron por reflejo… solo para darse cuenta, con asombro, de que no sentían dolor. Por primera vez en siglos, pudieron ver el cielo teñido de rojo y dorado sin temor.

Muchos se quebraron en lágrimas. Algunos, sin comprender cómo habían sido liberados, se abrazaron entre ellos, sintiendo de nuevo el palpitar de un corazón que creían muerto.

Los hombres lobo, por su parte, despertaron con una sensación de calma inusual. No había más gruñidos internos. No más dolor por la luna llena. La furia animal que los había consumido por generaciones, esa que los condenaba a vivir aislados o encadenados, simplemente… desapareció.

Jay fue uno de los primeros en notarlo. Caminaba por el bosque, donde todavía se respiraba la tensión de la noche anterior, cuando la claridad mental lo golpeó como un relámpago.

Se detuvo. Se llevó la mano al pecho.

Su corazón latía. Regular. Humano.

Sonrió.

— Lo lograste… Hope.

***

En la mansión Mikaelson, el silencio era abrumador.

Hope yacía en su cama, aún inconsciente, mientras Jay y Stefan velaban su sueño. Su cuerpo, débil por el agotamiento del ritual, comenzaba a sanar lentamente. Su piel tenía color. Su respiración era estable.

Jay no se separaba de ella.

Ya no por deber. Ni por miedo. Sino por una lealtad nacida de la gratitud más profunda.

— Juré protegerte hasta el final —susurró, acariciando su mano—. Y ahora, juro quedarme a tu lado mientras quieras que lo haga.

***

En otra ala de la casa, los Mikaelson intentaban adaptarse a lo impensable.

— ¿Esto es... un chiste? —dijo Kol, mientras se observaba en un espejo, tocándose el pecho con incredulidad—. ¿Un corazón? ¿Otra vez?

— No puede ser —murmuró Elijah, llevando sus dedos a las sienes como si intentara ordenar el mundo.

— ¡No puedo oír nada! —se quejó Rebekah—. Ya no escucho los latidos de todos, ni los pasos a cuadras de distancia…

— Porque somos humanos —sentenció Klaus con una voz áspera.

Nicolai, más distante, observaba por la ventana. Su mandíbula apretada, los ojos fijos en el bosque.

— Esto no debía suceder —dijo—. No así.

Rebekah lo miró con el ceño fruncido.

— ¿Estás diciendo que preferías seguir siendo una maldita sombra?

— Estoy diciendo que esto no era parte del plan —espetó él.

— ¿Plan? —intervino Kol—. ¿Cuál plan, hermano? ¡Estás vivo! ¡Podemos vivir sin escondernos! Comer, dormir… ¡tener hijos si se nos da la gana!

Klaus, sin embargo, permanecía en silencio. Caminó hasta la chimenea y se quedó mirando el fuego.

— ¿Y ahora qué? —preguntó finalmente—. ¿Qué se supone que hagamos? ¿Trabajar en una oficina? ¿Ser maestros, jardineros, doctores? ¿Nos convertimos en parte del rebaño?

— No tienes que verlo así —dijo Elijah, acercándose a él—. Tal vez… podamos ser más que monstruos. Tal vez Hope hizo lo correcto.

— Hope... —murmuró Klaus, sintiendo un nudo en el pecho—. Ella cambió el mundo por nosotros.

***

Horas después, Hope despertó.

Su cuerpo dolía, pero su alma estaba en paz. Jay y Stefan estaban allí, como guardianes silenciosos.

— ¿Cuánto tiempo...? —preguntó con voz ronca.

— Apenas medio día —respondió Stefan, sonriendo con alivio—. Lo lograste.

— ¿Funcionó?

Jay asintió.

— Funcionó más allá de lo que imaginamos. Los vampiros… todos son humanos ahora. Los lobos, también. Y los viajeros… se desvanecieron.

Hope se incorporó lentamente. Su mirada era serena, pero profunda.

— El hechizo de Tessa...

— ...era más que una cura —completó Stefan—. Era una purificación.

Hope bajó la mirada.

— No era lo que esperaba… pero era lo que necesitábamos.

***

Días después, los efectos seguían resonando en el mundo.

Los antiguos vampiros comenzaron a reconstruir sus vidas. Los clanes, antes divididos por linajes de sangre, ahora se unían en apoyo mutuo. Algunos incluso viajaron a Roma, buscando a Hope para ofrecerle agradecimiento.

Los hombres lobo también enviaron emisarios. Líderes que, por primera vez, sentían libertad en sus corazones.

Los brujos, sin embargo, estaban lejos de la paz.

Despojados de su poder, se sentían traicionados. No podían aceptar que una de los suyos —aunque híbrida— hubiera destruido su legado.

Una nueva división nacía entre los que querían reconstruir la magia… y los que aceptaban su destino.

En la terraza de la mansión, Klaus y Hope se encontraron finalmente a solas.

Él la observó con detenimiento. Su hija, tan joven, tan fuerte… y tan rota por dentro. Cargó el mundo entero sobre sus hombros.

— No sé si agradecértelo… o gritarte —dijo, con la sombra de una sonrisa amarga.

— Puedes hacer ambas cosas —respondió ella.

— ¿Por qué lo hiciste?

Hope lo miró, sin parpadear.

— Porque estaba cansada, papá. Cansada de huir, de perder, de ver morir a los que amo. Tessa dejó este hechizo como un acto de fe. Yo solo… lo terminé.

Klaus suspiró y se acercó.

— Nunca creí que mi hija salvaría el mundo... de nosotros mismos.

Hope sonrió, con lágrimas en los ojos.

— Ni yo.

Y entonces, él hizo lo que no había hecho en más de dos siglos: la abrazó. La sostuvo, como un padre que finalmente entendía la magnitud del sacrificio de su hija.

Un nuevo mundo había nacido.

Y en él, por primera vez en siglos, la esperanza tenía nombre: Hope Mikaelson.