¿Te imaginas despertar en el cuerpo del personaje más odiado de tu novela BL favorita? Eso es exactamente lo que le sucede a nuestro protagonista, un simple oficinista que de repente se encuentra atrapado como Liam Evergarden en el mundo de "La Rosa de Ébano y el León de Plata". Para su sorpresa (y terror), un "Sistema" de videojuego se activa en su mente, otorgándole misiones con recompensas tentadoras y castigos letales. Su objetivo inicial: sobrevivir. Pero cuando el Sistema le exige no solo evitar la muerte sino también ¡impresionar al gélido Duque Kaelen Varkos, el protagonista masculino de la novela!, la tarea se vuelve cómicamente (y peligrosamente) complicada. ¿Podrá nuestro torpe protagonista, armado con los consejos inesperados del Sistema y su conocimiento de la trama original, ganarse el favor del duque sin desviar demasiado el curso de la historia... o sucumbirá a las penalizaciones del Sistema y al desdén mortal de un alfa frío como el hielo?
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capitulo 7
Subí a mi habitación con una sensación de urgencia. La cena no tardaría en servirse, y necesitaba prepararme mentalmente y, quizás, elegir una vestimenta diferente. Aunque el conjunto que había elegido para el jardín era elegante, tal vez algo un poco más formal sería apropiado para una cena de bienvenida para un duque.
Revisé de nuevo el armario, encontrando un elegante traje de terciopelo verde oscuro con detalles dorados. Era un poco más llamativo que mi elección anterior, pero seguía estando dentro de los límites del buen gusto noble. Me lo probé, y el reflejo en el espejo me devolvió la imagen de un Liam Evergarden más... señorial. Aún no me sentía completamente cómodo en su piel, pero al menos empezaba a acostumbrarme.
Mientras me vestía, repasé mentalmente mi plan para abordar a Damian. No quería parecer demasiado ansioso o falso. Un acercamiento casual, quizás un comentario sobre el jardín o la llegada del Duque, podría ser un buen punto de partida. También tenía que estar atento a las interacciones del Duque con Damian, tratando de entender mejor su dinámica y evitando cualquier comportamiento que pudiera interpretarse como celos o rivalidad, como lo haría el Liam original.
Cuando estuve listo, bajé al salón principal. Ya había varios invitados reunidos, nobles de la corte local, todos elegantemente vestidos y charlando en voz baja. Vi a mi padre, Lord Evergarden, un hombre corpulento con una expresión de importancia en su rostro, hablando con un grupo de personas cerca de la chimenea.
Busqué con la mirada a los dos hombres que realmente me interesaban. Encontré al Duque Kaelen cerca de una ventana, conversando con un anciano noble. Su porte era impecable, su expresión serena e inescrutable. No lejos de él, y manteniendo una distancia respetuosa, estaba Damian Thorne. Parecía un poco incómodo en medio de la opulencia del salón, pero su compostura era admirable.
Respiré hondo y me dirigí hacia Damian. Al acercarme, noté que estaba observando una pintura colgada en la pared, un retrato de un antepasado de la familia Evergarden.
"Lord Thorne", dije, tratando de sonar amigable pero respetuoso.
Damian se giró hacia mí, sus ojos castaños mostrando una leve sorpresa. "Lord Liam", respondió con una pequeña sonrisa.
"Estaba observando el retrato", dije, haciendo un gesto hacia la pintura. "Es uno de los más antiguos de la familia. ¿Le interesa la historia?" Era una pregunta sencilla, pero esperaba que sirviera como punto de partida para una conversación.
"Un poco", respondió Damian, asintiendo. "Aunque mi conocimiento se limita más a las leyendas populares que a la historia noble."
"Bueno, todas las historias tienen su encanto, ¿no cree?", dije con una sonrisa. "Incluso las leyendas a menudo contienen fragmentos de verdad."
[Misión Secundaria 'Iniciar una conversación amigable con Damian Thorne durante la cena de bienvenida': Progreso del 20%.]
Bien, estaba progresando. Una conversación amigable no significaba necesariamente una amistad instantánea, pero era un comienzo. Tenía toda la cena por delante para seguir construyendo sobre esto. Ahora solo esperaba no meter la pata y despertar la fría ira del Duque, que observaba nuestra interacción desde el otro lado del salón con una expresión que aún no podía descifrar.