Millonario Ceo Prometido Bajo Contrato

CAPÍTULO VEINTICUATRO: NO SOY UNA CASA FORTUNA.

EMILIANO FERRER

Cena (Parte 2)

El recibimiento de mi madre fue sincero, la conozco a pesar de permanecer constantemente en mi crecimiento. Reconozco cada gesto, su tono de voz al estar enojada o feliz. Fue grato saber que Antonella es bien recibida por ella. Mis nervios se disipan un poco, dándome algo de tranquilidad. Ahora no puedo decir lo mismo de mi padre, pues desde que llegamos lo veo muy serio; aunque fue amable el saludo con mi novia, su tono de voz y su cara lo dicen todo. Un tanto alerta me pongo a cualquier situación. He sabido sobrellevarlo y mantenerlo contento por años, muy pocas palabras ha pronunciado y las que ha pronunciado son un tanto hostiles a mi parecer. Antonella ha sabido responder muy bien sus preguntas, aunque no he intervenido del todo, no me he visto todavía necesario hasta este momento en que voy a fortalecer la respuesta de mi principessa.

—Sí, papá, por eso y por otras cosas amo a esta mujer, su independencia total. No necesito depender de terceros para ser quien es y menos que se le ponga todo a la mano, a diferencia de mí, que lo tuve todo menos lo más importante.

Mientras me expreso, lo veo a los ojos y, al parecer, no le agradan mis palabras.

—Su familia es modesta por decirlo así, de alguna manera tiene una clase que a mucha gente pudiente le falta.

Tomé la mano de Antonella, dejando un beso en esta y le hice un gesto de sonrisa al verla.

Continuamos cenando en silencio, no sé qué pretende mi padre, pero sea lo que sea, no permitiré una falta de respeto.

—¿Te gustó la cena, Antonella? —Mi madre, para suavizar el ambiente tenso, decide comentar dirigiéndose a ella.

—Sí, señora, está deliciosa.

—Mis intenciones no son incomodar, simplemente fue un comentario. Solo quiero saber, y no veo lo malo de saber más de tu novia, Emiliano. Como, por ejemplo: ¿cuáles son tus aspiraciones a futuro? ¿Piensas seguir siendo la asistente de mi hijo? ¿Pretendes vivir de lo que mi hijo te da? Eres una persona importante en la sociedad, ¿qué van a decir nuestras amistades? Que tu novia es tu asistente y no menos significativo es que no están permitidas las relaciones dentro de la empresa.

No puedo creer lo que acabo de escuchar y la sangre me hierve, ¿cómo se le ocurre decir semejante estupidez, humillando en mi presencia a Antonella? No lo voy a permitir.

—¡BASTA, PAPÁ! NO TE PERMITO QUE LE FALTES AL RESPETO Y VENGAS A HUMILLAR A ANTONELLA Y MENOS EN MI PRESENCIA. SU VIDA PERSONAL NO TE COMPETE NI A TI NI A NADIE Y NO SOY UN NIÑO CHIQUITO QUE DEBAS CUIDAR. SÉ LO QUE HAGO, A QUIÉN QUIERO Y SI FUERA NECESARIO LE DOY LO QUE YO QUIERA PORQUE ES MI DINERO, LO GASTO COMO Y CON QUIEN QUIERO, PARA ESO TRABAJO.

Me levanto de la mesa y Antonella se levanta con la cara triste y de decepción, y los ojos le brillan por las lágrimas que aún no salen.

—Quiero que sepa que mis intenciones no son quedarme para toda la vida como asistente, tengo muchas aspiraciones y crecimiento personal en mi vida laboral —le aclaro—. Se equivoca, señor, le aclaro que cada peso me lo gano trabajando y su hijo hasta ahora no me mantiene. Todo lo que soy y lo que tengo es por mí y mis padres. Es una lástima que usted no me dé la oportunidad de conocerme, no soy una caza fortunas. Con su permiso.

Veo cómo Antonella sale del comedor rumbo a la salida.

—Esto no te lo voy a perdonar, papá, esta humillación no te la perdono. Solo debías esperar a conocer la mujer maravillosa que es y solo basta con que la amo, y no busco tu aprobación, nada ni nadie me va a separar de ella, ni siquiera tú.

Dicho eso, salgo en busca de ella. Solo espero que esto no afecte nuestra relación a partir de ahora. Siento pasos detrás de mí, pienso que es mi padre para replicar. Me paro y al girarme, no es él.

—Mamá, no puedo creer lo que pasó, me siento herido y decepcionado —le expreso lo que siento.

—Lo sé, hijo, perdóname, hablaré con tu padre. Ve por ella, luego hablamos.

Asiento, le doy un beso. Le entrego un documento que dejé en la sala, arriba de la mesita. Adiós.

Salgo de casa y la veo junto al auto dándole la espalda. La escucho sollozar y eso me lastima y me parte el corazón. Llego a ella abrazándola, atrayendo su espalda y toda ella a mi pecho.

—Perdóname, mi amor, te juro que no pensé que mi papá se comportaría de esa manera, si lo hubiese sabido no permitiría que pasaras por esto, no voy a permitir que nadie, escucha bien, nadie te haga menos. Tú vales mucho y eso quiero que lo sepas, que nadie te haga creer lo contrario. —La giro lentamente y veo su rostro empañado de lágrimas, de sus ojos no dejan de salir una tras otra. Levanté su rostro encontrándome sus ojos empapados, sus manos apoyadas contra mi pecho. La atraigo más hacia mí dándole mi calor y total consuelo para que se sienta segura conmigo, que no está sola.

—Yo creo en ti y en lo que eres y en lo que somos, te conozco muy bien por dentro y por fuera y sé lo que vales —ella está atenta a cada palabra que le digo sin pronunciar palabras, aspirando por su nariz.

—¡Me duele la manera en que él me atacó, no sé por qué me dijo todas esas cosas, qué le hace pensar que yo viviré o vivo de tu dinero! Y no solo eso, sino también las otras cosas que me dijo e insinuó, lo entendí muy bien.

Me duele su dolor y verla así tan dolida, frágil, tan vulnerable.

—Solo tengo dos maneras de solucionar esto, Emiliano: conservar mi empleo y que tú y yo terminemos, y la otra, dejar de ser tu empleada, buscar otro trabajo y marcharme de la empresa. Emiliano y tú seguimos nuestra relación como pareja, porque aunque me duela, tengo que tomar una decisión.

Me quedo en shock al escucharla, y desde que la conozco, ella es transparente y dice lo que siente, muy directa y sincera y no espero menos de ella, pero esto me descoloca.

—No, no, por favor, vamos a hablarlo con calma, principessa, no quiero ni una ni la otra, tiene que haber una solución, no estoy dispuesto a perderte y no voy a permitir que me dejes y menos que abandones la empresa. No sé, antes que eso, prefiero cambiarte de departamento.

ARTHUR FERRER

Emiliano sale hecho una furia. Por más que quise contenerme, no pude, tampoco esperé que me hablara de esa manera. Al rebelarse ante él, no fue muy inteligente de mi parte. Tengo que buscar la manera de alejar a esa chiquilla de él. Debo evitar a toda costa esa relación.

Emiliano no sabe, pero debo hablar con él y mañana mismo debe saber que ya él está comprometido desde su nacimiento y si no cumple, no tendrá su herencia, que solo una cosa lo puede librar del compromiso.

—¿Cómo se te ocurre, Arthur, hacer y decir delante de Emiliano tanta estupidez? ¿No te estás dando cuenta de que te estás equivocando, ir contra esa muchacha, que solo con ver el amor que hay entre ellos, no vacilaste ni un segundo en soltar todas esas idioteces? No era el momento ni la ocasión apropiada; lograste que Emiliano te desprecie. —Orieta está furiosa porque no mide sus palabras.

—¿Te estás escuchando la manera como me hablas? Mide tus palabras, sé muy bien lo que hice y tú sabes por qué lo hago, no tengo que recordarte que nuestro hijo tiene un compromiso que cumplir y esa decisión la tomamos los dos.

—Te equivocas, la tomaste tú, a mí no me quedó de otra que aceptar, ¿por qué no me diste otra opción?

—Bueno, como sea, lo hecho, hecho está, no hay vuelta atrás. Ya es hora de que Emiliano sepa la verdad y cumpla con su parte, porque así no obtendrá su herencia.

Y en un paso más para escalar hacia la cima y seremos los números uno, las aspiraciones a nivel internacional son muy elevadas al fusionar ambas empresas y más si esta es la más reconocida. No tiene nada que ver con los ensambles de autos, pero podemos unir la sociedad y obtener acciones en ambas.