Dany es un adolescente nerd con una vida común. Lo único que desea en esta vida es lo que todo ser humano normal aspira y estima: paz.
Pero pareciera que nunca la tendría con Marcos dando vueltas: despiado, altivo, arrogante...
Porque Marcos era el típico macho de la escuela que jugaba fútbol. Ese tipo de chico que miraba a las personas como Dany como insectos.
No había manera de escapar de lo que se le venía encima o acaso si podría domar a la bestia.
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El monstruo que miró en el espejo
Narra Marcos( Desde el beso en el parque)
Sus labios supieron a gomitas de osito recién abiertas y a té de manzanilla con miel, como las tardes que escondía cómics bajo el pupitre. Danny tembló bajo mis manos no por miedo, sino porque la vida le estallaba en las venas. El río cantaba un vals viejo a nuestras espaldas, las luciérnagas tejían coronas en su pelo rebelde, y por un instante creí que monstruos como yo podíamos morder la felicidad sin envenenarla.
Su lengua sobre la mía era como la seda de un tapizado de persia : suave y curiosa. Nuestro primer beso no fue cursi, ni empalagoso... Fue como tenía que ser, lleno de un hambre que devora.
Cuando nos separamos hubo un momento en que mordí su labio inferior, Danny gimió y juro por Dios que el sonido me erizó hasta el último pelo de mi cuerpo.
Sus ojos oscurecidos por el placer eran hipnotizantes.
Dejé el cuaderno en la hierba húmeda al irme, lo que fue un error mortal. Sus páginas abiertas mostraban mi adoración clandestina: Sus pestañas capturadas en carboncillo, el hoyuelo que solo aparece cuando sonríe de verdad , la cicatriz en su costado que juré proteger y que ahora expuse al enemigo.
No vi a Javi oculto entre los juncos. No vi sus ojos de rata hambrienta devorando mi alma desnuda en papel.
Danny y yo formalizamos una relación clandestina en las que buscábamos pequeños rincones de la escuela para vernos y devorarnos.
Fue en el pasillo( un lugar arriesgado para coquetear pero no me importaba) donde notè la envidia en los ojos de mi supuesto mejor amigo.
Javier estaba demasiado cerca, fingiendo leer un cartel sobre clases de teatro que ambos sabíamos era mentira.
Me acerquè a Danny y le di un beso quedado en la barbilla a continuación la mordí con ternura mientras que Javier abría los ojos. Los demás estudiantes de la escuela veían, pero ellos se querían la vida.
—¿Te está molestando? —pregunté, mis dedos clavados en su cintura.
—No—mintió Danny, pero sus músculos tensos bajo mi palma gritaban incomodidad.
Javi sonrió, una sonrisa de cuchillo mal afilado. Su rostro queriendo adoptar una mueca lejos de la incomodidad. Sabía lo que bailaba en su corazón: el deseo egoísta de poseer lo que es mío.
—Solo admirando el arte, Rojas, prendiendo del mejor—
Le mirè con ojos agudos sin tragarme la mentira.
Danny carraspeó. Su mirada se aferró al cuaderno de Danny como un parásito...el mismo que él solía guardar bajo llave cuando yo entraba al aula.
Al pasar los días me percatè que en realidad Javier era como una alimaña de cluaca: le das tiempo y se multiplica. Y tuve que tragarme un nudo en la garganta cuando invadió el espacio de Danny, que yo tuve que ganarme con sangre y súplica. Javier hacía notar que mis esfuerzos eran nada, comparado con lo simple que el hacía para ganarse a mi novio.
Los vi desde la calle, tras el vidrio empañado, Danny guiaba la mano de Javi sobre un papel. Sus dedos rozaban los suyos con una paciencia que nunca tuvo conmigo.
La lluvia me empapó hasta los huesos. Entré dejando charcos de rencor en el piso de madera. El olor a canela quemada se mezcló con mi rabia.
—¿Tutorías ahora?—escupí, viendo cómo Javi fingía torpeza al dibujar una línea curva — hay personas aquí que no deberían ser bienvenidas.
Lua más allá observaba sin decir nada limpiando las tazas grandes de café.
Danny alzó la vista, sus ojos eran dos fortalezas cerradas.
—Es solo dibujo, Marcos — me dijo algo molesto
Pero yo vi la verdad escrita en tinta invisible: El botón azul asomando en el bolsillo de Javi, la servilleta donde Danny dibujó un dragón para él, la intimidad del grafito compartido... como un beso indirecto.
En mi cuarto, recorrí las páginas de mi cuaderno secreto: Su perfil dormido en Física (papel satinado, gastado por mis pulgares), sus manos dibujando el río donde lo besé (tinta china que manchó mi alma), la cicatriz en su costado... ahora vista por otros ojos.
Javi la había visto. Lo supe cuando Danny se encogió al ajustarse la camiseta frente a él. Esa cicatriz era mía así como las marcas en sus muñecas que dejaron mis dedos al arrinconarlo contra los lockers.
Cuando me envió el mensaje la anterior noche, mi mundo explotó en dolor. No podía entender cómo había llegado a amarle( si es que esto era amor) Mi corazón galopó a niveles frenéticos y lance mi cuaderno a la otra punta de mi cuarto.
Abajo mi padre golpeaba a mi madre otra vez por el asunto de mi tío. Según èl, mi madre fue quien le dijo a su hermano que fuera feliz.
Fue suficiente una sola llamada para que Vale me dijera donde estaba Danny. Teníamos la misma fijación de rencor hacia Javier. Ella por razones de abuso yo por cuestiones de que no quería perder a Danny.
La tormenta me azotó mientras corría. En mi mochila llevaba su hoodie de Totoro, el que olía a tardes de fritos picantes y a la vainilla de su loción barata, a noches donde creí ser algo más que un reflejo de mi padre.
Olía a él. Olía a mío.
Al abrir la puerta del taller, el tiempo se partió: Javi inclinado sobre Danny mientras su sombra devoraba la luz de la lámpara. La mano de Danny guiando la suya, como si enseñara a bailar a un lobo cojo y el botón azul brillando como una bala sobre la mesa de dibujo.
—¿Le enseñas a dibujar corazones también?— fue mi último diálogo mientras el odio me comía vivo.
Mis palabras fueron ácido mientras que el eco envenenó los frascos de acuarela.
Javi se levantó. En sus ojos no había miedo, sino deseo de guerra:
—¿Vienes a romper esto como rompiste todo lo que tocabas?
Avancé. El suelo crujió como huesos bajo mis botas. Olía a trementina y sudor adolescente.
—Tú no mereces ni mirar sus dibujos—rugí, viendo rojo cuando Javi tocó el boceto del pájaro con el ala rota, el mismo que Danny dibujó después de que lo encerramos en los baños.
Javi blandió un lápiz 6B como puñal:
—¡Él me eligió hoy! ¡A mí!
Y entonces lo vi: El temblor en sus dedos al decir "eligió", el brillo de Danny al corregir su trazo y el abismo donde mi lugar solía estar.
El primero en embestir fui yo pero el primer golpe fue suyo. Un puñetazo torpe pero lleno de todo el odio que incubó años. El sabor de mi cafè de la tarde en casa se mezcló con hierro en mi boca.
Rodamos dándonos puñetazos por todo el salón. Los papeles volaban de aquí para allá. Creí escuchar la voz de Danny intentando detenernos pero era un pequeño silbido en la lejanía. Lo único que veía al frente era a Javi. Tomè un cúter y lo apuñalè en el hombro, lo detuvo a tiempo evitando que hiciera más daño y con el mismo me hizo una herida en el pecho.
Ninguno de los dos quería parar.
Contraatqué. Mis nudillos encontraron su costilla. Un crujido húmedo. Danny gritó. Los dibujos volaron como palomas muertas.
Vi mi propia mano destrozando el boceto de nuestras manos entrelazadas. Papel rasgado, sangre sobre el grafito y amor convertido en basura.
Cuando Danny partió bajo la lluvia, recogí un fragmento del dibujo roto. Nuestras manos, separadas por una cicatriz de papel.
Javi jadeaba a mi lado, limpiando el botón azul con devoción de fanático.
Y yo...Toqué la mancha de sangre sobre mi corazón dibujado.
—Perdón— susurré al fantasma de Danny quehabía huido por la puerta.
Pero solo la lluvia respondió, lavando mis mentiras como acuarela barata.