Circulos De La Eternidad

En el lado oeste del pueblo de las leyendas, mientras el eco que emitía el molino de viento, asmodeo rey de los demonios, con rabia dentro de su corazón siendo acompañado por marith buscaban desesperadamente a osamu quien había desaparecido tras una fuerte pelea con su compañera.

Asmodeo quien tomaba las cosas en serio no permitiría tal rebelión con uno de sus comandantes, mientras explotaba en rabia, el viento siendo apoyado por el molino formó un enorme tornado, de repente el cielo se oscureció, marith aún no podía creer como osamu su compañero había escapado.

Mientras asmodeo miraba hacía arriba con enojo y con sed de venganza, el retumbar de los rayos podía escucharse por todo el cielo, el sonido podía deberse a una sola cosa, touji finalmente había encontrado la espada.

—Touji encontró la espada, mientras ustedes juegan a pelearse—empuño asmodeo sus manos llenándose de frustración.

—Perdone a osamu señor, todo es culpa mía—respondió marith con una voz baja inclinando su cabeza.

—No tiene importancia ahora, entremos en aquella casa con el molino de viento—caminó asmodeo pensando como castigaría a osamu.

—Si no hubiera peleado con osamu nada de esto estaría pasando—murmuró marith caminando detrás de asmodeo.

El corazón de marith palpitaba fuerte sintiendo como dentro de su garganta se formaba un nudo, un nudo que no recordaba desde la terrible noticia de la muerte de sora, en cada paso que avanzaba estaba condenado a un sufrimiento en secreto.

Su cuerpo temblaba por dentro mientras sentía recorrer el frío sudor por su rostro, y los pensamientos invadieron su cabeza, ¿Qué podría estar pasando con osamu?.

Algo parecía estar inquietando a marith pero no era la primera vez que le sucedía, en aquella época donde se libró la terrible batalla con los ángeles ella no estuvo presente, sin embargo pronto se enteró de la muerte de su querido amado.

—¡Marith, marith!—gritó asmodeo al ver que no obedecía su voz.

—perdón señor, estaba pensando en cosas—respondió marith mientras recordaba aquella noticia que rompió su corazón.

—Ahora que recuerdo, tú no estuviste presente en la batalla de hace miles de años—miró asmodeo de reojo mientras se acercaba a la casa.

Marith se detuvo pensando que podría responder dándole vueltas a sus respuestas, al tratar de responder, un pequeño ruido dentro de la casa llamó la atención de asmodeo olvidando lo que había dicho.

La voz pidiendo ayuda resultó ser familiar para marith, una voz que no podía olvidar tan fácil.

—Esa voz, la reconocería en cualquier lugar—abrió marith rápidamente la puerta para mirar a makoto atado a una silla.

—Eres tú de nuevo, sé tú secreto y lo que planeas con osamu—fijó makoto su mirada a la persona que acompañaba a marith.

—¿Conoces a éste muchacho incrédulo?—preguntó asmodeo con palabras lentas acercándose a makoto.

—Su nombre es makoto y parece ser amigo de touji—se cubrió la cara marith pensando que su secreto sería revelado delante de asmodeo.

—Así que osamu estuvo aquí y te dejó atado—ahora la voz de asmodeo era más explícita al entender lo que tramaba osamu.

—No entiendo, ¿por que osamu está detrás de touji?—preguntó makoto tratando de desatarse.

—Touji encontró la espada y osamu hace lo posible para quitársela—respondió asmodeo sonriendo pero por dentro sentía un enojo.

—Fue tanto su odio que te trajo en contra de tú voluntad—la voz de marith era suave pero sabía que osamu sería castigado por desobedecer.

—Según las leyes, osamu será castigado—asmodeo se llenó de enojo al ver que uno de sus comandantes había desobedecido.

En la ruina ancestral a muchos kilómetros del oeste del pueblo, touji aún continuaba luchando por recuperar lo que le pertenecía, aquella ruina que protegía la espada renascia era consumida por su poder destruyendo todo a su paso.

Touji ahora era quien sostenía la espada con naturalidad, su mirada reflejada en el filo como si contemplara su rostro, un laberinto sin salida donde el pasado y el presente invadieron su cabeza recordando parte de su vida pasada.

—Ahora que la espada es mía, es momento de terminar lo que empecé—dijo touji con una voz seca mientras miraba el mármol a los ojos.

Mientras touji sostenía la espada firmemente un poder recorría por su cuerpo incapaz de controlar, era como si la espada lo rechazara a pesar de que él era su verdadero portador.

—Aun no controlas del todo tú poder—miró yuto que sería un problema a futuro.

—¡Touji detrás de tí!—gritó rin tratando de decir que el mármol estaba a espaldas de él.

Touji dió una vuelta leve mirando cómo el puño del mármol tocaría su cuerpo, la espada que tanto desobediencia sus órdenes comenzó a moverse de una manera extraña, de repente un rayo chocó con el filo de la espada iluminando el lugar, y el ángel hecho de mármol se hizo polvo.

—Para ser tú primera vez, lo has hecho bien—felicitó yuto a touji acercándose a él.

—Touji no hizo nada, cuando el rayo chocó con la espada el ángel se volvió polvo—respondió rin aún sorprendida por lo que había pasado.

—No entiendo por que un rayo chocó con la espada—la situación había confundido a touji pero no sabía que era el poder de la espada.

—El sello que comprimia su poder fue liberado, sin embargo touji no la controla del todo—respondió yuto sintiendo su corazón palpitar fuerte.

—¿Qué debe hacer touji para dominarla?—preguntó rin intentando hacer algo para ayudar.

—Deberá ir al lugar donde nació sora—sonrió felizmente yuto.

—¿Ir al cielo?, no puedo irme ahora sabiendo que mi amigo está en peligro—touji sintió que si dejaba la tierra era como traicionar a makoto.

—Con el entrenamiento adecuado de los cuatro arcángeles, serás el ángel más fuerte—extendió la mano yuto pensando que touji había comprendido.

Touji sentía punzadas dentro de su corazón al tomar una de las decisiones más difíciles, pero sabía que makoto era más importante ahora que cualquier cosa, si forma parte de los ángeles era como clavarle una daga por la espalda a su mejor amigo, todo dependía si touji entregaba la espada a manos de osamu.

—Mi amigo es más importante ahora así que no puedo abandonarlo—agradeció touji de todo corazón al ver que yuto se marchaba.

—¿Qué dirección tomaremos para rescatar a makoto?—expresó rin mientras su mirada se perdía en el vacío.

—Makoto se encuentra en el oeste del pueblo—respondió touji sabiendo que tardaría horas en llegar.

Al salir de la ruina ancestral donde sólo se podía mirar sus escombros, comenzó a volverse polvo siendo arrastrado por el viento así desapareciendo la leyenda de la espada.

El mal comportamiento de osamu había llegado a su límite por asmodeo, su desaparición le costaría su propia vida según las leyes del infierno, su principal regla era si un demonio desobediencia sería condenado a muerte.

—Osamu será condenado a muerte—caminó asmodeo de un lugar a otro para bajar su enojo.

—¿Pero señor?, no habrá manera de perdonarle la vida a osamu—imploró marith de rodillas incluso se humilló sólo por salvar la vida de su compañero.

—¿Intentas contradecir las leyes del infierno?—preguntó asmodeo con una mirada afilada.

—No señor, osamu será castigado por sus actos—el corazón de marith se estremeció al no poder hacer nada.

La vida de osamu ahora estaba en manos de asmodeo, tanto su traición a la raza de los demonios lo condenaría a muerte.

—¿Qué hay de mí? ¿Qué harán conmigo?—preguntó makoto mientras se desataba en silencio.

—¡Silencio humano!—gritó asmodeo intimidando a makoto.

El sonido de la puerta abriéndose lentamente significaba que osamu finalmente había regresado, pero al ver que asmodeo se encontraba ahí sabía que estaba en problemas y algo estaría por suceder.