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EL ITALINO Y SU ESPOSA RUSA

EL ITALINO Y SU ESPOSA RUSA

Status: En proceso
Genre:Arrogante / Mafia / Embarazada fugitiva / Malentendidos / Amor-odio / Matrimonio entre clanes
Popularitas:5.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Genesis YEPES

Una esposa atrapada en un matrimonio con uno de los mafiosos
más temidos de Italia.
Un secreto prohibido que podría desencadenar una guerra.
Fernanda Ferrer ha sobrevivido a traiciones, intentos de fuga y castigos.
Pero su espíritu no ha sido roto… aún. En un mundo donde el amor se mezcla con la crueldad, y la lealtad con el miedo, escapar no es solo una opción:
es una sentencia de muerte.

¿Hasta dónde está dispuesta a llegar por su libertad?

La historia de Fernanda es fuego, deseo y venganza.

Bienvenidos al infierno… donde la reina aún no ha caído.

NovelToon tiene autorización de Genesis YEPES para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

LA ULTIMA ESPERANZA

3 dias despues 

El silencio en la habitación de Fernanda era engañoso.

Las paredes, adornadas con detalles lujosos, ocultaban la tensión que latía

como una bomba a punto de estallar. Sentada en el sofá junto a la ventana,

observaba la caída lenta de la lluvia sobre el jardín, sus

pensamientos entrelazados con una ansiedad sorda.

El encierro era una prisión sin barrotes, pero prisión al fin.

Nicolaok no le había puesto cadenas, porque sabía que la amenaza era más eficaz que el

acero: “Si intentas escapar de nuevo, no encontraré a Isabella. La mataré.”

Pero lo que él no sabía… es que Fernanda ya había sembrado la semilla de su liberación.

A kilómetros de distancia, Isabella sostenía un mapa extendido sobre una mesa de madera,

dentro de una cabaña camuflada en las afueras de Marsella.

Frente a ella estaban Alexei –un exmercenario ruso leal a la familia Romanov

y un hombre de rostro oculto por una gorra. Solo su voz grave lo delataba.

—La mansión está rodeada por una doble línea de seguridad.

Cámaras térmicas, sensores de movimiento, y al menos cinco

hombres armados en cada punto cardinal

—explicó Alexei—. Pero hay una brecha.

El hombre de la gorra deslizó su dedo por una línea marcada con tinta roja.

—La vieja vía de servicio al sur. Ya no es usada, pero aún conecta con los pasadizos internos.

solo alguien con el plano original podría saberlo. Por suerte, lo tenemos.

Isabella tragó saliva. Su corazón latía con fuerza.

—¿Y Fernanda? ¿Está retenida bajo vigilancia directa?

—Sí —dijo Alexei—. En su habitación. No es una celda, pero tampoco es libre.

Hay dos hombres apostados fuera. Nicolaok confía tanto en su miedo…

que no considera que pueda escapar.

Isabella apretó los labios.

—Entonces no vamos a escapar. Vamos a irrumpir y sacarla.

Alexei la miró con intensidad.

—Si cruzamos ese umbral, ya no habrá vuelta atrás. Si fracasamos,

Nicolaok no solo matará a Fernanda… vendrá por ti, por mí, por todos.

Isabella se irguió.

—Entonces más vale que no fallemos.

Esa noche, el plan comenzó a tomar forma. Isabella viajó hasta Génova bajo un nombre falso.

Alexei y su equipo de cinco hombres se adelantaron en una furgoneta de carga,

co armas ocultas y credenciales falsas.

En paralelo, un hacker infiltrado logró desactivar por breves ventanas los sistemas de vigilancia.

En la penumbra, entre susurros y miradas tensas, Francesco

observaba todo desde un rincón oculto de una iglesia abandonada.

Sabía lo que hacían. Lo supo desde el momento en que Isabella pisó Italia.

No necesitó espiar, porque uno de sus hombres, silenciosamente leal a él, lo mantenía informado.

Y aunque no podía intervenir directamente, tampoco podía quedarse de brazos cruzados.

Marcó un número.

—Escucha —dijo con voz baja—. El ala este de la mansión ha reducido su vigilancia.

Dile a Isabella que entre por allí. Y dile que tiene treinta minutos. No más.

Colgó antes de obtener una respuesta. Porque sabía que si se quedaba un segundo

más… traicionaría algo que no debía: a su hermano.

La noche era una capa de terciopelo oscuro que cubría la mansión.

El grupo se movía como sombras entrenadas, con precisión quirúrgica.

Isabella, vestida de negro, se arrastró entre arbustos hasta alcanzar el muro sur.

Alexei desactivó la cerca eléctrica y cortó una brecha en el alambre con una tenaza.

—Tiempo —susurró Isabella.

—Veintiocho minutos —respondió uno de los hombres.

Corrieron en silencio hacia la entrada del servicio.

Un pequeño portón oxidado, casi invisible. Lo forzaron y entraron.

Dentro, los pasadizos olían a polvo antiguo y memoria podrida.

Cada paso era una danza con la muerte.

Cruzaron corredores silenciosos, evitando cámaras y sensores.

Uno de los hombres quedó atrás para mantener abierta la salida.

—Suban al segundo nivel —ordenó Alexei—.

La habitación de Fernanda está al final del ala este.

Avanzaron. Y entonces, un ruido.

—¡Alto! —gritó un guardia al fondo del pasillo.

El disparo resonó como un trueno.

Fernanda se sobresaltó. El grito. El disparo. Se puso de pie de golpe, el corazón en la garganta.

Corrió a la puerta, pero ya había un guardia del otro lado, gritando por el comunicador.

—¡Tenemos intrusos! ¡Repito, tenemos intrusos en el ala este!

Fernanda retrocedió. Algo dentro de ella se iluminó. ¿Podía ser? ¿Era… Isabella?

Golpes. Gritos. Pasos que se acercaban.

La puerta se abrió de golpe. Alexei entró primero. Detrás, Isabella, con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Fernanda!

La abrazó con fuerza. El tiempo se detuvo por un segundo.

El reencuentro fue breve, pero profundo. Como si sus almas se reconocieran en medio del infierno.

— ¡Tenemos que salir!

dijo Alexei.

Comenzaron a correr. Pero entonces, el caos.

Alarma general.

Luces encendidas.

Tiros.

Un hombre del grupo cayó en seco por un disparo certero.

—¡Atrás! —gritó otro—. ¡Están bloqueando la salida principal!

—¡A la cocina! —ordenó Isabella—. Hay otra ruta.

Corrieron. El tiroteo era ensordecedor. La mansión se había convertido en un campo de guerra.

Fernanda cayó al suelo cuando una explosión sacudió las paredes. Isabella la levantó.

—¡Vamos, vamos!

Pero cuando llegaron al pasadizo trasero, lo encontraron sellado.

—¡¿Qué mierda?! —gritó uno de los hombres.

Alexei maldijo.

—Nos traicionaron. Alguien filtró el plan.

Isabella miró a Fernanda. Sus ojos temblaban.

—No podemos salir.

—Sí pueden —dijo Fernanda, con los ojos firmes—. Yo me quedo.

—¡No!

—¡Es la única forma! Él no me matará ahora. Pero a ustedes… sí.

Alexei negó con la cabeza.

—No vinimos hasta aquí para dejarte

Fernanda se acercó a Isabella. Le sujetó el rostro.

—Tienes que sobrevivir. Encuentra a mis padres. Encuentra a los tuyos. Derrócalo desde afuera. Pero prométeme… prométeme que vivirás.

Las lágrimas de Isabella cayeron.

-Te lo juro.

Fernanda le entregó su collar. El mismo que llevaba desde niña.

El único recuerdo que no le habían arrebatado.

—Cuando me veas de nuevo —susurró—, será libre… o será muerta.

Alexei sujetó a Isabella. A regañadientes, accedió a huir por una ruta improvisada.

Con apenas dos hombres vivos, escaparon por una ventana del sótano, corriendo

entre los árboles mientras los disparos morían en la distancia.

Fernanda, de pie en su habitación, escuchó la alarma apagarse lentamente.

La puerta volvió a abrirse.

Nicolaok entró.

La miró.

—Interesante noche, ¿no crees?

Ella lo enfrentó sin temblar.

—Muy interesante.

Y por primera vez en años, sonrió

No porque hubiera ganado.

Sino porque estaba viva.

Y porque él… no sabía que la guerra apenas comenzaba.

1
Melody Arianny De león reyes
Hermoso
Lety
Me encanta como narras el comienzo
Claudina Reyes
HERMOSO
Luis Chairiel Reyes
hermoso
GENESIS YEPES
intrigante, emocionantes, fuerza, poder, amor retorcido, en definitiva es una historia encantadora.
Mirta Vega
hola autora empezando a leer tu historia ,primer capítulo interesante gracias por tu imaginación
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