Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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La propuesta.
Este joven ha vivido un infierno. Diana se encargó de que su paso por la cárcel fuera su peor castigo. Día tras día, sufría diferentes tormentos, actos viles y crueles. Y, por supuesto, el custodio de turno no dejaba de mencionar el nombre de Diana Quintana.
—Tu visita es Antonella Linarez. Tienes que hablarle muy fuerte, parece que tiene problemas de audición —advirtió el guardia.
—Genial, otra ruca más que busca una visita conyugal —bufó Dante.
Hace un tiempo, su fotografía se esparció por las redes y muchas mujeres intentaron acercarse a él. Pero Dante las rechazó a todas.
—Señora, de antemano le digo que es un rotundo no. Hace tiempo firmé un documento donde renuncié a las visitas conyugales —dijo, tajante y directo.
—Ja, ja, ja… Los presos de hoy en día creen que tienen más derechos. Ni lo sueñes, jovencito. Estas pulgas no buscan carne fresca —se burló la anciana—. Mejor siéntate, te voy a proponer un trato.
La señora señaló la banca que tenía frente a ella y añadió:
—La familia Linarez es muy poderosa. Puedo sacarte de aquí.
—¿Y por qué lo haría? —preguntó Dante sin inmutarse.
—¡Necesito un representante! Alguien con el carácter, coraje y valor que usted tiene.
—Lo siento mucho, señora. Se ha equivocado de lugar. Aquí solo encontrará asesinos, narcotraficantes, psicópatas y uno que otro enchavetado de la jupa. Y creo que usted no anda muy lejos. Ahora, si me disculpa, me voy. No me haga perder el tiempo.
Dante se puso de pie, pensando que todo era una broma. Sin embargo, un simple nombre lo hizo girar, aterrado:
—¡Es una lástima! Alejandro continuará en el poder.
—¿Alejandro…?
Repitió el nombre una y otra vez en su mente, y aquella escena volvió con fuerza.
"Dante, sal de ahí. Soy tu tío Alejandro. Ven a jugar conmigo, así como jugué con tu madre. Soy el tío Alejandro. Soy el tío Alejandro…"
Sintió esa voz soplándole al oído.
—¿Quién es usted? Dígame la verdad o no obtendrá nada de mí.
En ese momento comprendió que no era una señora cualquiera. No estaba ahí por casualidad.
—Dante, en realidad soy tu abuela. Y te necesito a mi lado. Necesito que cobres tu herencia y reclames lo que Dorian te dejó.
—¿Dorian? Señora, no conozco a ningún hombre con ese nombre.
—Dorian era tu padre. Murió cuando eras un niño. Luego ustedes desaparecieron, y no supe más de ti ni de tu madre.
—Por cierto, ¿cómo está mi querida Sarah?
Ese nombre fue la confirmación que necesitaba. Sí, lo buscaba a él.
—Muerta. Mi madre murió cuando yo era solo un niño —contestó Dante, apretando los puños con fuerza.
Pero no era el momento ni el lugar. Aún no sabía si podía confiar en esa mujer.
—¡Dante, acepta mi propuesta! Y te aseguro que hoy dormirás en una cama cómoda, beberás el mejor vino que hayas probado, y te prepararé la comida que más te guste.
De inmediato, Dante recordó cada castigo y tortura sufridos en los últimos días.
—¿De cuántas horas estamos hablando? Quiero salir de aquí ahora mismo.
Como cualquier reo, ansiaba volver a respirar aire libre, correr... pero sobre todo, volver a ver al hombre que terminó con la vida de su madre.
—¡Guardias! —gritó la señora.
Un custodio se acercó de inmediato.
—Ha aceptado. Dante López podrá salir ahora mismo.
Dante lo había dicho en tono de broma. Es cierto que aceptó la propuesta, pero esperaría su momento. ¿Quién era esa señora? ¿Acaso su poder era tan grande? Le faltó chasquear los dedos para que ese hombre le besara los pies.
Se sorprendió al ver cómo Antonella manejaba al personal de la prisión a su antojo. Comparó ese poder con el de la familia Quintana.
¿Es más poderosa que los Quintana?
—Mira y aprende, muchachito. Está en tus manos que todos te obedezcan igual —le dijo, golpeándole ligeramente la cabeza, para recordarle que el que manda es quien se muestra más fuerte.
—Señora, no puedo irme así. En mi celda tengo unas pertenencias muy valiosas para mí.
—¿Ropa? Déjala ahí. Desde hoy podrás tener las mejores marcas.
Antonella no escatimaba con su nieto. Después de todo, era el único heredero, nombrado por Dorian en su testamento.
—No es ropa, señora. Es una fotografía de mi madre y una carta que guardo celosamente.
—Ah… ve por ellas. Yo te esperaré aquí.
Antonella acababa de enterarse de que su nieto había quedado huérfano, y le dolió saber que Sarah había muerto.
Ese día, Dante salió de prisión y fue llevado a una lujosa mansión.
—Wow… señora, qué bonita es su casa —dijo el joven con timidez, con miedo de romper o ensuciar algo.
—No te asustes. Aquí solo vivimos mis empleados y yo. A veces viene mi hijo, pero solo cuando me necesita para algo.
—No me extrañaría encontrar gatos aquí… —murmuró Dante.
Había escuchado que las mujeres de edad avanzada terminan criando gatos.