Aldana una joven doctora que cuando con un prometedor futuro, cambia su destino al cometer un gravisimo error...
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capítulo 3
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones y despedidas no dichas. Mi madre, junto con Richard, se dedicó por completo a organizar mi partida. No me dejaron despedirme de nadie. El único que me acompañó al aeropuerto fue Richard. A punto de abordar el avión, mi corazón latía con fuerza por todo lo que dejaba atrás… hasta que lo vi.
Sebastián llegó corriendo, agitado, con los ojos enrojecidos. Y sin importar que su padre nos estuviera observando a lo lejos, me abrazó con fuerza, como si quisiera evitar que me marchara.
—Lo siento… yo no quería que esto pasara —susurró, con la voz quebrada.
—Ya no importa… —le respondí, aferrándome a él—. Solo dime que me vas a esperar. Cuando me gradúe, volveré para terminar lo que iniciamos.
Ambos llorábamos. El dolor de la despedida se sentía como una grieta abierta en el pecho. Sebastián me abrazó aún más fuerte, como si quisiera memorizar mi cuerpo, mis latidos, mi aroma.
—Te voy a estar esperando —dijo finalmente—. Te llamaré todos los días, te lo prometo. No vas a notar la distancia.
Quise creerle. Quise aferrarme a esa promesa como quien se aferra a un salvavidas en medio del océano. Pero el anuncio del vuelo interrumpió nuestro momento. Me separé de él con el alma hecha trizas y abordé el avión con destino a Estados Unidos, sin mirar atrás.
Tal como dijo, al principio hablamos todos los días. Nos escribíamos, nos llamábamos, compartíamos fotos. Pero con los años, las responsabilidades aumentaron y la distancia empezó a notarse. Las llamadas se hicieron menos frecuentes, los mensajes más breves. Aun así, yo jamás olvidé mi promesa: iba a volver por él.
Diez años pasaron. Me gradué en la facultad de medicina, hice mi residencia y estaba por iniciar mi especialización en trauma cuando una carta cambió mi rutina. Era de mi hermana Laura. En ella, me contaba que estaba feliz, que había encontrado al amor de su vida y que quería presentármelo en una fiesta que se celebraría ese fin de semana. Iban a anunciar su compromiso ante la familia y la alta sociedad.
La noticia me llenó de alegría. A pesar de los años separadas, siempre recordaba a Laura con mucho cariño. Quise regresar tras terminar la carrera, pero me ofrecieron una residencia en uno de los mejores hospitales del país, y no podía rechazarla. Tal vez, esta era la oportunidad que estaba esperando para volver a casa… y ver a Sebastián.
Confirmé mi asistencia y pedí permiso en el hospital para ausentarme tres semanas. Era mi primera solicitud de vacaciones desde que había empezado a trabajar, así que no hubo inconvenientes. Apenas recibí la aprobación, compré el pasaje y comencé a preparar mi regreso. Estaba emocionada, no solo por Laura, sino por reencontrarme con Sebastián. Pensé en él durante todo el vuelo, en cómo estaría, en si aún recordaría nuestra promesa.
Con mi madre no volví a hablar desde aquella noche. Richard, en cambio, se mantenía presente con mensajes ocasionales y felicitaciones en fechas importantes. Nuestra relación era distante, pero cordial. De Leonardo solo sabía lo que salía en las revistas: se había convertido en uno de los empresarios más exitosos de su generación. Siempre supe que triunfaría; desde pequeño fue meticuloso y ambicioso. De su vida privada apenas se hablaba, pero algo me decía que ese aire de hombre frío y reservado no era más que una máscara. Un hombre como él no pasaba desapercibido… aunque quisiera.
Estaba a punto de volver a casa. A mis recuerdos. A todo lo que dejé atrás por un sueño. Ahora, después de diez años, era momento de enfrentar lo que el destino había decidido guardar para mí.
Hay otra que si pueden y desean aborta, si no quieres un bebé, hay muchas maneras de cuidarnos .
LOS BEBES NO PIDIERON VENIR A MUNDO PARA SUFRIR !!