En esta vida parece que el mundo te protege, pero... eres la única que no sabe lo que pasó en la vida anterior, podrás perdonar o será muy tarde para hacerlo.
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Cap. 12 No lo olvides
La Valquiria rió, un sonido como platos rotos.
—¿Y por qué harías esto, prometida despechada? ¿Celos? ¿Venganza? —la Valquiria estaba molestando un poco, pero también estaba intrigada por esa actitud, ninguna prometida protege a la amante de su futuro esposo.
Shania sonrió, mostrando una sonrisa maliciosa.
—Porque cuando Elian mate al Juez de Almas... yo gobernaré a su lado. Y prefiero una Fénix viva y agradecida... que una mártir que lo obsesione para siempre —dijo Shania demasiado tranquila para alguien que solo maquina su futuro, era más una mentira autoinfringida más que nada.
Cuando Shania se fue, los hermanos hablaron sobre esto, las dudas y las certezas ahora solo aprecian ser lo mismo.
—Lorena ¿Crees que ella dice la verdad? —dijo el Nigromante mientras cuenta en su ábaco de cuentas, viendo cuantas almas tiene en su poder.
—Cesar, sabes que en tiempos de guerra hay que desconfiar de todo, de momento solo vigila a esa pequeña Fénix, en cualquier momento sabremos la verdad —dijo la hermosa Lorena mientras sigue afilando sus armas.
*_*
Elian encontró a Shania en el Patio de los Espejos, donde los reflejos distorsionados multiplicaban su figura como un ejército de sombras. La luz de la luna teñía su vestido de plata de un azul fantasmal.
—Ya sabes lo que entregué a los Useras —dijo ella antes de que él abriera la boca, volviéndose con lentitud deliberada—. Sangre de Dragón, sí. Pero también les recordé que sin nosotros, su ejército de muertos no vale nada.
Elian estudió su rostro. Shania no mentía... pero tampoco decía toda la verdad.
—¿Y qué ganaste tú? —Elian dijo tratando de dominar su carácter, Shania es muy testaruda, pero tampoco es estúpida. Ella sonrió, mostrando sus dientes blancos y bien cuidados.
—Gané su palabra de que no tocarán a Dely. ¿No es eso lo que querías? —dijo mirándolo fijamente, esperando su reacción.
Elian se acercó hasta que su aliento, caliente como un horno de fragua, empañó el espejo tras ella.
—No necesito tratos con carroñeros para protegerla —murmuró—. Pero si los Useras creen que tienen ventaja, actuarán con arrogancia... y eso los hará predecibles —dijo con irritación, aunque el plan no es malo, no es del todo seguro.
Shania parpadeó, sorprendida. Por primera vez, vio al verdadero estratega detrás del guerrero.
—Entonces... ¿todo esto fue...? —dijo confundida, ahora lo comienza a entender.
—Una forma de controlarlos —confirmó Elian—. Ahora dime lo que no está en el trato. ¿Qué más piden los Useras? —dijo retirándose a un lado, mientras su mente sigue repasando su plan.
Shania bajó la voz:
—Quieren el cadáver del Juez de Almas. Para convertirlo en su arma definitiva contra los sin don. Sabes que los odian, aunque la situación no debería ser tan caótica —dijo Shania, entiende a los Useras, pero también sabe que el enemigo de tu enemigo es tu amigo y así debería ser.
Elian, asintió, como si ya lo supiera. Lo esperaba, sin embargo, lo que pase después dependerá de la conciencia de cada uno, de cada Clan.
—Bien. Que lo tengan... diles que el nigromante debe ser quien lo mate, que reclame su alma y haga con ella lo que quiera —Dijo tranquilo, como si esto sería algo que añoraba.
Antes de irse, Elian atrapó el brazo de Shania con fuerza suficiente para dejar moretones.
—Escúchame bien, Shania Von Thusen—susurró con una calma aterradora—. Si traicionas a Dely, si la pones en peligro aunque sea un pelo... no serán los Useras ni el Juez quienes acaben contigo —dijo con maldad pura, realmente no pude fallar, no en esta vida.
Sus ojos se transformaron, mostrando por un segundo la bestia infinita que vivía bajo su piel.
—Seré yo. Y no te haré morir. Te enterraré viva en el corazón de un volcán, donde tu carne se regenerará y quemará por los siglos de los siglos —Shania no respondió. Pero cuando Elian se marchó, sus manos temblaban como hojas en la tormenta.
*_*
El Juez de Almas no dormía. En su celda privada, frente a un altar manchado de cera derretida y vino consagrado, afilaba personalmente un cuchillo de hierro estrellado. El metal negro-azulado brillaba con destellos púrpura bajo la luz de las velas, como si guardara constelaciones en su interior.
—El asistente primero —murmuró a sus espías, que temblaban frente a él—. Luego, usaremos su sangre para atraer al Dragón.
*_*
Hierro estrellado en las cadenas: Forjadas para destruir demonios. Veneno de adormidera negra: Para paralizar a Dely sin matarla, ¡necesitaba que Elian viera su sufrimiento!
Una trampa en los baños termales: Donde "Yled" iba cada tarde y donde no podría usar su disfraz masculino. Debian emboscar a un simple asistente, pero en realidad estaban por enfrentar a una princesa Fénix.
Esa misma tarde, Dely ingenuamente se dirigía a los baños, cargando su ropa limpia y el peluquín bajo el brazo. Gisela había insistido en acompañarla, pero se retrasó.
—Necesito un baño caliente para el dolor de espalda, esos pergaminos no son nada livianos —le había dicho, sonriendo. Pero al abrir la puerta de mármol, el vapor no olía a sales minerales, sino a amoníaco y menta podrida.
—¿Gisela? —llamó, tocando el puñal escondido en su faja. Los vapores de los baños se alzaban disminuyendo la visualización.
Tres figuras emergieron de la niebla:
Un acólito de ojos negros, ahora con una red de hierro estrellado.
La segunda cazadora de brujas, blandiendo un látigo con púas del mismo metal.
Un tercer hombre, encapuchado, que sostenía una jaula forjada con los huesos de un Dragón.
—El Santísimo quiere conocerte, Señorito, o debo decir ¿señorita?—susurró el acólito.
Dely comprendió demasiado tarde: estaba en la mira y ahora su secreto estaba expuesto.
Lo que no sabían era que Elian había seguido a Dely en secreto, transformado en una sombra entre las vigas del techo. Cuando vio el hierro estrellado, su rugido hizo temblar los muros.
Pero antes de que pudiera atacar…
¡Shania apareció por detrás de los acólitos! Con un movimiento limpio, le clavó una daga en el cuello al encapuchado que sostenía la jaula…
—Corre, pichoncita —ordenó a Dely, mientras la sangre del hombre salpicaba su vestido plateado—. Él vendrá por ti —Dely no lo pensó dos veces. Huyó hacia las catacumbas, donde solo los Fénix podían navegar sin perderse.