Ella tiene miedo de la atracción que siente por el joven con el que durmió una sola noche, él hará lo posible por repetir la experiencia con la hermosa maestra de su hermanita.
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Aceptación
Un sonido ahogado, un gemido quizás, atrapado entre los labios del otro fue lo único que se había interrumpido la oscura soledad de aquel departamento luego de cerrar la puerta con un golpe secó. Por la posesiva forma en que él la había arrastrado al interior de su departamento y puesto su espalda contra la puerta antes de cubrir su boca con la suya, Gabriela pudo haberse enojado pero no fue así. De hecho, se dió cuenta que la forma en que él apretaba sus caderas con fuerza, presionando la más contra la madera de la puerta y el como sus dientes rozaban sus garganta no hacía más que incrementar el ritmo de su corazón. El sentir su masculino cuerpo tomando el control de su muy femenino cuerpo no la asustaba, tampoco la hacía sentir insegura, solo la excitaba más.
—Leonardo… —ella gimió cuando él tomó su pierna y la elevó a la altura de su cadera para presionar su dureza contra ella, la forma en que el mismo se frotó sobre ella la hizo enterrar sus dedos en esa espalda ancha y fuerte.
—Solo Leo —dijo él susurrando contra sus labios, no era necesario encender la luz para ver la sonrisa en su rostro bañado por la luz de las farolas de la calle antes de arrastrarla a un nuevo beso mientras delineaba su cuerpo levantando sin ningún pudor o recato su vestido —. Déjame probarte, Gaby.
Esa había parecido una súplica, aunque él no esperó la respuesta. Leonardo soltó su pierna y se deslizó por su cuello y luego su pecho hasta que terminó de rodillas deslizando su ropa interior, Gabriela no podía pensar con claridad, a qué se refería él con “probarla”. No lo supo hasta que él levantó de nuevo su pierna y deslizó su lengua sobre ella.
—Oh, cielos… —resolló Gabriela inclinado su cabeza hacia atrás, enredando sus dedos en su cabello para tenerlo más cerca si era posible; el temblor en sus piernas la hubiera hecho caer si no hubiera sido porque estaba recargada en la puerta y porque Leonardo la sostenía con fuerza, enterrando sus dedos en sus caderas mientras deslizaba su lengua dentro y fuera y también alrededor de su centro.
—Gaby, quiero que me digas cuando vayas a terminar —dijo separándose un poco solo para introducir dos dedos, su aliento golpeando su feminidad mientras daba esa orden la hizo gemir extasiada. Una oleada de calor invadió su ya de por sí ardiente cuerpo cuando Gabriela alcanzó a escuchar el sonido del cierre de su pantalón, aún recordaba esa parte de él desde aquella primera vez, también cuando despertó a la mañana siguiente levantándose orgulloso, sacudiéndose debajo de la sábana. Él se estaba tocando y Gabriela pudo verlo extendiendo su mano dando rudas caricias a su ya endurecido miembro pero Leonardo volvió a pasar su lengua sobre ella sin sacar sus dedos de su interior, Gabriela no pudo más que echar su cabeza hacía atrás y dejarse hacer por ese hombre ni siquiera le importo el golpearse con la madera de la puerta, todo lo que podía sentir era el más puro placer recorriendo su desde su vientre y estirando cada uno de sus músculos.
—Más rápido, Leo —dijo entre jadeos —estoy por … ahh, yo no… no puedo —No se atrevía a decirlo, ella nunca había dicho una sola palabra durante el sexo. Aún así Leonardo parecía saberlo. Con una sonrisa traviesa y mirada oscura se levantó casi sosteniéndola en el aire justo antes de caer al suelo, Gabriela pudo haber protestado en cuanto sintió el vacío, pero no hubo tiempo ya que él pegó sus labios a ella ahogando el sonido de su placer mientras se introducía lentamente en su interior, estaba tan duro y la estiraba tanto que Gabriela hubiera gritado con fuerza si él no la hubiera besado con ese sabor extraño en su boca, un sabor que era su propio sabor.
—¿Por qué eres tan sexy, Gaby? —dijo escondiendo su rostro en su cuello, apretando la mandíbula para no gruñir, aún así su voz salía profunda, gutural y tremendamente oscura —No tienes idea lo que me provocas.
Gabriela, aún sensible por el reciente orgasmo que experimentó volvió a excitarse al sentir su aliento rozando su piel, escuchar esa voz y sentir como él empujaba con fuerza su interior; una mujer valiente y empoderada había surgido en ella cuando sin pensarlo mucho su voz salió casi como un resuello.
—En serio, entonces… muéstrame — Leonardo levantó su rostro para encontrarse con sus ojos.
—De verdad, ¿quieres que te demuestre… lo mucho que me gusta estar así, dentro de ti?
Las embestidas fueron más duras y Gabriela se sintió abrumada por la sensación, con sus manos aferradas a su espalda y rodeada por sus brazos, era tan fuerte que podía sostenerla y así arremeter poderoso contra ella, Gabriela estaba a punto de llegar al límite, solo un poco más. Cuando sus paredes comenzaron a pulsar alrededor de él Leonardo se liberó y ella pudo sentir como la llenaba de su esencia.
—Esto fue mejor que cualquier fantasía que pudiera haber tenido hace un momento —dijo Leonardo con el poco aliento que le quedaba y sin salir de su interior.
—Y pensar que no querías —se burló Gabriela.
—En realidad si quería solo que…
—Y hubieras sido capaz de venir aquí con esa otra chica y dejarme ahí sola.
En Gabriela había un cierto tono de reproche, en cuanto sus pies volvieron a tocar el suelo, aunque no se molesto por acomodar su vestido ni por limpiar eso que escurría entre sus piernas, era la evidencia del maravilloso orgasmo que habían compartido y eso de alguna manera la hacía sentir poderosa.
—Claro que no, Gaby.
—Entonces.
Leonardo le tomó por la cintura con suavidad, a diferencia de la rudeza del inicio; está vez tomo su barbilla con cuidado y la miró fijamente, quedando a solo un par de centímetros de besarla. Aún con esa poca iluminación podía ver su rostro y detallar sus facciones, el calor volvió a ella sin que pudiera evitarlo. Podía pasar por alto lo ocurrido siempre que él la mirara así, siempre que él la sostuviera así, pegada a su propio cuerpo, podía olvidarse entonces de los celos que sentía por cualquier otra mujer joven o mayor que se acercara a él porque estando así, compartiendo la intimidad de esa mirada podía saber que él era suyo, así como ella era suya, ya no tenía ningún sentido negarlo.
—Vamos, aún no hemos terminado.