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La Campesina Y El CEO

La Campesina Y El CEO

Status: Terminada
Genre:Equilibrio De Poder / Traiciones y engaños / Amor Campestre / Completas
Popularitas:87.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria L C

Cuando el exitoso y temido CEO Martín Casasola es abandonado en el altar, decide alejarse del bullicio de la ciudad y refugiarse en la antigua hacienda que su abuela le dejó como herencia. Al llegar, se encuentra con una propiedad venida a menos, consumida por el abandono y la falta de cuidados. Sin embargo, no está completamente sola. Dalia Gutiérrez, una joven campesina de carácter firme y corazón leal, ha estado luchando por mantener viva la esencia del lugar, en honor a quien fue su madrina y figura materna.

El primer encuentro entre Martín y Dalia desata una tormenta: él exige autoridad y control; ella, que ha entregado su vida a la tierra, no está dispuesta a ceder fácilmente. Así comienza una guerra silenciosa, pero feroz, donde las diferencias de clase, orgullo y heridas del pasado se entrelazan en un juego de poder, pasión y redención.

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Capitulo 17

Los Puentes y Martín trabajaban juntos, en secreto. Habían encontrado en la clandestinidad la única forma segura de planear su defensa contra los Montalvo. Las reuniones se llevaban a cabo en casas apartadas, en graneros olvidados, a veces en plena oscuridad del campo. No estaban solos: otros rancheros y hacendados se unieron. El hartazgo era general, la humillación ya no era soportable.

Durante esas reuniones, las voces se alzaban con rabia contenida, pero también con miedo. Había nerviosismo, dudas, pero sobre todo una firme decisión de recuperar lo que por derecho era suyo. Los Montalvo habían usado su poder y dinero para apropiarse de tierras, intimidar a familias enteras y manipular autoridades. Martín, con una mirada severa y clara, había tomado la delantera en estrategia.

—Tenemos que actuar con inteligencia, no con impulsos —dijo una noche, mientras un grupo reducido lo escuchaba en su oficina—. La única forma de derribarlos es con pruebas, con verdades que no puedan ocultar.

Siguiendo esa lógica, la hacienda de los Casasola se transformó en un centro de vigilancia. Cámaras discretas fueron colocadas en los límites del terreno, micrófonos ocultos en lugares donde solían reunirse visitantes sospechosos, y sensores de movimiento en zonas estratégicas. Martín incluso había conseguido tecnología sofisticada a través de contactos en la ciudad.

Los Puentes, y otros vecinos adoptaron medidas similares. Era una red silenciosa de resistencia.

—Estamos más organizados de lo que ellos podrían imaginar —comentó el señor Demetrio una tarde, mientras revisaba unas grabaciones con Martín.

—Sí, pero debemos ser pacientes. Cada paso cuenta —respondió Martín, con el ceño fruncido—. Un error, y todo esto se viene abajo.

Mientras tanto, el ambiente en la hacienda era tenso. Dalia, sin embargo, había encontrado en ese caos una razón para mantenerse firme. Su cercanía con Martín se volvía cada vez más profunda. Él, que siempre había sido reservado y algo hosco, encontraba en ella una calma que lo impulsaba.

Ese fin de semana, la tranquilidad habitual fue interrumpida por la llegada de los señores Augusto y Analía, los padres de Martín. Su camioneta cruzó la entrada principal justo cuando el sol comenzaba a esconderse entre los árboles.

Dalia, desde el porche, observó el vehículo con curiosidad y cierta ansiedad. Martín no había mencionado que sus padres vendrían. Cuando la puerta del copiloto se abrió y apareció la figura esbelta de Analía, seguida por la presencia firme de Augusto, Dalia bajó las escaleras rápidamente.

–Buenas tardes, tio Augusto, señora Analía bienvenidos –saludó con una sonrisa un poco nerviosa.

Analía la miró por un momento, escrutándola con ojos brillantes. Luego sonrió ampliamente y se acercó a abrazarla.

–Dalia, hija mirate que hermosa te has puesto –dijo mientras la rodeaba con los brazos–. Gracias, hija, de verdad... gracias por tenerle paciencia a ese torpe de mi hijo.

Dalia soltó una risa suave, sorprendida por la calidez de la mujer.

–No es tan torpe como parece, señora –respondió con simpatía.

–Llámame Analía. Y no lo defiendas tanto, todavía tiene mucho por aprender.

Augusto, más callado, se limitó a estrechar la mano de Dalia con firmeza.

–Entremos a casa –le dijo, con una voz grave y directa —¿Donde anda ese hijo mio? —pregunto refiriéndose a Martin.

Martín apareció entonces, saliendo de la casa con expresión sorprendida.

–¿Por qué no avisaron que venían? –preguntó mientras se acercaba a sus padres.

–Queríamos ver cómo estabas sin darte tiempo a esconder tus defectos –dijo Analía con picardía.

–No esperaba menos de ustedes.

El ambiente se volvió más relajado con el paso de las horas. Compartieron la cena en el comedor principal de la hacienda, entre risas, anécdotas del pasado y algunas miradas cómplices entre Dalia y Martín. Los padres notaron el cambio en su hijo. Había dulzura en su voz cuando hablaba con Dalia, una suavidad nueva en su carácter. El recuerdo de su boda fallida estaba superado.

–Ella te está cambiando –comentó Augusto mientras se tomaban un trago en la terraza–. Y no está mal. Te hacía falta.

–Lo sé –respondió Martín–. Nunca pensé que fuera posible sentirme así en medio de todo esto.

–Pues cuídala. Porque cuando esto se complique, vas a necesitar algo más fuerte que la estrategia.

La brisa cálida de la tarde se colaba por las ventanas abiertas de la terraza. El aroma a jazmín impregnaba el aire mientras la señora Analía servía dos tazas de té. Frente a ella, Dalia observaba el paisaje con serenidad, aunque en sus ojos se asomaba una tormenta de dudas.

—Dalia —dijo la señora Analía con una sonrisa suave—, ojalá tú y mi hijo formen una bonita pareja. Sería tan lindo verte a su lado... Los recuerdo corriendo por los jardines de la hacienda cuando tú y Martín eran apenas unos niños. Siempre andaban juntos, riendo, llenos de tierra y felicidad.

Dalia bajó la mirada, acariciando la taza caliente entre sus manos.

—Señora Analía, yo también tengo lindos recuerdos de esos días —dijo con sinceridad—. Pero... sé que Martín estuvo comprometido. Me contaron que quería mucho a su prometida. Y si él decide regresar con ella... yo no voy a interponerme. No quiero salir lastimada.

Analía la miró en silencio por un momento, notando cómo Dalia escondía su vulnerabilidad detrás de la prudencia.

—Eso te honra, querida —respondió con ternura—. Pero también quiero que sepas que el corazón de una madre a veces presiente cosas. Y yo siento que hay algo en la forma en que él te mira... algo que no tenía cuando hablaba de esa mujer.

Dalia no respondió de inmediato. El viento movió suavemente su cabello y por un instante pareció perderse en los recuerdos.

—Ojalá tenga razón —murmuró—. Pero esta vez, si él me elige, quiero que sea por completo. No a medias. No con alguien más en su corazón.

La tarde caía lentamente sobre la estancia, tiñendo de dorado los ventanales del salón. Dalia sostenía la taza de té con manos temblorosas, incapaz de llevarla a los labios. La señora Analía, elegante como siempre, se sentó frente a ella con una mirada que podía atravesar el alma.

—Dime la verdad, Dalia —empezó con voz serena pero firme—. ¿Tú crees que Martín aún la ama?

Dalia bajó la mirada. Sabía que cualquier respuesta era peligrosa, pero no podía mentirse a sí misma.

—Yo... yo creo que sí. Quizá, en el fondo, todavía siente algo por ella.

La señora Analía se recargó en el respaldo de la silla, suspirando con una mezcla de pesar y determinación.

—Tal vez, Martín sí amó a Tina —dijo, con una dureza que heló el aire entre ellas—. Pero si algo te puedo asegurar, es que él no perdona una traición. Y lo que esa mujer le hizo fue exactamente eso: una traición que arrancó de raíz todo el amor que sentía por ella.

Dalia apretó los labios y alzó la mirada, ahora firme, decidida.

—Yo tampoco perdonaría una traición —respondió, con una fuerza nueva en su voz—. Odio las mentiras, señora Analía. Si Martín llegara a fallarme... si me oculta algo o vuelve a mirar al pasado, no tendría una segunda oportunidad conmigo.

Un silencio denso cayó entre ambas. Analía la observó con una mezcla de respeto y preocupación.

—Entonces espero, por el bien de los dos, que Martín lo tenga muy claro.

Mientras tanto, en otros rincones del estado, los Montalvo seguían ejerciendo presión. Pero la resistencia crecía. Las pruebas comenzaban a acumularse: grabaciones de sobornos, documentos falsificados, testimonios de campesinos que habían sido despojados. Todo se estaba registrando cuidadosamente. Martín y su grupo no solo querían proteger sus tierras, querían justicia para todos.

En una de las reuniones más tensas, Augusto y Martín expusieron el plan completo ante los integrantes de la alianza. En un viejo salón, iluminado apenas por unas lámparas de luz tenue, explicó los pasos a seguir.

–Vamos a presentar todo ante el juez federal de la región. Pero no será suficiente con pruebas. Necesitamos visibilidad. Medios. Testigos. Y también necesitamos estar listos por si intentan silenciarnos.

–¿Crees que irán tan lejos? –pregunto uno de los hacendados, con los brazos cruzados.

–Estoy seguro –dijo Martín con frialdad–. No subestimemos a quienes han construido su imperio sobre el miedo.

El señor Demetrio asintió, apretando los labios.

–Entonces, que sepan que esta vez no nos vamos a quedar callados.

La alianza seguía creciendo. Y con cada día que pasaba, la red se fortalecía. Había esperanza, sí, pero también dolor por lo que se había perdido. El campo no solo era tierra; era herencia, era memoria, era vida.

Dalia caminaba por los pasillos de la hacienda sintiendo esa carga. Pero también entendía su lugar en todo esto. Sabía que no era una simple espectadora. Su presencia era parte del cambio que se estaba gestando. Ella, junto a Martín, formaban parte de un despertar.

Mientras la noche caía sobre los campos y el viento acariciaba los árboles con susurros antiguos, Martín y Dalia se quedaron solos en el porche.

–¿Crees que vamos a lograrlo? –preguntó ella, mirando las estrellas.

–No tengo duda –respondió él, tomándola de la mano–. Porque ya empezamos. Y no vamos a detenernos.

Y así, con esa promesa silenciosa, se tejía la esperanza de un futuro distinto. Un futuro libre de Montalvo.

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deldel
Dice Martín que hay vacíos en su vida que no los tiene claros y el papá de Martín le dice a Dalia que hay secretos que no se han develado para proteger a alguien.
Ojalá que no haya sido Martín de pequeño quien haya provocado el incendio y ese sea uno d los secretos y que por eso Martín tenga sus vacíos sin entender !!
deldel
Solo necesita mínimo pedir las cosas por favor, o contratar a alguien para que lo atienda, por que finalmente él es el dueño su abuela se la heredó.
Alhelí
Espero que sus padres no se oponga Mariana y Emilio pueden vivir su amor sin llevar el peso del pasado
Alhelí
Quién será ese Salvador será algún Montalvo
Alhelí
El tiempo pasa y los hijos crecen duele cuando se van lejos de nosotros pero hay que entender que ellos tienen que formar su propio camino
Alhelí
la hacienda está llena de paz y amor y la familia creciendo
Maria Angelica Guillaume
Siempre pienso, porque las novizorras los dejan plantados en el altar, porque no avisarles antes para no dejarlos en ridiculo?
Yuly Ponce
Una historia hermosa que me llegó al alma 💕 felicidades autora 👏👏👏👏👏👏👏❤️
Luci Moya
excelente novela muchas felicidades
Lety
Que fácil es mentir 🤦🤦
Lety
Se enamoro de él siendo una niña 🥰🥰🥰que emoción
Lety
😂😂😂😂😂😂en su vida ha cocinado algo😂😂😂😂😂
Lety
Del odio al amor hay un solo paso 🤭🤭🤭🤭🤭🤭
Lety
😂😂😂😂😂😂llegó ella☺️☺️
Lety
No hay como el tiempo que cure las heridas del desamor
Alhelí
pollito cuando cresca no le gustara ese apodo me imagino en la escuela /Facepalm//Facepalm/
Alhelí
entiendo a Martín piede que Tina este en pricion pero el miedo de lo vivido todavia esta en sus mentes
Lety
El karma le va a llegar a ella
Lety
🤔🤔🤔porque no escucharon el golpe tan fuerte de la puerta y....hacer que él los encuentre juntos sin ningún arrepentimiento 🤔🤔🤔
Lety
Porque espero el día de la boda 🤔🤔acá hay algo raro🤔
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