Un giro inesperado en el destino de Elean, creía tener su vida resuelta, con amistades sólidas y un camino claro.
Sin embargo, el destino, caprichoso y enigmático estaba a punto de desvelar que redefiniria su existencia. Lo que parecían lazos inquebrantables de amistad pronto revelarian una fina línea difuminada con el amor, un cruce que Elean nunca anticipo.
La decisión de Elean de emprender un nuevo rumbo y transformar su vida desencadenó una serie de eventos que desenmascararon la fachada de su realidad.
Los celos, los engaños, las mentiras cuidadosamente guardadas y los secretos más profundos comenzaron a emerger de las sombras.
Cada paso hacia su nueva vida lo alejaba del espejismo en el que había vivido, acercándolo a una verdad demoledora que amenazaba con desmoronar todo lo que consideraba real.
El amor y la amistad, conceptos que una vez le parecieron tan claros, se entrelazan en una completa red de emociones y revelaciones.
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Sorpresa inesperada.
El abrazo inesperado de Carter y su comentario sobre mi olor me tomaron por sorpresa. Fue cálido, pero volví en un segundo a la realidad.
Me encogí de hombros, la incomodidad palpable, consciente de que mi ropa arrugada y el desorden de la mañana no ayudaban a mi imagen. Ella me miró con sus hermosos ojos grandes, confundida por mi reacción.
"¿Quieres desayunar?", pregunté, la voz más nerviosa de lo que me habría gustado.
"Sí, muero de hambre", respondió, y una punzada de alivio me recorrió. Al menos, la comida era un terreno seguro. "Pero antes, ¿podrías darme un cepillo de dientes, por favor?"
"Por supuesto", dije, señalando. "Allí en ese gabinete podrás encontrar de todo. Siéntete en confianza de tomar lo que necesites."
"Gracias...", murmuró, y se levantó para regresar al baño. Mientras ella estaba ocupada, acerqué las bandejas de comida a una mesa cercana. Busqué rápidamente una camiseta limpia en mi clóset, asomándome con cautela para asegurarme de que Carter siguiera en el baño. Me deshice de la ropa sucia, ocultándola en un cajón, y me senté en el borde de la cama a esperar.
Carter salió del baño, su largo cabello, que le llegaba a la cintura, ahora recogido en una trenza. Se veía tan graciosa con esa pijama que le quedaba varias tallas más grande, casi como un fantasma en una sábana. Acaricié su cabeza brevemente, y comenzamos a desayunar en un silencio incómodo. Carter me observaba sin hablar en repetidas ocasiones, una mirada persistente que me hacía sentir cada vez más nervioso.
"¿No dormiste en toda la noche?", preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
"Dormí un poco en aquel sillón", señalé, aliviado de tener una distracción. "¿Y tú pudiste descansar?"
"Supongo que sí", dijo, encogiéndose de hombros. "A decir verdad, no sé qué pasó. ¿Puedes contarme?"
"No sabes beber, eso es todo", respondí, intentando simplificar las cosas y evitar los detalles más oscuros de la noche.
"No bebí mucho, de eso estoy segura", rebatió, y un escalofrío me recorrió la espalda.
"No vuelvas a hacer algo así", le advertí, mi voz más seria de lo que pretendía.
"Te dije que no lo hice", insistió. "Solo tomé dos shots y la copa que me sirvieron, hasta donde recuerdo."
Sus palabras resonaron en mi cabeza, trayendo a la memoria la conversación con Daniel. No quiero pensar mal, pero es probable que alguien pusiera algo en su copa. Pero, ¿quién sería capaz de hacer una canallada de esa magnitud? Quizás... quizás fue Román... ¡No! No sería capaz.
"¿En qué piensas?", preguntó Carter, sacándome de mis divagaciones. "Te quedaste callado con una expresión extraña."
"Disculpa, me quedé pensando en tus palabras", mentí a medias, sin querer revelarle mis sospechas.
"No salgo mucho a antros", dijo, ofreciéndome una pequeña sonrisa. "Disculpa por hacerte pasar una mala noche. Tuviste que cargar conmigo y hasta dormir en un sillón por mi culpa. Estuvo mal lo que hice." Su disculpa era sincera, pero sus palabras solo aumentaban la inquietud que se estaba gestando en mi pecho. Algo andaba muy mal con lo que recordaba.
No estuvo tan mal", Interrumpí, una risa suave escapando de sus labios. "No hiciste nada incorrecto y, honestamente, el sillón también es cómodo. Jajaja."
Cuando nuestras miradas se cruzaron, le sonreí, un alivio cálido extendiéndose por mi pecho.
De repente, algo llamó mi atención, y mis ojos bajaron involuntariamente hacia su pecho. La camisa le quedaba grande, demasiado grande. La imagen de ella la noche anterior, vulnerable y pequeña, se disparó en mi mente, haciéndome dar un respingo.
"¿Qué sucede?", preguntó, su voz denotando preocupación.
"Me ha querido dar un calambre", murmuré, sintiendo cómo el calor subía a mi rostro, tiñéndolo de un rojo intenso.
"¿Estás bien?", Carter preguntó, sin percatarse del verdadero origen de mi sobresalto.
"Sí, creo que estoy mejor", respondí, intentando disimular mi sonrojo.
"Tu cara se ha puesto roja", Carter notó, acercándose con el ceño fruncido. "Estás actuando muy gracioso, ¿seguro que estás mejor?"
"Sí, lo estoy", respondí, tomándola suavemente por los hombros y subiendo un poco su camisa para ocultar lo que me había distraído.
Carter sonrió, la tensión en su rostro disminuyendo. "Me has asustado, pensé que algo malo te ocurría y ahora comienzo a creer que te has estado riendo de mí."
"No, ¿por qué lo dices?", pregunté, intentando sonar lo más natural posible.
"Porque has estado evitando mirarme, ¿te parece graciosa la forma en que me queda tu pijama, cierto?"
"¡Jajaja, ¿Qué tiene de malo la pijama?!", exclamé, mi risa más nerviosa de lo que quería admitir. "Te queda... Bien."
"No te creo, jajaja. ¿Quieres más café?", Carter bromeó, extendiendo su mano hacia la cafetera.
Tomé la taza de café sin mirarla, aún con mi mano cubriendo parte de mi cara. "Gracias."
"Eres muy extraño", dijo Carter con una sonrisa cariñosa.
" No tienes idea de cuánto", le dije.
Terminamos el desayuno mientras charlábamos sobre la película, un intento desesperado por mi parte de distraerme con cualquier cosa, evitando por completo volver a mirar el pecho de Carter.
"¿Te gustaría salir?", le pregunté, buscando una excusa para escapar.
Ella me miró sin decir una palabra, intui que sabía sobre mis salidas así que le aclare antes de que su mente se hiciera suposiciones "¿Por un helado, a caminar?"
"Suena maravilloso, pero antes necesito volver a casa para ducharme y cambiarme", respondió Carter, levantándose de la mesa.
"Claro, te puedo llevar en cuanto me digas. Podría ofrecerte ducharte aquí, pero creo que te sentirás mejor en tu casa."
"Sí, no es que desconfíe de ti, pero prefiero hacerlo en mi casa."
"Bien, entonces te llevaré", afirmé con decisión.
"No hace falta, puedo pedir un taxi."
"De ninguna manera. No dejaré que te vayas en un taxi con esa pijama y mucho menos con ese vestido.
"No seas paranoico, estaré bien", Carter intentó tranquilizarme, pero mi mente ya estaba en modo protector.
"Insisto. Después de lo de anoche, no dejaré que te vayas sola. Yo seré quien te lleve y más tarde volveré nuevamente por ti, es mi última palabra."
Carter suspiró, pero una pequeña sonrisa apareció en sus labios. "Está bien, voy a cambiarme. Por cierto, gracias por prestarme tu ropa." Tocó mi hombro con sutileza antes de dirigirse a la habitación.
"Por nada, esperaré abajo", respondí, tomando rápidamente unos pantalones y saliendo del cuarto para darle espacio.
Me cambié y arreglé lo mejor posible en el cuarto de visitas. "¡Por Dios, estoy hecho un desastre! ¡Qué vergüenza que me haya visto así!", pensé, mi reflejo en el espejo confirmando mis temores. Hubiera preferido tomar una ducha rápida, pero en ese momento no contaba con el tiempo necesario.
Terminé de peinarme y salí en busca de Carter. "¿Ya estás lista?", pregunté al verla.
"Sí, vámonos", respondió ella, y comenzamos a caminar hacia la salida. La detuve, tomando sus manos.
"Carter, yo...", comencé, mi voz se atascó en mi garganta. Las palabras se deshacían en mi mente, luchando por tomar forma, por expresar lo que sentía. Quería explicarle, quería disculparme, quería… pero era inútil. Un nudo de indecisión y una extraña anticipación se me había formado en el estómago.
De repente, una voz nos interrumpió, helándome la sangre en las venas. "¡Vaya! Veo que estás ocupado. Me preocupé por ti, no atiendes tu celular y no regresaste anoche", la voz de Nelly, afilada como un cuchillo, cortó el aire. No era solo molestia; había un matiz de resentimiento que me puso en alerta. Sus ojos, antes cálidos y familiares, se endurecieron al posarse en Carter. La escaneó de arriba abajo, un examen minucioso y despectivo que no pasó desapercibido. Su mirada se detuvo en el vestido de Carter, y un ligero temblor apenas perceptible la recorrió.
"No me digan...", continuó Nelly, una sonrisa de suficiencia torciendo sus labios, pero en sus ojos bailaba una chispa de furia contenida. "¿Acaso pasaron la noche juntos?" La pregunta no era una inocente suposición; era una acusación, una estocada directa, cargada de celos puros y venenosos que empañaron el ambiente. El aire se volvió denso, cargado con la tensión de un momento que sabía, en lo más profundo de mi ser, cambiaría todo.