MI DESTINO ERES TU

CAPÍTULO 18

Dos años después. . .

El tiempo había transcurrido rápidamente. Para Félix Palacios, cada nuevo día comenzaba de la misma manera: con el canto del gallo, el aroma de la tierra húmeda y el susurro del viento a través de las hojas de los árboles. Sin embargo, a pesar de que su rutina parecía constante, su vida había cambiado drásticamente.

En tan solo dos años, el hombre de campo se transformó en uno de los empresarios más influyentes del país. Ahora dueño de una red de agroindustrias, varias compañías tecnológicas, un fondo de inversión y, recientemente, su propio banco, su nombre era sinónimo de fortuna y astucia. Las publicaciones de negocios lo llamaban "el millonario invisible", ya que nadie había podido capturar su imagen, entrevistarlo o convencerlo de asistir a eventos sociales. Para muchos, era un espectro con bolsillos rebosantes de dinero.

Sin embargo, para aquellos que lo conocían, Félix seguía siendo el mismo hombre con botas llenas de tierra, camisa arremangada y corazón de campesino. Ayudaba en la ordeña de las vacas con sus trabajadores, compartía comidas con ellos bajo la sombra del gran roble, y rara vez mencionaba su riqueza. El rancho siguió siendo su hogar, su lugar sagrado, su refugio.

Por otro lado, Isaura habitaba un mundo diferente.

Llevaba ropa de alta costura, viajaba en aviones privados y no repetía ningún atuendo. En su lujosa mansión de la ciudad, diseñada por decoradores europeos, organizaba cenas extravagantes, degustaciones de vino, fiestas de disfraces y encuentros de “filantropía” donde nadie ofrecía nada, pero todos pretendían ser generosos.

Sergio, su esposo, se consideraba un magnate. Invirtió en cadenas de comida rápida, importaciones de automóviles de lujo, energías sostenibles, criptomonedas, cafeterías gourmet… y fracasó en todos.  El dinero desapareció como si nunca hubiera existido, pero él no aceptaba la realidad. Se refugiaba en discursos vacíos y promesas sin sustancia.

Alfredo, que acababa de graduarse en administración (gracias a unos “favores académicos”), regresó de su interminable viaje por Europa con aires de rico heredero y perspectiva de tiburón, sin darse cuenta de que su padre ya había consumido su herencia.

—Papá, estoy listo para manejar nuestras inversiones —declaró una noche, con una copa de vino en la mano.

—Eso esperaba, hijo. Tengo un gran proyecto en mente. Solo necesitaba un socio con tu talento —contestó Sergio, tratando de ocultar la crisis que enfrentaba en sus palabras.

Esa noche, asistieron a un cóctel de la élite económica en un hotel de lujo. Era un evento donde se sellaban acuerdos, se organizaban matrimonios por conveniencia y se distribuían oportunidades como si fueran cartas manipuladas.

Isaura conversaba con un grupo de mujeres sobre su reciente tratamiento facial de diamante líquido, riendo como si el dinero nunca se le fuera a acabar. Alfredo, atento, observaba la sala en busca de una mujer adinerada, ingenua y sola.

Mientras tanto, Sergio se unía a unos hombres que disfrutaban de puros y copas de coñac.

—Una empresa sólidamente establecida está en una situación grave —dijo un magnate de cabello canoso, con una sonrisa burlona—. Su dueña, una mujer hermosa y arrogante, está desesperada. Ha perdido millones por un fraude interno. Está buscando inversores, pero nadie está dispuesto a tomar el riesgo. Yo le he cerrado todas las opciones. . .  eventualmente me pedirá ayuda.

—¿Y qué sacas de eso? —preguntó Sergio.

—La compañía. . . o la cama. O posiblemente ambas. Cuando se encuentre en la lona, lo veremos. El orgullo no llena las cuentas bancarias.

Alfredo levantó su copa.

—¿Y si antes de que eso pase alguien le ofrece una alternativa diferente… con un rostro joven y atractivo?

Los hombres se rieron. Sergio pronto comprendió lo que su hijo estaba insinuando. Era la oportunidad que habían estado esperando. Si podían acercarse a la empresaria antes de que se dejara llevar por el viejo buitre, podrían obtener algo mucho más valioso: el control de una empresa establecida. . . y tal vez algo más.

—Entonces, que inicie el juego —dijo Sergio, sonriendo de manera astuta.

Esa semana, Félix recibió una invitación para un almuerzo familiar en la ciudad. No tenía ganas de ir, pero algo dentro de él le decía que debía asistir. Al llegar, encontró a Isaura esperándolo con una copa de vino blanco y un vestido verde esmeralda que parecía de una pasarela de París.

—¡Qué milagro verte, hermano! —dijo con voz suave.

—No bebo entre semana —respondió él, con seriedad—. Vamos al grano, Isaura. ¿Qué sucede?

Isaura sonrió de manera falsa, pero al notar su tono, su expresión cambió.

—¿Es por el tema del dinero? Aún tengo. . . algunos ahorros.

—La mentira nunca ha sido tu fuerte, Isaura. Sé que están en problemas. ¿Creíste que no lo sabría?

—¡No estamos en problemas! —gritó, ofendida.

—Tu marido ha gastado hasta el último centavo. Tu hijo se comporta como un rey sin saber que ha perdido su corona. Y tú. . . pretendes que todo está bien mientras vendes joyas para pagar la piscina climatizada.

Isaura se quedó en silencio, herida.

Félix decidió suavizar su tono.

—Aún puedes reaccionar. Deja de gastar. Tómate un descanso. Viaja, pero no compres. Vive, pero no muestres de más. Piensa en tu hijo. En tu futuro. Si Sergio sigue controlando tu dinero. . . no solo perderás todo, también tu dignidad.

—¿Y qué me recomiendas? ¿Que lo abandone?

—Recomiendo que dejes de aparentar que tu vida es perfecta. Que seas valiente. Como mamá, que tuvo el valor de confrontar su propia realidad.

Isaura, por primera vez en muchos años, no contestó. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se las contuvo. Félix la observó una vez más antes de irse, dejando un silencio lleno de verdades en el aire.

Mientras regresaba al rancho, Félix reflexionó sobre aquella charla. Tenía dudas de si su hermana cambiaría de opinión… pero ya no podía asumir toda la carga.

A medida que el cielo tomaba un tono anaranjado, su mente se desvió hacia una mujer de pelo rubio claro y mirada melancólica, a la que había conocido en la carretera…

Aurora Madrigal. Desde entonces, ella no se había ido de sus pensamientos.

Y lo que Félix no sabía… era que pronto, el destino los reunirá de nuevo.