Una vez existió un pasado donde, de alguna manera, ella fue la villana de todo el imperio. Merecía morir en aquella guillotina. Sin embargo, ¿por qué recordaba ahora su vida pasada? Lo que era peor, había regresado en el tiempo, antes de que Kristina Laurent cavara su propia tumba.
Si de verdad había regresado, lo juraba. Juraba que, en esta vida, no volvería a ser la villana.
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Capítulo 23: El Susurro del Maná
Natalia y yo no volvimos a hablar del tema, no obstante, ambos duques evitaban comunicarse con ella, y cada vez que le preguntaba a Natalia que sucedía, ella callaba.
¿Quizás le daba vergüenza decir que los duques la evitaban por qué era un elfo?
—Hermana —habló Eylin— ¿por qué te quedas callada y no respondes?
—Lo siento, Eylin. ¿Hay algo que me quieras decir? —pregunté amablemente.
Sus ojos verdes brillaron mientras asentía.
—Hermana, ¿por qué no te ves feliz? Iremos al palacio, ¿no te emociona cómo a mí?
—No es eso. He estado preocupada por mi desempeño con el maná.
Mentí. En esta vida, lo que más anhelo es evitar la causa de todos mis males, aunque ahora no esté enamorada del príncipe heredero, no significa que no lo haré en el futuro, y eso deseo evitarlo.
Eylin volvió a asentir, un poco pensativa.
—Hermana, no debes preocuparte —dijo con media sonrisa— papá está investigando como ayudarte.
Me quedé en silencio, sin intención de romper cruelmente sus fantasías sobre un padre amoroso que no existía.
Eylin pareció notar mi mirada de compasión hacia ella.
—Hermana, yo lo oí hablar con mamá —anunció con pucheros— él mismo dijo que hará lo posible por ayudarte.
No respondí. Sostuve la taza de té en mis manos y la llevé a mi boca.
—Hermana, debes creerme. De verdad lo escuché, no estoy mintiendo —exclamó exaltada.
—Sí, lo sé —la tranquilicé.
Eylin me dirigió una mirada de enojo.
—Sé que no me crees —soltó cruzando los brazos— pero empezó a investigar el día que Natalia habló con él.
—Ya veo.
El ceño de Eylin se frunció, mostrando una expresión de total insatisfacción.
Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, apareció mi madre con una carta abierta en la mano.
—Mañana al anochecer se llevará a cabo el banquete de sucesión de la nueva duquesa Valois —anunció moviendo levemente la carta— el banquete será en el palacio.
La duquesa mostró una expresión divertida al ver a Eylin evitando su mirada.
—He de suponer que Eylin te lo comentó, ¿no?
Antes de que pudiese responder, Eylin se levantó de la silla y respondió: —¡Mamá! ¿Cómo no iba a contarle?
Eylin soltó un par de pucheros mientas ponía sus manos en las caderas.
—Pero no le conté todo... Le dije solo la mitad —aclaró con la barbilla en alto.
—Ya veo —respondió.
Observé su interacción con sentimientos encontrados, ¿era así como se relacionaban cada vez que yo no estaba presente?
Mis ojos se encontraron con los de mi madre, a lo que ella sonrió levemente.
—Kristina, su excelencia quiere hablar contigo. Es de suma importancia que vayas a su oficina —señaló.
Asentí, un poco nerviosa. La última vez que hablamos casi estalla su maná por mi culpa, bajé la vista mientras sostenía mi vestido entre las manos.
—No te hará nada —añadió la duquesa con una expresión juguetona— ya me encargué de ello.
—Bi... Bien —pronuncié un poco insegura.
Me levanté de la silla.
Caminé por los senderos del jardín. Admiré, a cada paso, el paisaje, tomando más tiempo del necesario.
Al estar dentro de la mansión, deseé encontrarme con Helena o a algún conocido que precisara de mi tiempo.
Mi cabeza se movía de izquierda a derecha, buscando a cualquier persona conocida, pese a ello, nadie apareció.
El pasillo que llevaba a la oficina del duque, usualmente largo, puesto que estaba ubicado al final de este, se sintió corto.
Me detuve frente a la puerta, con la mano levantada, dudando en tocar.
Toc.
Toc.
Detuve los golpes al oír el movimiento del interior.
Al cabo de unos segundos, la puerta se abrió. Ante mi vista apareció el duque, dándome el suficiente espacio para entrar.
—Buenos días, su excelencia —saludé, a lo que él asintió.
Me llevé una gran sorpresa al ver a Natalia sentada en el sofá de la oficina, quedándome de pie en el centro de la habitación.
—Era necesario que esté aquí —excusó, luego le dirigió una mirada al duque— si no resulta, haremos lo que dije.
Había un toque de advertencia en la voz de Natalia, y contraria a la reacción ofuscada que esperaba del duque, él estaba tranquilo.
—Lo sé —respondió acercándose.
Aunque no entendiera sobre qué hablaban, era evidente que estaba relacionado conmigo.
El duque se acercó, y extendió su mano, mirándome. Le devolví la mirada. Permanecimos en silencio, sin movernos.
—¡Ja, ja, ja! —Natalia soltó un par de risas escandalosas— debes poner tu mano sobre la de él.
—Oh —asentí.
Tos.
El duque tosió incómodamente. Volteó su rostro, y cortó el contacto visual, no obstante, todavía pude ver sus mejillas levemente sonrojadas y su mano extendida.
—Tiene más sentido ahora —comenté secamente.
Incómodamente, coloqué mi mano en su amplia palma.
El calor de su palma se transmitía hacía mi mano, dando calidez, no solamente en mi mano, sino que también en mi corazón.
¿A si se sentiría tomar la mano de un padre?
Recordé las incontables veces en las que pude ver a Eylin y el duque cerca, teniendo, verdaderamente, una relación paternofilial.
En esos días sentía una verdadera enviada hacia Eylin, imaginando que era yo quién era cercana al duque.
Repentinamente, un calor infernal quemó mi mano, interrumpiendo mis pensamientos, intenté retirarla, pero el duque lo previo y su mano sujetó firmemente la mía.
Pesé a que sabía que no era rival para la fuerza de un hombre adulto, aún más siendo una niña de físicamente 10 años, no resistía el impulso de querer retirar la mano y dejar de sufrir.
Por acto reflejo, de mis manos sentí escapar algo líquido. Me sonrojé, ¿estaba sudando?
Miré al suelo, con las mejillas sonrojadas, ¿cómo era posible que sudara ahora?
Gotas.
Gotas.
Cada sonido de goteo, hacía que mi cara ya sonrojada, se volvieran completamente roja.
Encogí más mi cuello, sin intención de levantar mi rostro.
—Vaya —dijo Natalia— imaginar que el elemento de agua respondió.
Elevé la vista luego de escuchar sus palabras. ¿Desperté un elemento?
—Ahora detenlo —indicó Natalia.
Gotas.
No obstante, no sabía cómo hacerlo.
La novela surgió un día mientras leía una historia en NovelToon, plagada de errores ortográficos y gramaticales. Pensé: "¿Por qué no escribo una yo, que tenga menos errores?". Lo hice sin mucha planificación, lo que provocó que la historia perdiera sentido, incluso para mí. Al releerla, me desanimaron las incoherencias, el mundo poco desarrollado y los personajes innecesarios que complicaron la trama hasta el punto de que ni siquiera yo recordaba quién era quién.