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MADHOUSE

MADHOUSE

Status: Terminada
Genre:Terror / Maltrato Emocional / Médico-paciente / Enfermizo / Romance oscuro / Completas
Popularitas:642
Nilai: 5
nombre de autor: ItZunarxy

𝙱𝚒𝚎𝚗𝚟𝚎𝚗𝚒𝚍𝚘 𝚊𝚕 𝙰𝚛𝚎𝚊 𝚁𝚘𝚓𝚊, 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚕𝚘𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚗𝚘 𝚎𝚜 𝚞𝚗 𝚍𝚒𝚊𝚐𝚗𝚘𝚜𝚝𝚒𝚌𝚘... 𝚂𝚒𝚗𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚜𝚒𝚗𝚏𝚘𝚗𝚒𝚊.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚙𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘𝚜.
𝚄𝚗𝚊 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚎𝚛𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜 𝚜𝚞𝚊𝚟𝚎𝚜.
𝚈 𝚞𝚗 𝚑𝚘𝚜𝚙𝚒𝚝𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚌𝚞𝚛𝚊, 𝚜𝚒𝚗𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚞𝚖𝚎.
¡𝙲𝚄𝙸𝙳𝙰𝙳𝙾!
𝙰𝚚𝚞𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘𝚜 𝚐𝚛𝚒𝚝𝚊𝚗 𝚎𝚗 𝚜𝚒𝚕𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘 𝚢 𝚕𝚘𝚜 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜 𝚋𝚎𝚜𝚊𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝚌𝚞𝚌𝚑𝚒𝚕𝚕𝚘𝚜.
¿𝚀𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚜 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚕𝚘𝚜, 𝙺𝚊𝚗𝚐? 𝙴𝚕𝚕𝚘𝚜 𝚝𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚗 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚝𝚎... 𝙰 𝚜𝚞 𝚖𝚊𝚗𝚎𝚛𝚊.
𝙳𝚒𝚜𝚏𝚛𝚞𝚝𝚊 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚌𝚝𝚞𝚛𝚊... 𝙳𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘 𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚊𝚛𝚊𝚜 𝚒𝚐𝚞𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚕𝚕𝚘𝚜.

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Capítulo 12

El hospital tenía su propio ritmo, un latido silencioso que se entrelazaba con la rutina, con el eco de los pasos en los pasillos, con el suave murmullo de conversaciones que nunca se extendían demasiado.

Aprendí a leerlo.

Cada paciente tenía su propia manera de encajar en ese ritmo, de adaptarse o resistirse. Y si bien ya comenzaba a comprenderlos, Adrian seguía siendo un misterio entre sombras y silencios calculados.

Siempre hablaba con mesura, con palabras precisas que parecían pensadas mucho antes de ser pronunciadas. En las sesiones grupales, su actitud era la de un espectador paciente, analizando cada interacción antes de decidir si participar o no.

La brisa matutina traía consigo un aroma fresco, cargado con la humedad y rocío de la noche previa. Desde el jardín, el leve susurro de las hojas danzando con el viento, proporcionaba un contraste sereno al ambiente solemne del hospital.

Era por eso que, para su sesión individual, decidí llevar la conversación a otro lugar, un espacio donde no hubiera paredes de por medio, donde el aire se sintiera más liviano

Probaría algo distinto con él.

En lugar de hacer preguntas incisivas, dejaría que hablara con la sutileza que él mismo elegía.

Hoy haríamos grullas de papel.

Cuando entré en la sala de terapia, Adrian ya estaba allí. Su postura era relajada, pero en sus ojos había ese brillo de observación que me recordaba que siempre estaba un paso adelante en la conversación, incluso antes de que comenzara.

—¿Qué traes hoy para mí? —preguntó con una leve sonrisa, dejando que su tono reflejara más curiosidad que desinterés — ¿vamos a hablar sobre mis traumas ocultos o vienes con algo más interesante?

Cerré la puerta con calma, mostrándole el paquete de papeles de colores que llevaba en las manos.

—Hoy vamos a hacer origami.

James inclinó la cabeza, su sonrisa ensanchándose apenas.

—Origami... Origami... —repitió, como si tuviera la palabra en la lengua y la probara con ella — no lo esperaba.

—Esa es la idea —dije cómo si fuera obvio.

—¿Voy a tener que fingir que esto me interesa?

—No, pero si lo intentas lo bastante, puede que termines interesándote de verdad —me encogí de hombros.

No discutió.

—Está bien —dijo, poniéndose de pie — ¿dónde quieres hacer esto?

—Afuera —sonreí.

Él alzó una ceja, como si la propuesta le resultara inesperada.

—¿Afuera? —me observó asentir — ¿siquiera se nos permite estar afuera?

—Yo te lo permito —dije con un tono autoritario —. ¿Te portarás bien?

Adrian sonrió.

—¿Acaso tengo diez años? —dijo con sarcasmo —, claro... Me portaré bien.

Asentí y me siguió por el pasillo al abandonar la sala común. Antes de cruzar las puertas del Área Roja, Hyun me detuvo.

—Estaremos en el jardín, es parte de la terapia —expliqué.

—Pero Kang—.

Hyun intentaba contradecirme, pero sería más rápida.

—Dije que llevaré a Adrian al jardín.

Odiaba sonar tan autoritaria, es difícil adaptarte cuándo trabajas con niños tanto tiempo.

Hyun no dijo nada y nos dejó pasar.

—¿Un cambio de escenario? —preguntó Adrian.

—Un poco de aire fresco no hace daño —suspiré.

El castaño asintió lentamente, como si estuviera evaluando la idea y con su misma calma habitual, me siguió..

El jardín delantero del hospital era un refugio silencioso.

A diferencia del resto de las áreas comunes, aquí el ambiente se sentía menos frío, menos clínico. Los arbustos bien podados y la fuente de mármol le daban un aire casi pacífico, como si este rincón estuviera suspendido fuera de la realidad del hospital.

Tomé asiento en una de las bancas de piedra, sintiendo la frescura del material bajo mis manos. Adrian se acomodó a mi lado, observando con detenimiento los papeles de colores que había llevado.

—¿Así que esto es parte de mi terapia? —preguntó.

—No todo tiene que ser una conversación seria —respondí — a veces, solo hablar de cosas simples es suficiente.

Tomé un papel azul y comencé a doblarlo con movimientos meticulosos.

—Cada vez que hagamos una grulla, haremos una pregunta o contaremos algo sobre nosotros —expliqué la actividad — ¿has hecho origami antes?

Adrian observó mis manos por un momento antes de agarrar un papel rojo.

—Una vez, pero no terminé lo que estaba haciendo —dijo con indiferencia.

—¿Por qué? —fruncí el ceño

—Perdí el interés —respondió sin apartar la vista de su papel — o tal vez no me gustó el resultado.

—Bueno, ahora no puedes dejarlo a medias —sonreí levemente.

—No sabía que te gustaba hacer esto —comentó, pasando la hoja entre sus dedos.

—Es relajante —respondí — y hay algo simbólico en ello.

—Déjame adivinar... —dijo con una sonrisa de lado — las famosas mil grullas de papel.

—Exactamente.

Adrian apoyó un codo en el respaldo de la banca, sin apartar la mirada de la hoja.

—Dicen que si haces mil, se cumple un deseo —desvió su atención hacia mi.

—Eso dicen —respondí.

—¿Alguna vez hiciste todas? —dijo con curiosidad.

—Algunas, pero no mil —confesé —, mi hermano me ayudaba, nos entusiasmaba la idea.

—¿De qué? —ladeó la cabeza.

—De que algo tan simple como doblar papel pueda significar algo más grande.

Adrian permaneció en silencio unos segundos antes de comenzar a doblar su papel con movimientos meticulosos.

—Siempre me han gustado los rituales —murmuró —, no porque crea en ellos, sino porque las personas que los siguen lo hacen con una devoción impresionante.

—¿Te parece absurdo? —cuestioné.

—No —negó con un leve encogimiento de hombros — me parece interesante.

Terminé el último doblez de mi grulla antes de formular la primera pregunta.

—Si pudieras viajar a cualquier parte del mundo ahora mismo, ¿a dónde irías?

Adrian no respondió enseguida. Sus dedos continuaron trabajando en el papel, marcando los pliegues con precisión.

—Japón, tal vez —no despegó la mirada de su trabajo.

—¿Por qué?

—Siempre me han gustado los festivales de verano —dijo — nunca he ido a uno, pero la idea me atrae.

—Los festivales suelen ser caóticos... Luces brillantes, música fuerte, mucha gente —su respuesta me extrañó.

—Sí, y también muchos juegos —añadió con una pequeña sonrisa —, siempre me ha gustado la idea de los juegos de feria.

—¿Del tipo que se hacen en pareja?

Adrian soltó una leve risa.

—Quizás...

Por primera vez en la sesión, su tono perdió esa calculada neutralidad. Era genuino.

—No parece el tipo de lugar que disfrutes —sonreí.

Él sonrió con ironía.

—Tal vez precisamente por eso quiero verlo.

—¿Te gustan los desafíos? —indagué.

—Me gusta ver cosas que no encajan conmigo —respondió, girando el papel en sus manos —, a veces, lo que no es familiar es lo que más nos atrae.

—Curioso, pensé que responderías algo más predecible —dije con sinceridad.

—¿Predecible? —frunció levemente el ceño.

—Algo más tranquilo, tal vez un bosque, un sitio apartado.

Adrian dejó escapar una suave risa.

—A veces, lo que mostramos a los demás no es lo que realmente queremos.

Había algo en su tono que insinuaba más de lo que decía.

Decidí no presionarlo.

—¿Y tú? —preguntó entonces — si pudieras irte a cualquier parte en este momento ¿a dónde irías?

Sonreí con ligereza.

—A la playa.

Silencio.

—¿Sol o lluvia?

—Lluvia.

Adrian asintió, como si eso tuviera sentido para él.

—Sí, pareces más del tipo que disfruta la calma en lugar del caos.

—¿Eso crees?

—No creo —dijo — lo sé.

El silencio volvió a instalarse entre nosotros mientras terminábamos las grullas.

Cuando la suya estuvo lista, la colocó sobre la banca para que la notara.

—No está nada mal —aprobé.

Adrian inclinó la cabeza, evaluando su propio trabajo.

—Aún no sé si pediré un deseo —dijo.

—Todavía te faltan novecientas noventa y nueve —sonreí.

James sonrió de lado antes de tomar otro papel y comenzar a doblarlo.

—Entonces, hagamos otra.

Su tono fue casual, pero el hecho de que eligiera quedarse un poco más, que decidiera hacer otra grulla sin que se lo pidiera, me dijo más que cualquier respuesta directa.

Seguí doblando el papelito, hasta terminar otra figura, tomando otro papel de la pila.

—Si fueras un animal, ¿cuál serías?

—Un gato naranja —respondió Adrián entretenido — nunca sabes si está jugando o si te está engañando.

—Me gusta su personalidad caótica —sonreí.

El castaño terminó su grulla.

—Si tuvieras que elegir un recuerdo feliz de tu vida, ¿cuál sería? —me preguntó

—Una vez cuándo era niña, vi la nieve caer en silencio por la ventana de mi habitación —dije — ése momento exacto... Cuando todo estaba quieto.

—También me gusta la nieve —dijo sonriendo levemente.

Continúe doblando el papel, hasta dejar la grulla junto con las demás.

Un travieso recuerdo se me vino a la cabeza.

—Cuando era niña, solía trepar árboles. Mamá se enojaba porque arruinaba mi ropa .

—No te imaginaba haciendo algo así —sonríe Adrian alzando una ceja.

—Era bastante bruta cuándo era pequeña —me encogí de hombros divertida.

La confianza no se ganaba con preguntas difíciles, ni con conversaciones profundas.

A veces... La confianza nacía en el espacio compartido entre silencios cómodos, en el roce del papel siendo doblado con paciencia, en la simpleza de saber que podíamos estar juntos sin necesidad de forzar nada.

Hicimos otra grulla.

Y luego una más.

Y cuando el tiempo de la sesión terminó, Adrian no fue el primero en levantarse.

Y eso era suficiente por hoy.

1
Afiq Danial Mohamad Azmir
¡Da más, no te canses!
y0urdr3amb0y
Excelente, es muy bueno.
彡 Misaki ZawaZhu-!
No puedo esperar por el próximo, darnos más, gracias
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