Maximiliano, un hombre lobo es transportado a otro mundo cuando huía de alguien que lo quería matar, en donde se topa con una humana muy peculiar, quien no solo le atrae, sino que trastoca su mundo y su ser. Juntos descubren que la humana no es de este mundo sino de donde viene Max, un mundo lleno de diferentes razas además de los humanos, y que hay un secreto detrás del encuentro entre los dos, que no solo los pone en peligro, también a sus mundos.
¿Descubrirán cuál es ese secreto? ¿Por qué los pone en peligro ese secreto?
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Capítulo 13
La diosa solo mantuvo su sonrisa y acarició la nariz de la mujer frente a ella.
-No eres una simple bruja, eres una hechicera.
Raven arrugó el entrecejo, ¿no era lo mismo bruja que hechicera?
-No – le respondió la diosa, aun cuando no lo había expresado verbalmente – la bruja requiere del espíritu que hace de puente entre el dios y su poder, mientras que una hechicera no necesita del espíritu, puede absorber la magia de su entorno mismo.
-Entonces, la hadita…
-Es mi versión de espíritu – la diosa acarició la cabeza de Raven como si se tratara de su hija – Tu aliento, en cuanto entraste al círculo, me llamó al instante. Puedes usar magia ancestral, la más rara y está vinculada a mí.
Raven intentaba procesar todo lo que la mujer le decía, y sentía su corazón desaforado ante lo increíble de la vista. Tenía que creer en la existencia de dioses extraños, magia y demás creaturas, y que ella misma era una bruja… no, una hechicera.
-Y cómo puedo usar la magia sin el intermediario.
-Solo medita, tienes un lugar dentro del corazón donde se almacena el maná de tu alrededor, en donde se forman círculos mágicos, mientras más círculos, más hechizos complicados se pueden formular y crear – la voz de la mujer que antes era clara, se volvía un murmullo – Los sentirás en cuanto intentes respirar la magia…
Raven abrió la boca intentando preguntar, ¿cómo? Pero el hada se había desvanecido en vapor, las velas se apagaron y todo el círculo se había desvanecido. Max se acercó y la abrazó con fuerza, dejándola sin aire.
-¿Qué pasa?
-Te enfrentaste a un dios, ellos no pueden traer su cuerpo real porque el mundo se destruiría.
-Y có… cómo pude verla…
-Uso un intermediario, un cuerpo falso – besó su cabeza – En todo caso, ya tienes una mejor respuesta a tus poderes.
-No – Raven sonrió con cierta desgana – Estoy más confundida ahora.
Raven suspiró y dejó que el calor del hombre y su aroma calmaran su mente. Ahora sabía que su estatus no era de bruja sino de una hechicera y que tenía mayor oportunidad de usar magia sin tanta dificultad, y aun así, sentía que sería bastante complicado. Solo le quedaba seguir estudiando el grimorio e investigar si hay respuesta a cómo almacenar maná en su corazón.
***
Russel aun curioso de lo que había en el sótano del laboratorio, se dirigió a la casa de Raven, que era el único lugar donde podía encontrar a Max, y antes de siquiera tocar el timbre, la puerta se abrió al instante, dejando un poco aturdido al chico. Miró al hombre con ropas modernas, mientras que tenía el cabello amarrado en una pequeña cola en su nuca. Su altura era casi de dos metros con una musculatura evidente; Russel no pudo evitar compararse, y aunque era más grande lo que fue alguna vez, seguía siendo un poco menos musculoso que Max. Se sintió un poco frustrado, pero no olvidó a lo que había venido, no tenía tiempo para distraerse.
-¿Qué haces aquí? – fue lo primero que dijo el hombre, quien parecía molesto con su presencia.
-Vine a verte.
-¿A mí?
-Sí, necesito consejos.
Max miró dentro de la casa, luego salió y le indicó que lo siguiera. En un salto ágil, subió la barda del condominio y subió al techo. Russel solo miró un poco impotente, esperando poder brincar con tanta agilidad como Max. Se impulsó con fuerza, pensando que si lo hacía leve no alcanzaría la altura de la barda, pero olvidó que tenía una fuerza más allá de un humano normal, y casi llega a dos metros, afortunadamente fue detenido por Max cuando lo tomó del cuello de su camisa.
-Primero que nada, aprende a moderar tu fuerza.
-Aún no he probado mis límites, cómo puedo medirlo.
-Practica.
Russel se acomodó su camisa murmurando en su corazón que cuando mejorara, no perdería contra este lobo.
-Sí, bueno – miró el piso un poco intimidado por la posición dominante de Max – La otra vez hablaste sobre el celo, pero quiero saber todo lo relacionado al hombre lobo. No vengo de tu mundo, he vivido en el mundo moderno toda mi vida, aun es inverosímil que yo sea un hombre lobo.
Max asintió, viéndolo desde su postura, era como ver a un cachorro que recién había aprendido a transformarse en lobo.
Y sinceramente, aun cuando no estuviera en su mundo, quería que él supiera cómo desempeñarse bien con sus habilidades, sin ser descubierto, ya que según Raven y las películas vistas, los humanos tenían tecnología y ambición para experimentar con seres sobrenaturales. Max al principio no entendió por qué no podía mostrar que era un orgulloso hombre lobo, en su mundo era normal conocer la raza que era, pero luego comprendió que en esta era, las distintas razas no existían. No había otros hombres lobos o yaguatos, tampoco brujas ni demonios, solo humanos, y los humanos odiaban lo diferente, se asustaban de lo que podría matarlos, y él, pareciendo una bestia salvaje, no sería precisamente bien recibido, y sería objeto de experimentos.
Max no quería arriesgarse, tenía prisa por regresar y si fuese capturado y utilizado como un experimentado, ciertamente no sobreviviría, y no quería eso. No le podía hacer eso a su familia, ni a su querida Raven.
Suspiró.
Miró al niño frente a él y decidió que le mostraría cómo cazar, cómo usar todas las habilidades natas en su máximo esplendor, así podría dejar concentrar a su querida hechicera, sin que él se volviera ansioso por el aroma a cítricos de ella que tenía toda la casa. Esta cosa del cortejo lo estaba volviendo más obsesivo con su mujer, casi casi, queriendo que estuvieran pegados, asfixiando a la pobre de Raven.
No era un hombre latoso, pero no podía hacer nada con el ritual del cortejo, era imposible pararlo, pero sí podía apaciguarlo por unos momentos y entrenar con este niño, seguramente lograría calmarlo un poco.
Apretó los puños y tronaron sus dedos en un crujido, también movió el cuello de un lado a otro, haciendo que los huesos y músculos crujieran.
Russel se sintió asustado en cuanto lo vio calentando. Creyó que lo ayudaría a usar sus habilidades, no a matarlo.
-Pensándolo bien, otro día vendré…
-No escapes, cobarde.
La palabra “cobarde” encendió el espíritu de lucha de Russel y se enderezó todo lo que pudo, sintiendo la sangre hervir. ¿Miedo? ¿Qué era eso? Él no tenía miedo, no, tenía las ansias de arremeter contra ese presumido. También se sobó los nudillos y aflojó los músculos de sus brazos.
Pero antes de siquiera lanzar un golpe, sintió un dolor terrible en la mandíbula y luego, todo se volvió oscuro.
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