Entre Cadenas Y Videojuegos

El viernes por la tarde me dieron de alta. Salí del hospital con la cabeza llena de dudas y un sobre con estudios que aún no quería leer. Aún no estaba lista para ver mi situación médica. El cielo estaba nublado, y aunque había algo de viento fresco, yo sentía el cuerpo pesado, como si todo lo que había pasado esos días me hubiese dejado más cansada de lo que imaginaba.

Cuando llegamos a casa, no esperaba a nadie. Pero al abrir la puerta, vi a mis tíos, a mis primos pequeños, a Mariana parada al fondo y a mi abuelita sentada en su silla favorito, con los ojos llorosos.

—¡Mi niña! —gritó mi abuela apenas me vio.

Se levantó con dificultad, caminó rápido hacia mí y me abrazó con fuerza. Sentí su aroma peculiar, y se me quebró la voz.

—Pensé que te iba a perder… —susurró—. Todas las noches le pedí a Dios que te dejara volver. Rezaba noche y día cuando me enteré que tu salud estaba mal, sólo me puse a llorar.

Me apreté a ella, cerrando los ojos.

—Aquí estoy, abue… ya estoy bien. Lo importante es que al fin estoy en casa.

Los demás se acercaron a abrazarme. Mariana no dijo nada, pero me miró con los ojos vidriosos y me apretó la mano. Sabía que tenía mil cosas por decirme… pero ese momento no era para eso.

Nos sentamos en la sala. Mi mamá explicó a todos lo que me habían dicho los doctores. Mi abuelita se quedó en silencio, su rostro serio, hasta que soltó en voz baja:

—Lo único que importa es que mi niña viva. Lo demás… se acomoda con el tiempo.

Sentí un nudo en la garganta.

Después de un rato, me llevaron a mi cuarto. Todo estaba igual, solo con sábanas limpias y un ramo de flores artificiales en la mesa de noche. Me senté en la cama, respirando ese olor a casa, a seguridad… aunque por dentro sabía que la tormenta seguía ahí.

Mi teléfono vibró.

Primero fue María.

"Bienvenida a casa, hija. Te quiero mucho. Descansa, que todo va a estar bien. Aquí estamos contigo."

Unos minutos después, Elías.

"Te amo, mi Isabelita. Gracias a Dios ya estás en casa. Trata de dormir, mi amor. Esta noche soñaré contigo y nuestro bebé. Sólo espero ese momento para estar juntos."

Cerré los ojos, sintiendo ese contraste entre las voces de mi familia y ese otro mundo donde él seguía imaginando cosas que yo aún no sabía cómo enfrentar.

Apagué el teléfono.

Mi abuela entró a mi cuarto poco después.

—Isa —dijo sentándose a mi lado—. No tienes que decidir nada hoy. Solo recupérate. Y pase lo que pase… siempre vas a tenernos. No pienses en nada sólo descansa y relájate un poco, el hospital suele cansar mucho.

Le tomé la mano. En ese momento, entendí que era el único abrazo que no me exigía nada a cambio. Ella era la única persona en este mundo que lograba entenderme.

Que no me pedía cambiar mi vida, ni prometerle un nieto, ni volcarme en alguien más. Tampoco estaba encima de mi esperando tomar una desición.

Solo estar viva. Para ella es lo más importante.

Y por primera vez en semanas, dormí tranquila.

Aunque sabía que al despertar, todo seguía ahí.

Esperando lo peor.