Alfa Vendido: Cadenas Rotas

Briam se pondría furioso si supiera que hemos salido a escondidas. No reconoce que he ganado fuerza y velocidad gracias a Katzi en estos años. Siempre nos dice que no podemos ir solas a una misión, pero no tenemos otra opción. El resto del equipo está ocupado en otro asunto y solo quedamos Tormenta, Bianche y yo. Bianche nos ha echado un hechizo de cambio para disimular. Yo parezco un hombre gordo y Tormenta un guardaespaldas. Estamos cerca del objetivo.

Bianche dice que la niña que buscamos está aquí. El lugar parece tranquilo, pero no nos fiamos. Hemos conseguido una invitación falsa para entrar. No sabemos qué nos espera. No hemos tenido tiempo de averiguar más. Nos bajamos de la Hummer con valor. Le muestro mi invitación a una señorita que parece elegante y sencilla, sin nada de vulgaridad. Me da la impresión de que nos hemos confundido de sitio.

Después de escanear la invitación, nos dejan entrar. Parece un restaurante elegante, como LaRose. Nos indican que tomemos el ascensor. Al bajar, un guardia de seguridad revisa a Tormenta. Aunque tenemos otra apariencia, es solo una ilusión. Si se acercan demasiado, nos descubrirán. La escanean y comprueban que no lleva armas. Hacen lo mismo conmigo y con el maletín que llevo. Les enseño el contenido del maletín y nos dan el paso.

Entramos y echo un vistazo rápido al lugar. Enseguida me arrepiento. Se me revuelve el estómago y avanzo con la mirada al frente. Sé que Tora está igual que yo. Esto no debería sorprendernos. Ya hemos hecho rescates parecidos con los chicos. Entrar a una mansión llena de matones, fingir ser millonarios y comprar al rehén. Simple y rápido. Pero este lugar es demasiado para nosotras.

Una mujer se nos acerca. Es realmente hermosa. Creo que es un hada. Nos indica nuestros lugares para la subasta. No tenemos mucho dinero. Solo lo necesario para que parezca real cuando lo toquen. Pero una vez terminada la misión, Bábidi Bu todo volverá a ser como antes. Nos dice que la subasta empieza en quince minutos y que podemos echar una mirada a los otros ambientes. Empezamos a recorrer las instalaciones con el objetivo de captar todo lo que podamos y buscar salidas en caso de emergencia.

No puedo evitar que nada me afecte, soy un viejo al que le gustan estas porquerías, no a las personas sino a lo que hacen con ellas. En la esquina hay un hombre cuyo cuerpo es un mapa de sufrimiento, se le ve frágil, con marcas de tortura y violencia. Su piel es blanca y áspera, tiene algunas heridas que parecen recientes. Su cara es una mueca de dolor y vacío, con la mandíbula tensa y la nariz torcida. Sus ojos son grises y sin vida, unos cristales celestes casi plomos que no reconocen nada de lo que ven. Su pelo es castaño oscuro, con un corte descuidado y sucio. Me da pena, mucha pena, pero también curiosidad.

Antes de que se acerque otro cliente, le pido a la hada que nos atendió que lo traigan a mi lado, que quiero entretenerme en la subasta. La mujer no dice nada y habla con un humano, este asiente. Sé que Tora me quiere matar con la mirada, sé que estoy complicando la cosa, pero no dejo de pensar en ese hombre roto.

Una vez que nos ubicamos en nuestros lugares, lo traen y lo hacen arrodillarse en el piso. Me percato ahora que lo tengo cerca que se trata de un hombre lobo, un omega. El que me lo dio me da una cadena que está unida al collar que lleva. No sé qué estoy haciendo. ¿Qué voy a hacer con él?

Al parecer no soy la única que tiene a uno de ellos cerca, por lo menos nadie se fija en nosotras. En eso, la música empieza a sonar, veo que el sonido molesta al omega pero este apenas se mueve. Han pasado como media hora donde hadas y otras criaturas bailan, y cuando terminan abren las cortinas y aparece un tanque inmenso de agua y dentro, Josephine, la pequeña niña que hemos venido a rescatar.

Siento un nudo en la garganta, un escalofrío en la espalda. Esto es lo que hemos venido a hacer, pero no sé si podremos. Miro al omega, que sigue arrodillado a mi lado, y me pregunto si él también quiere escapar de este infierno.

Cuando empiezan a pujar por la sirena, no intervengo hasta que veo que ya no quieren pujar más. El último monto son 5 millones, levanto mi paleta y el encargado dice ¿6 millones? De la forma más arrogante niego y digo 10 millones.

El resto me mira asombrado, yo solo me encojo de hombros y les grito ¿acaso un buen hombre no puede regalarle un juguete a su hijo favorito? La mayoría estalla en carcajadas y asienten. Con eso termina la subasta. El encargado se acerca y empieza a hablar conmigo, le digo que me gusta engreír a mi muchacho con estas exquisiteces, que acaba de cerrar un trato millonario y merece un buen regalo. El encargado dice que entiende, mira al omega que tengo al lado y me dice si me lo quiero llevar como regalo para que yo también me divierta. Internamente estoy que golpeo las paredes de mi mente para no darle un puñetazo a este tipo, intento poner mi cara más de viejo pervertido que me pueda poner y pregunto ¿y si me aburro qué hago con él? El vendedor me responde que si quiero puedo usarlo como saco de pelea, que aunque se vea frágil su poder de recuperación es asombroso. Yo río maliciosamente, jalo un poco de la cadena intentando ser suave pero que el movimiento se vea brusco. El omega voltea y le digo tú vienes conmigo.

Él ve al dueño del sitio y este le dice Gloomy, ya tienes nuevo dueño, le da una caricia en la cabeza como si fuera un cachorro y se ríe. Al hechizo le queda una hora así que miro mi reloj y me dirijo a Tora.

—Encárgate de que pongan el paquetito en el carro, ponle un bonito listón.

Tora sabe que es el término para ir saliendo. Una vez que veo a Tora seguir a uno de los encargados me quedo con el omega y con el dueño que me empieza a hablar sobre lo próspero del negocio y si quisiera invertir ahí. Sí, claro, viejo horroroso, le grito en mi cabeza. Tora regresa para decirnos que ya está listo.

—Hey, muévete a mi lado y no alces la mirada — le digo con total frialdad al omega.

—Sí, amo — me responde en un susurro una voz sin vida.

Tora sube al asiento del piloto, el lobo y la sirena están en la maletera de la hummer que por suerte es muy espaciosa. Yo me subo al carro y evito despedirme con un apretón de manos con el dueño. Tora maneja lento para salir del estacionamiento subterráneo, avanzamos un tramo como si no pasara nada, en eso me doy cuenta que en unos segundos nuestros disfraces y el dinero que entregamos se desvanecerán.

—Ayúdame con la sirena y pasen adelante — le ordeno al lobo.

—Sí, amo — me contesta y empieza a moverse con cuidado. Veo que es muy delicado al agarrar a la niña, ya que está aterrorizada cuando le indico que me la ponga en el regazo.

—Pequeña, ¿crees en los finales felices de los cuentos? — le pregunto intentando verme lo más sincera posible en este disfraz.

—Sí — me responde llorando y se me parte un poco el corazón.

—¿Y tú? — le pregunto al lobo que no responde, solo me queda mirando mientras ve cómo mi disfraz va desapareciendo en pequeñas partículas. Al fin el lobo muestra una pequeña confusión en su mirada, les sonrío a ambos.

Saco de debajo de mi asiento una máscara especial para la pequeña, porque sé que ahora está sufriendo un poco ya que no está en el agua y respira con dificultad. Una vez que se la pongo, veo el alivio en su rostro y hablo con Tora y Bianche mediante mi auricular.

— Chicas, ya tenemos a la niña, regresemosla a casa antes de que se den cuenta de lo que tienen en manos.

—Pastelito, tú sabes que te quiero — me suelta Tora con una voz tan dulce que sé lo que viene a continuación — ¿Qué diablos estabas pensando? Era algo simple: entrábamos, rescatábamos a la niña y nos íbamos, así de simple.

—Tormentita linda, no te molestes, todo lo tenía calculado.

—¿Chicas? ¿Algo que declarar? — nos pregunta Bianche.

—Solo que nos salimos un poco del plan y tenemos compañía — dijo Tormenta con sarcasmo.

—¡Ya está! No me hagan cargamontón, de solo imaginar el sermón de Briam ya voy a tener pesadillas un año. — Tormenta iba a decir algo, pero en eso oímos los disparos.

Veo que Josephine se pone nerviosa y se la paso al omega.

—Princesita, tranquila y solo piensa que quieres llegar a casa, solo eso — ella asiente — Necesito que tú también pienses en volver a casa.

—No tengo casa, amo — me lo dijo sin emoción alguna.

—Entonces piensa en un lugar tranquilo sin que nadie te moleste, que si no nos atrapan.

Mis palabras parecieron sorprenderlo, pero no tengo tiempo de analizar su reacción. Con cuidado, toco su cabeza indicándole que la agache. El carro es ultra blindado y tiene una ligera protección mágica, pero nunca se sabe. Me acomodo en la parte trasera del auto y por la ventanilla lateral saco mi rifle, solo para dispararle a las llantas de los carros que nos persiguen. Avanzamos un tramo hasta unas calles que son cortas. Empezamos a girar, doblamos por una y por otra y cuando no veo los carros, grito:

—¡Bianche, abre el portal ahora!

Inmediatamente aparece delante de nosotros un hilo de luz que se abre. Entramos con él mientras veo con miedo a los dos que están en el asiento delantero, esperando que me hayan hecho caso y estén pensando en eso. Si no, nos quedaremos atrapados aquí.

—¡Cierra el portal! — grita Tora. Veo cómo el portal se cierra rápidamente. Suspiro porque aún no he visto el carro que nos seguía.