Me preguntó si hay en el mundo una mujer que no me de dolores de cabeza. Una mujer que nunca desarrolle sentimientos por mi, una mujer que entienda la diferencia entre sexo y amor. Si la hay me encantaría conocerla. Hacerla mi amante y disfrutar la compañía sin compromisos.
¿Dónde encuentro una mujer así?
NovelToon tiene autorización de Regina Cruz C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¡Por qué es difícil!
... Esther.
¿Sexo por dinero? ¿Hay mujeres que aceptan una propuesta tan asquerosa?
'Las prostitutas' me responde mi cordura. Es cierto, pero ellas son prostitutas, ese es su oficio, posiblemente hasta les guste, pero no estoy hablando de ellas. Hablo de las mujeres que tienen otros trabajos, ya sea de secretaria, arquitecta, doctora, modelo, vendedora en el tianguis, una mujer que se gana la vida así, ¿aceptaría ser amante de un millonario por dinero?
Yo no. No me importa lo necesitada que estoy, nunca seré amante de ese tipo, ni de ningún otro. Mi cuerpo es solo de Dylan y para Dylan.
En el hospital choque con un pecho duro, por un momento me tambale, pero unos brazos me detuvieron.
— ¿Estás bien? — Levanté la cabeza, me encontré con unos ojos familiares. — Esther. — Una sonrisa se formo en su rostro rudo.
— Hola. — Saludé más relajada. Esos ojos similares a los de Dylan me brindaban un poco de tranquilidad en éste momento.
— ¿Cómo estás? — Me aparte despacio y acomode mis pies en el piso.
— Estoy bien. Tengo que estarlo.
— Dylan es un hombre fuerte. Saldrá de esta y de las que vengan. — Yo quería creer lo mismo, pero la amenaza de su madre me dejó inquieta. Más ahora que no tengo dinero. Pero quizás Diego puede ayudarme. El es su primo hermano, son grandes amigos y siempre se han llevado bien.
— ¿Tu me ayudarías a pagar el tratamiento?
— ¿No lo está pagando mi tía? — Su seño se frunció. El cabello rubio salió de su perfecto peinado. Estaba molesto, era evidente.
— Amenazó con retirarle su apoyo si no me alejo.
— No puedo creer que lo hiciera.
— Diego te necesitamos. No quiero estar lejos de él. Por favor ayúdame. — Sus labios delgados formaron una sonrisa relajante. Tomó mis manos y dejo un beso en ellas.
— No te preocupes por nada. Yo me encargaré de todos los gastos.
— Muchas gracias. Eres mi salvador. — Le di un abrazo y me despedí. — Voy a verlo.
— Está bien.
Antes de entrar a la habitación me mentalice para lo que veía, "se fuerte" "se muy fuerte" me dije. Abrí la puerta y sonreí. A pensar de que sólo quiero llorar.
— Hola amor. — Me incline a besarlo. — Te eche de menos.
— ¿Por qué sigues viniendo?
— Se que me extrañaste. Lo entiendo, soy irresistible. — Sonreí todavía con ganas de llorar.
— No te hagas la fuerte conmigo. Se que odias verme con esta apariencia.
— Claro que no. Por primera vez en la vida estás menos guapo que yo. Eso es algo que valoró. — Su semblante continuaba serio. Antes era muy fácil hacerlo sonreír.
— Estás usando mucho maquillaje hoy. No me gusta.
— Quería verme hermosa para ti.
— Eres más bella al natural. — Sonreí, al fin recibir un comentario lindo. La atmósfera fue interrumpida por sus padres. Ambos me corrieron del hospital, de la vida de su hijo, del planeta si era posible. No entiendo por qué me odian tanto, ¿por qué no entienden que no tiene nada de malo ser de clase media?
— Amor vendré mañana. — Trate de besar sus labios, el lo evitó.
— Ya no vengas.
— Sabes que lo haré. — Advertí.
— Mi hijo no te quiere aquí. Entiende ya.
— Usted no sabe lo que Dylan quiere. No sé meta entre nosotros. — Saque mi lado malo con ella. — Amor, mañana vendré, no te atrevas a prohibir mis visitas, o te juro que trepo las ventanas. — En un descuido suyo le di un pequeño beso. — Te amo.
Después del trabajo, fuí al hospital. Lidiar con sus padres me mantenía ocupada de mis pensamientos dolorosos. Los evitaba lo más que podía, veía a Dylan con ayuda de Diego, el era mi cómplice en todo esto. Siempre estaré agradecida. — Si un día necesitas ayuda con una chica. Aquí está tu cupido.
— Gracias, pero ese día no llegará.
— ¿Por qué tan seguro?
— Por qué lo se. Anda ve, mis tíos no tardan y sus peleas me agotan.
— Está bien. Gracias. — Entré a la habitación y dejé un lindo osito en la cama. — Mira amor. Te compre un regalo. — Fuí a besarlo. Cómo siempre me evitó. Se que está enfermo pero no es contagioso.
— Te dije que ya no vengas.
— Y yo no te hice caso, ni lo haré. — Advertí sonriente. — ¿Quieres jugar cartas? ¿O domino? También podemos jugar ajedrez. O...
— ¡Ya deja de fingir que estás bien! — Las lágrimas cayeron de sus ojos. — ¿Creés que no me doy cuenta? Odio verte así, finges una sonrisa cuando en realidad te estás rompiendo, y yo soy la causa. Se que me vez y sólo quieres darte la vuelta e irte. Se que te estás muriendo por dentro. Y odio saber que soy el responsable. Odio saber que te estoy haciendo más daño del que jamás te han hecho. — Verlo enfermo ya era difícil, verlo llorando me rompió el alma, me rompió más de lo que creí posible. — Vete y no regreses. Ve y enamorate de alguien más. Alguien sano que no tengas que ver morir. — Rompí a llorar en ese instante. Tenía razón, nadie nunca me había hecho tanto daño, pero no lo hacía intencionalmente. El no tiene la culpa de su estúpida enfermedad.
— ¿Por qué eres así? — Reclamé. — ¿No puedes ver qué sólo te amo a ti? ¿No vez que me lastima tu rechazo?
— No quiero que estés aquí cuándo yo muera.
— No te vas a morir. El tratamiento...
— El tratamiento me está convirtiendo en un adefesio, mírame, ¿te sigo pareciendo guapo?
— Para mí eres el más hermoso. — Toque su rostro.
— Mentirosa. — Aparto mi mano bruscamente. — Tus ojos no me ven igual. Me ves con lastima.
— ¡Por qué es difícil! — Grite. — Es difícil verte en esta cama, es difícil soportar la hostilidad de tus padres. Y lo más difícil es soportar la tuya. Me estás haciendo más daño con tu rechazo que cualquier otra cosa. Me haces desear ser la enferma y morir en tu lugar.
— No digas eso. — Creó que lo hice sentir realmente mal. — Esther nunca vuelvas a decir algo así. — Me senté en la cama y tome su rostro. Bese sus labios carnosos hasta obtener su aceptación.
— No me alejes. Por favor, superemos ésto juntos. Yo sé que podemos. Por favor. — Suplique una y otra vez.
— No me hagas esto. Sabes que no puedo.
— Dime que si. — Suplique con mi cabeza pegada a la suya, su nariz pegada a la mía, sus labios a unos centímetros de los míos. — Dime qué vas a luchar contra esta enfermedad. Dilo por favor. — Mis ojos tiraron lágrimas sobre las sábanas.
— Voy a luchar. — Sus manos tomaron mi rostro. — Voy a luchar por ti. — Está vez fue el quien me besó. — Te amo. — Mi corazón se sintió tranquilo después de tantos días.
con que necesidad meter al primo loco, patético este capítulo, nada que ver