Camilo Quintero es un hombre arrogante, que no tiene reparos en hacer sentir mal a los demás. No cree en el amor y se niega rotundamente a casarse. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando su abuelo lo destituye del cargo de CEO, le quita todas las tarjetas de crédito, su dinero y le da un año para que consiga un trabajo digno y cambie su forma de ser.
En medio de su nueva realidad, Camilo conoce a Lucía Fernández, una joven humilde, sencilla y amorosa, todo lo contrario a él. Por circunstancias del destino, terminan conviviendo juntos y, poco a poco, se enamoran. Sin embargo, la familia de Lucía no lo acepta, convencida de que su hija merece a alguien mejor y no a un “bueno para nada” como Camilo.
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CAPITULO 8
Camilo ya no podía ocultar sus sentimientos por Lucía. Se había enamorado como un niño chiquito, sin defensas, sin barreras. Todo en ella le parecía perfecto su voz dulce, su risa contagiosa, incluso su mal genio cuando algo no le salía bien. Pero el miedo a ser rechazado, a que le rompieran el corazón otra vez, lo carcomía por dentro como termitas devorando madera vieja y en este caso su pobre corazón.
Caminaba de un lado a otro en la pequeña habitación de la pensión, como un león enjaulado. Desde que había llegado hacía tres meses, su vida había cambiado por completo. Jamás se imaginó compartiendo casa con gente tan peculiar... y tan entrañablemente amable, nada que ver con la gente que lo rodea en su propio mundo.
Se detuvo frente a la ventana, suspirando. El sol de la tarde se ocultaba y entonces la vio ahí venía Lucía caminando por la acera, cargando bolsas llenas de verduras, frutas y algo más que no alcanzó a distinguir. Su cabello se movía con la brisa y en su rostro brillaba esa sonrisa que le revolvía el alma.
—¿Qué voy a hacer con lo que siento por ti Lucía? —susurró, con la frente pegada al vidrio—. Eres la mujer indicada para mí y me quiero casar contigo ,formar una familia.
Sin pensarlo dos veces, salió de su habitación decidido a ayudar a su amor. Ya casi era la rutina de meterse en la cocina, aunque su dignidad todavía temblaba al recordar el día en que lavó el baño en la pensión.
Lucía estaba guardando algunas cosas en la alacena cuando lo vio entrar.
—¿Otra vez merodeando por la cocina, Camilo? —preguntó divertida.
—No merodeo, es apoyo moral —respondió con una sonrisa mientras le quitaba una bolsa pesada de las manos—.Si me dejas ayudarte a organizar lo que trajiste.
—Eso me suena a excusa con un nombre elegante —dijo ella riendo.
Camilo rió también, y se acercó a tomar algunas zanahorias.
—¿Te conté cuando lavé el baño por primera vez aquí?
—¿La vez del resbalón con final dramático?
—¡Esa misma! —respondió él soltando una carcajada—. Angie me dio una cubeta con agua caliente y jabón, y yo, muy valiente, me metí a limpiar. Pero no contaba con que el piso iba a quedar más resbaloso que pista de patinaje. Me fui de espaldas con todo y escoba... ¡y la cubeta me cayó encima!
Lucía se tapó la boca, intentando no reír, pero fue inútil.
—¡Y eso no fue lo peor! —continuó él—. Angie entró justo cuando yo estaba empapado, tirado como foca en el suelo, y me soltó un zape en la cabeza. “Por bruto”, me dijo. ¡Como si no fuera suficiente con la humillación!
Ambos estallaron en carcajadas. Lucía se sujetaba el estómago, y Camilo apenas podía hablar.
—Y desde ese día —dijo él entre risas— Angie me mira con desconfianza cada vez que me acerco al baño. Creo que piensa que voy a destruirlo.
—Es que tú y la limpieza no hacen buen equipo, Camilo.
—Pero me esfuerzo. Por ti, por ustedes. Porque esta pensión... Que se ha vuelto mi hogar.
Lucía lo miró con ternura. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción , dulzura y algo más .
—¿En serio, Camilo?
—Sí. Y también porque... "estoy enamorado de ti, Lucía"—penso Camilo sin dejar de mirarla.
Ella dejó lo que tenía en las manos, y por un instante el mundo se detuvo. Luego dio un paso hacia él.
—¿Sabes qué? Yo también me acuerdo de ese día en el baño. Me reí tanto que me dolía el estómago... pero también me di cuenta de que eras distinto.
—¿Distinto cómo? ¿Como torpe profesional?
—No. Como alguien real. Sincero. Alguien que, aun con miedo, se mete al baño de una casa ajena con una cubeta y una escoba.
Camilo soltó una risa suave, mientras ella tomaba su mano.
—Entonces... ¿puedo seguir haciendo el ridículo por ti?
—Solo si prometes no volver a dejar que el jabón te gane.
—Trato hecho.
Se miraron unos segundos y luego se abrazaron, rodeados del aroma a cebolla recién cortada y el eco de sus risas. A veces, el amor llegaba con zapes, escobas y resbalones, pero cuando era sincero, bastaba con una mirada para entender que todo había valido la pena.
Camilo se acercó lentamente a Lucía. Sus ojos, fijos en los de ella, brillaban con una mezcla de nerviosismo y ternura. Alzó la mano con cuidado, como si temiera romper algo frágil, y acarició su mejilla con la yema de los dedos. Lucía contuvo la respiración.
Sin decir una palabra, Camilo se inclinó y la besó.
Para Lucía fue una sorpresa. Por unos segundos, se quedó inmóvil, con el corazón desbocado y la mente en blanco. No esperaba aquel gesto, pero algo en la forma en que Camilo la besaba, con dulzura, con respeto, con un amor contenido durante demasiado tiempo, la conmovió.
Entonces, cerró los ojos y se dejó llevar.
El beso que comenzó suave, casi tímido, fue ganando intensidad. Pronto se volvió salvaje, lleno de pasión, de sentimientos contenidos que por fin encontraban salida. Sus cuerpos se acercaron más, como si el uno buscara fundirse con el otro. El mundo se desvaneció a su alrededor, y solo quedaron ellos dos en la cocina.
Tuvieron que separarse, jadeantes, con las respiraciones entrecortadas, cuando el aire ya se había perdido.
—Lucía… —susurró Camilo, con la voz temblorosa. Con su mano que aún rozaba su mejilla, acariciándola con una ternura infinita. La miró a los ojos y sonrió con una mezcla de nervios y esperanza—. Quiero preguntarte algo.
Lucía no dijo nada, pero sus ojos hablaban por ella. Camilo tragó saliva y dio un paso más, tan cerca que podía sentir el latido acelerado del corazón de ella.
—¿Quieres ser mi novia? —preguntó con el alma desnuda—. Te prometo hacerte feliz, cuidarte, respetarte… y nunca, nunca lastimarte.
Lucía lo miró, sorprendida una vez más, pero esta vez no dudó. La emoción se le desbordó en los ojos, y una sonrisa dulce y sincera se dibujó en su rostro, una de esas sonrisas que desarmaban por completo a Camilo, que le daban sentido a todo.
—Sí, Camilo… acepto ser tu novia —respondió con una voz que apenas era un suspiro.
Camilo la abrazó con fuerza, como si al tenerla en sus brazos pudiera protegerla de todo lo malo del mundo. Y en ese instante, supieron que algo hermoso había comenzado a crecer entre ellos dos ...
Continuara ...
Gracias Mar por la maratón 😘😘😘
se encuentren de nuevo, seguro que la madre hizo algo, en la desaparición de Lucrecia 🤔