Dos hermanos contra lo que acecha a su familia. Annabeth y Joseph descubren que su familia tiene una relación con un ser que había vivido décadas atrás. Todo comienza a despertar en un pequeño pueblo donde los hermanos llegan, lo que parecía ser una semana de vacaciones con la familia se convierte en una búsqueda del más allá.
¿Maldición o bendición? ¿Premio o castigo?
¿Qué es lo hay detrás de todo?, ¿Vida o muerte?
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Capítulo 11: Recuerdos.
La noche pareció transcurrir con normalidad, los padres de los dos hermanos se fueron a dormir, los visitantes hicieron lo mismo, Joseph también se dejó vencer por Morfeo, el dueño del sueño. Todas las luces se apagaron y todo quedó en completo silencio siendo solo la brisa nocturna que agitaba los árboles de vez en cuando la que se que se siguió despierta, aunque en lo último de los pasillos, una habitación se encontraba en las penumbras de una lámpara de noche encendida, Annabeth, que no podía conciliar el sueño se encontraba sentada aún en aquel sillón mientras leía un libro.
La brisa golpeaba la ventana por ratos y vagaba alrededor de la casa, en ese silencio que llevaba la pelinegra no podía evitar escuchar voces que le decían algo que no podía comprender, creyendo que eran solo sus pensamientos dejó a un lado el libro y se acomodó en el sofá mientras volvía a recordar su infancia y cómo fue la última vez que esa sombra apareció en sus sueños.
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Esa noche se había preparado una pequeña fiesta, por su cumpleaños número 15. Los invitados fueron los compañeros de clase y los padres de Janeth; todo era un bullicio para ella quien prefería el silencio ante todo, en un momento de descuido logró escapar de la sala en donde se encontraban los invitados, subió las escaleras y al llegar al segundo piso soltó un suspiro de alivio. Caminó con tranquilidad hacia su habitación y mientras lo hacía las luces de los pasillos empezaron a parpadear, de un momento a otro toda la mansión quedó en la oscuridad, ese lugar que durante el día parecía una casa hermosa y llena de decoraciones, en ese momento se convirtió en un hogar que pareció salir de alguna película de terror; los grandes cuadros, los candelabros y las figuras que estaban por los pasillos ahora parecían grandes seres deformes que posaban sus ojos en la pelinegra, tragó saliva y se quedó inmóvil viendo como en el fondo del pasillo un tipo de humo negro empezaba a cubrir todo a su paso hasta llegar a ella y dejarla en la completa oscuridad como si hubieran vendados sus ojos.
— ¿Joseph? Esto no es gracioso. —
Exclamó creyendo haber visto a alguien moverse en esa oscuridad caminando hacia ella, pero no hubo respuesta.
— Joseph, si haces esto para asustarme te advierto que no voy a caer ante tus tontos trucos y cuando te encuentre debes empezar a rezar por tu vida. —
Ni una palabra más que una suave risa se escuchó y luego las pisadas de alguien acercándose. Annabeth apretó la tela de su vestido con ligera molestia, luego levantó sus dedos e intentó utilizar su magia la cual no funcionó, solo salieron pequeñas chispas de sus manos
— Joseph ¿Incluso te atreves a sellar mi poder? Vas a ver, donde sea que estés voy a encontrarte niño malcriado. —
Con decisión y molestia caminó hacia los pasillos buscando a su hermano, caminó por unos segundos y pensando que ya estaba cerca de la puerta de su habitación apresuró el paso, pero luego de varios minutos parecía seguir caminando sin llegar a ningún lugar. Entonces se detuvo mirando a su alrededor tratando de divisar de que todavía estuviera en la casa de sus padres, para su sorpresa esa espesa oscuridad que le impedía utilizar su habilidad empezó a dispersarse hasta desaparecer; una helada brisa golpeó su cabello y un escalofrío recorrió su cuerpo al instante, sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta que estaba en medio de un bosque, sola.
En la espesa oscuridad divisó un par de ojos como el fuego mirándola, su cuerpo volvió a paralizarse sin poder mover un músculo. Unos segundos después ese ser salió entre esos árboles y se acercó en su dirección a toda velocidad, Annabeth cerró los ojos con fuerza y al abrirlos nuevamente se encontró en el mismo lugar de antes, en los pasillos de la casa, en dirección a su habitación. Todo parecía normal y las luces seguían encendidas, con rapidez entró a su cuarto y esa fue la primera noche en la que pudo dormir sin tener ninguna pesadilla.