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Entre el Deber y el Deseo

Entre el Deber y el Deseo

Status: Terminada
Genre:Venganza / Matrimonio contratado / Mujer poderosa / Matrimonio arreglado / Completas
Popularitas:32
Nilai: 5
nombre de autor: Dana Cardoso

A los dieciséis años, fui obligada a casarme con Dante Moretti, un hombre catorce años mayor, poderoso y distante.
En sus ojos, nuestro matrimonio era solo un contrato; en los míos, era amor.
Fui enviada al extranjero para estudiar y, durante cinco años, viví con la esperanza de que algún día él realmente me viera.
Ahora, graduada y decidida, he vuelto a Florencia.
Pero lo que encuentro me destruye: mi esposo tiene a otra mujer y planea casarse de nuevo.
Solo que esta vez no será a su manera. Ya no soy la chica ingenua que dejó partir.
He vuelto para reclamar lo que es mío: el nombre, la fortuna, el respeto… y quizá, mi lugar en su cama y en su corazón.

NovelToon tiene autorización de Dana Cardoso para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 2

(Punto de vista de Dante)

Mi nombre es Dante Moretti, y tengo treinta y cuatro años.

Soy CEO de una de las mayores constructoras de Europa, herencia de una asociación que comenzó mucho antes de que yo naciera, entre mi padre, Vittorio Moretti, y el hombre que se convirtió en mi padrino y casi un segundo padre, Lorenzo Vitali.

La vida me enseñó pronto que el éxito exige sacrificios.

Trabajo, estrategia, frialdad.

Tres palabras que moldearon quién soy, o quién aprendí a ser.

Pero ninguna de ellas me preparó para el día en que Lorenzo me llamó al hospital, el rostro pálido, los ojos serenos, y me pidió algo imposible.

—Dante… quiero que prometas que cuidarás de Bianca.

En la época, ella tenía dieciséis años. Una niña dulce, ingenua y completamente ajena al peso de aquel pedido.

Yo intenté rechazar. Dije que aquello era una locura, que había otras formas de protegerla, pero Lorenzo no me escuchó.

Sabía que no tenía tiempo, y me miró con la misma firmeza que siempre usaba cuando quería que yo dijese “sí”.

—Necesito tener la certeza de que ella estará segura… y de que todo lo que construí permanecerá en las manos correctas. Si ella se queda sola tendrá que ir a un orfanato o algo parecido, todo lo que construí caerá en las manos de aquellos tiburones devoradores. Dante, no puedes dejar que eso suceda.

Y así, entre papeles, lágrimas y promesas, y los papeles de autorización de mi padrino para que ella pudiese casarse pues era menor, acepté.

Acepté casarme con una niña que yo vi crecer.

La ceremonia fue silenciosa.

Sin flores, sin invitados, sin sonrisas.

Apenas dos firmas y el sonido frío de la pluma rayando el papel.

Yo me convencí de que estaba haciendo lo correcto.

De que era apenas un acto de lealtad, un acuerdo para proteger el legado de Lorenzo y garantizar el futuro de Bianca.

Pero, en el fondo, sabía que el problema no era la promesa, sino lo que ella despertaba en mí.

Recuerdo a Bianca niña, corriendo por la casa, esparciendo juguetes por el escritorio e interrumpiendo reuniones con sus risas.

Recuerdo las veces en que aparecía en las fiestas de familia e implicaba con mis novias, lanzándome miradas desafiantes, como si fuese dueña de mí.

Yo me reía de eso. Hasta el día en que dejé de hallar gracia.

No sé cuándo exactamente dejé de verla como la niña de trenzas que robaba mis chocolates.

Tal vez haya sido cuando la vi por primera vez usando un vestido largo y tacones alto, percibí que ella ya no era más una niña.

O cuando noté el modo como ella me miraba, no como a una figura distante, sino como a un hombre.

El hecho es que, desde aquel momento, todo en mí quiso olvidar lo que sentía.

La distancia parecía la única solución.

Entonces, cuando ella completó dieciséis años, y el mundo se tornó pequeño demás para esconder lo que yo temía, encontré una salida.

Envié a Bianca para el exterior, bajo el pretexto de estudiar, construir una carrera, crecer.

Pero, en verdad, yo necesitaba que ella estuviese lejos de mí.

Lejos del hombre que yo podría convertirme si la dejase quedarse.

Había una cláusula en la promesa que le hice a Lorenzo, una que nunca dejé de cargar como un fardo:

Cuando Bianca se volviese mayor de edad y encontrase a alguien que la amase, yo debería dejarla ir. — no sé si seré capaz de cumplir esa cláusula.

Y ahora… ella está volviendo.

Formada, adulta, independiente.

La niña que antes era apenas un deber ahora es un recuerdo vivo de lo que luché tanto para olvidar.

Yo debería estar satisfecho. Ella cumplió lo que prometí a Lorenzo, creció, estudió, se tornó fuerte.

Pero hay algo en mí que teme ese reencuentro.

Y si yo cedo…

Si yo permito que esos sentimientos antiguos despierten, estaré traicionando todo lo que juré proteger.

El nombre, la memoria de mi padrino… y tal vez, a mí mismo.

No.

Yo no puedo dejar que eso suceda.

—Señor Moretti — la voz de Carlo su asistente rompió el silencio, cautelosa. — La señora Bianca ya llegó. Está instalada en la villa.

Mi puño se cerró sobre la pluma.

—Muy bien. Diga a la gobernanta que providencie lo que fuese necesario. — Hice una pausa corta. — Y que me mantenga informado, caso necesite de algo.

—¿Debo avisarla que el señor desea verla más tarde?

—No. — La palabra salió seca. — Eso no será necesario.

Cuando él salió, el silencio volvió a tomar cuenta de la sala, pero esta vez parecía diferente. Más denso.

Cinco años.

Cinco años luché contra mí mismo intentando convencerme de que Bianca era apenas una responsabilidad heredada junto con una fortuna.

La niña de cabellos oscuros que insistía en sentarse a mi lado durante las cenas, que me miraba con aquel brillo curioso, como si yo fuese el centro del universo.

Recuerdo el día en que mi padrino me pidió para cuidarla, la voz fraca, la mirada implorando: “Promete que no la dejarás desamparada, Dante”.

Yo prometí. Y cumplí.

Pero nadie me avisó que cuidar de ella significaría luchar contra mí mismo.

Cerré los ojos por un instante, apoyando las manos en la mesa. Es más fácil pensar en ella como una responsabilidad que admitir lo que realmente sentía o… "siento"

Y yo jamás permitiré que ese sentimiento crezca dentro de mí de nuevo.

Abrí los ojos y caminé hasta la ventana. Allá fuera, las colinas de la Toscana se extendían bajo el sol de la tarde, doradas, serenas, lo opuesto de todo lo que yo sentía.

La villa aparecía a la distancia, el tejado rojizo entre los cipreses.

Allá dentro, Bianca estaba de vuelta.

Yo podía negar mil veces, pero sabía lo que aquella presencia despertaba en mí.

El amor que nunca debió haber nacido.

Y que, ahora, amenazaba renacer.

—Ella es sólo una niña Dante — murmuré, como si decir eso en voz alta pudiese tornarlo real. — Sólo una niña. Tu deber es protegerla, nada más.

Pero el eco de mi propia voz no me convenció.

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