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El Precio de la Redención

El Precio de la Redención

Status: Terminada
Genre:CEO / Venganza / Aventura de una noche / Mujer poderosa / Mafia / Embarazo no planeado / Romance de oficina / Romance oscuro / Completas
Popularitas:102
Nilai: 5
nombre de autor: Amanda Ferrer

Luigi Pavini es un hombre consumido por la oscuridad: un CEO implacable de una gigantesca farmacéutica y, en las sombras, el temido Don de la mafia italiana. Desde la trágica muerte de su esposa y sus dos hijos, se convirtió en una fortaleza inquebrantable de dolor y poder. El duelo lo transformó en una máquina de control, sin espacio para la debilidad ni el afecto.

Hasta que, en una rara noche de descontrol, se cruza con una desconocida. Una sola noche intensa basta para despertar algo que creía muerto para siempre. Luigi mueve cielo e infierno para encontrarla, pero ella desaparece sin dejar rastro, salvo el recuerdo de un placer devastador.

Meses después, el destino —o el infierno— la pone nuevamente en su camino. Bella Martinelli, con la mirada cargada de heridas y traumas que esconde tras una fachada de fortaleza, aparece en una entrevista de trabajo.

NovelToon tiene autorización de Amanda Ferrer para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10

Dos semanas después del matrimonio forzado y la venganza brutal de Luigi, Bella Pavini fue dada de alta del Hospital San Giorgio; ya no era Bella Martinelli, era la esposa del Don, y esa nueva identidad venía con una seguridad sofocante.

Luigi la llevó directamente a su mansión en Milán; la propiedad era una fortaleza, escondida tras altos muros y un ejército de guardaespaldas. El lujo era opresor: mármol, ébano y obras de arte caras.

Al entrar en la casa, Bella se aferró a su brazo, aún visiblemente débil, pero decidida a no demostrar miedo. Luigi la llevó directamente al segundo piso.

—Esta es tu casa ahora, Bella; mi heredero merece solo lo mejor. —Su voz era posesiva.

Abrió la puerta de un dormitorio principal gigantesco, decorado en tonos crema y gris carbón; una cama king-size dominaba el centro. Bella, hesitante, miró alrededor. —Es lindo, Luigi. Pero… ¿dónde debo quedarme?

Luigi la encaró, con la frente fruncida, como si la pregunta fuera absurda.

—Aquí. —Indicó el cuarto. —Este es nuestro cuarto.

Bella sintió el pánico subir por la garganta; estaba casada con el hombre que mal conocía y que la había usado en una noche de dolor.

—¿Nos… nosotros vamos a dormir en el mismo cuarto?

—Estamos casados, Bella. —Respondió, la voz peligrosamente neutra. —Y estás cargando a mi hijo. Tú y el bebé están bajo mi guardia y mi vigilancia. No voy a correr el riesgo de que desaparezcas o seas tocada por nadie más.

Él no la tocó. La obsesión de Luigi estaba enfocada en la seguridad, en la posesión y, sobre todo, en el heredero. Le dio el lado derecho de la cama y el baño privado. La relación de ellos era estrictamente platónica, pero la tensión era palpable. Bella era su propiedad, su tesoro a ser guardado.

Mes 5:

Bajo el régimen de Luigi, la salud de Bella mejoró drásticamente. Cecilia venía regularmente para supervisar su tratamiento, lo que incluía una rigurosa dieta. La fobia de Bella por la comida, resultado de años de tortura, era el mayor obstáculo.

Luigi asumió la tarea de alimentarla; era un ritual diario, donde él la obligaba a comer bajo su vigilancia.

Cierta noche, Bella estaba delante de un plato de pasta de ragú, el estómago envuelto por el miedo.

—No consigo, Luigi. Duele. —Bella susurró.

—Tú consigues. —Él estaba sentado en frente a ella, los ojos fijos en cada movimiento. —Has comido bien hoy, y no fuiste castigada, ¿verdad?

—No…

—Entonces, el miedo es una memoria, Bella, no una realidad; eres mía, y yo garantizo que tú y nuestro hijo estarán fuertes; toma el tenedor.

Él la forzó a comer, cucharada por cucharada, en silencio. A cada bocado, Bella esperaba el dolor, el castigo, pero solo venía el sabor, supervisado por la mirada posesiva del Don. Poco a poco, la comida dejó de ser un gatillo para el miedo y se convirtió en un acto de supervivencia; estaba ganando peso, y el volumen sutil de su vientre se hacía más evidente.

Mes 6:

La obsesión de Luigi por la seguridad y salud de Bella alcanzó nuevos patamares. Él instaló monitores de alta tecnología en el cuarto y exigió un examen de ultrasonido semanal.

—No es necesario un ultrasonido toda semana, Luigi, es demasiado. —Cecilia lo reprendió.

—Es necesario. —Luigi respondió, inflexible. —Necesito ver que mi heredero está creciendo fuerte y necesito tener seguridad de que esa mujer está siendo nutrida.

Durante el ultrasonido del sexto mes, Luigi estaba presente, la mano firmemente apoyada sobre el hombro de Bella. El médico aplicó el gel, y la imagen del bebé apareció en la pantalla.

Luigi soltó una respiración que ni sabía que estaba reteniendo; él miró para el pequeño ser en desarrollo, y la posesividad en sus ojos era avasalladora.

—Está fuerte. —Murmuró, más para sí mismo.

—Fuerte como un Pavini.

Bella, por su parte, sentía la primera onda de ternura por el bebé que era la única razón de su sobrevivencia.

—Sí, él está. —Bella sonrió flacamente, la primera sonrisa real que Luigi veía.

El Don miró para ella, la rara sonrisa de Bella lo golpeando con fuerza; él tocó su barriga, un toque que era más de posesión que de afecto.

—Él es mío, Bella, y tú eres su nido, no oses flaquear.

Mes 7:

En el séptimo mes, Bella estaba irreconocible; ella había recuperado todo el peso perdido, su cabello brillaba y su piel estaba saludable. Su vientre era una curva prominente; ella se sentía más fuerte y más capaz de lidiar con la presencia opresiva de Luigi.

Una noche, Luigi entró en el cuarto y la encontró leyendo un libro sobre bebés, lo que era una de las pocas cosas que él permitía.

—Pareces mejor. —Luigi observó, notando la vitalidad renovada.

—Estoy más saludable, gracias a su… vigilancia. —Bella respondió, sin ironía; ella estaba aprendiendo a usar la posesividad de él como escudo.

Luigi se aproximó y, puso la mano directamente sobre su barriga, sintiendo la patada del bebé; el movimiento tomó a Bella de sorpresa, y ella ofegó.

—¿Sientes eso? —Luigi preguntó, un toque de fascinación en su voz.

—Sí, él está muy activo.

El Don permaneció allí por un largo momento, el poder de su imperio olvidado, enfocado solo en aquel movimiento de vida.

—Él es el futuro de la Familia. —Luigi afirmó, la posesividad volviendo con fuerza. —Necesitas mantenerte fuerte; yo no perderé más ningún hijo.

Mes 8:

Bella entró en el octavo mes, y la casa Pavini se transformó en una sala de parto bajo vigilancia; Luigi había prohibido cualquier tipo de estrés, limitando las noticias de la Mafia en su presencia y garantizando que ella tuviera todo lo que necesitaba.

No obstante, la presión de él era intensa; él casi no salía de Milán, gobernando su imperio por teleconferencia, siempre a pocos minutos de distancia.

En una tarde tranquila, él la encontró mirando para la ventana, pensativa.

—¿Qué piensas, Bella? —él preguntó.

—Sobre el futuro. —Ella miró para él, el miedo aún presente, pero mitigado por la gratitud por su protección. —El señor es el padre y ahora, mi marido; ¿qué va a suceder después que él nazca?

Luigi se aproximó y la encaró, la mirada fría del Don.

—Después que él nazca, lo que yo voy a dar a él es un mundo seguro y poderoso, y lo que yo voy a dar a ti, Bella, es la vida que nunca tuviste. Tú tendrás todo, pero nunca más saldrás de mi alcance; tú eres la madre de mi heredero y eso la hace mía para siempre.

Él besó su frente, un gesto de dominio final; la cuenta regresiva había comenzado. Bella sabía que el nacimiento del bebé no traería libertad, sino una nueva forma de prisión dorada.

Mes 9:

El noveno mes de embarazo llegó con una quietud tensa. Bella estaba exhausta, cargando el peso total de la gestación, pero visiblemente más saludable que cuando llegó a la mansión. Luigi mantenía su riguroso régimen de seguridad y nutrición, pero su presencia estaba menos constante; había una turbulencia en los negocios.

En aquella mañana, Luigi necesitó ir a la sede de Pavini Pharmaceuticals para una reunión de emergencia, dejando a Bella bajo la vigilancia de los guardaespaldas.

—Yo no demoro, Bella, quédate acostada y no te esfuerces. —Él ordenó antes de salir, besando su frente en un gesto de posesión.

—Estaré aquí. —Bella respondió, aliviada por un momento de paz, pero aprehensiva con la ausencia de él.

Bella estaba en la sala de estar, observando la lluvia fina por la ventana, cuando sintió la primera contracción fuerte, diferente de las de entrenamiento. Fue seguida por un splash inconfundible; la bolsa se había roto.

El pánico la alcanzó; ella intentó mantener la calma, respirando hondo, y corrió para la puerta de enfrente, su única ruta de fuga o auxilio.

—¡Seguridad! —Ella gritó, golpeando en la puerta de carvalho. —¡Llamen a la Dra. Pavini! ¡La bolsa se ha roto!

Silencio. La puerta, naturalmente, estaba trancada por fuera. Luigi la mantenía segura, pero también aprisionada. Los guardias estaban del lado de fuera de los portones y en los perímetros, pero nadie podía entrar o salir sin el código de Luigi.

—¡Estoy en trabajo de parto! ¡Abran la puerta! —

Ella gritó nuevamente, pero solo el eco de su voz en la casa lujosa respondía. Con la próxima contracción la alcanzando con fuerza, Bella supo; estaba sola. No había tiempo para histeria; años de sobrevivencia la forzaron a ser práctica. Ella se tambaleó de vuelta para el closet del cuarto principal. El dolor era lancinante.

En el cuarto principal, Bella consiguió llegar al baño; ella se apoyó en el lavamanos de mármol, la visión embañada por el sudor y por el dolor. Las contracciones eran implacables, viniendo a cada pocos minutos. Ella necesitaba de algo suave; rasgó la sábana de seda de la cama y lo llevó para el suelo del baño, actuando por puro instinto.

Horas se pasaron en una niebla de esfuerzo y dolor primal. Bella forzaba, sintiendo el cuerpo rasgar, concentrándose en traer al niño al mundo.

Finalmente, con un grito gutural, el bebé nació, un niño, pequeño, pero sorprendentemente fuerte, cuyo llanto llenó el silencio.

—Mi Dios… mi bebé. —Bella susurró, exhausta, segurando al hijo en el colo.

Ella pensó que había acabado; intentó recostarse, pero otra contracción la alcanzó, aún más violenta. No era posible; ella pensó que estaba desmayando, pero el dolor era real. Bella forzó nuevamente, usando la última gota de energía. En medio a un grito sofocado, el segundo bebé vino al mundo, deslizando para la sábana.

Para el choque de Bella, era una niña. Los exámenes de ultrasonido nunca habían detectado al segundo niño. El médico de Luigi, preocupado en agradar al Don, había se concentrado solo en el heredero evidente.

Ambos los bebés, estaban vivos y llorando, el sonido más bello que Bella ya había oído. Ella estaba exhausta, su cuerpo cubierto de sudor y sangre, pero el instinto de madre asumió el control. Ella cortó los cordones umbilicales con una tijera que había encontrado y, con la poca fuerza que le restaba, enrolló los bebés en las sábanas rasgadas.

Bella gateó hasta la cama, recostándose en medio de las sábanas manchadas, aninhando sus dos milagros contra el pecho. Ella había cumplido su parte; la exhaustión la dominó, y ella desmayó, el sonido del llanto de los bebés siendo la última cosa que oyó.

Horas después, la puerta del cuarto principal se abrió con fuerza. Luigi entró apresurado, tenso tras la reunión, para ver a su esposa.

Él paró, el aire congelado en sus pulmones; la escena delante de él era de violencia y milagro; el suelo del baño y las sábanas estaban manchados de sangre. Bella estaba extendida en la cama, pálida e inerte.

Pero en su pecho, había movimiento. Luigi corrió para la cama, el pánico del Don que no podía controlar la vida lo alcanzando.

—¡Bella! ¡Cristo! —Él la llamó, tocando su rostro; ella estaba inconsciente, exhausta.

Entonces, él miró para la cuna improvisada en su lado; él vio los dos paquetes de sábanas manchadas. Un llanto agudo y fuerte venía de uno de ellos y un otro llanto, más suave, venía del otro.

Luigi apartó la sábana del primer bebé; era el niño, con un rostro arrugado y una cabellera oscura, llorando furiosamente; su heredero.

Él miró para el segundo paquete; un temblor lentamente, él apartó el tejido; era una niña, menor que el hermano, pero con los ojos grises abiertos y llorando.

—Dos… —El susurro de Luigi fue ronco, incrédulo. —Due bambini.

Él miró para la esposa desmayada, el terror se transformando en una furia salvaje, seguida por un respeto escalofriante; ella había hecho eso sola; su mujer.

Él tomó el teléfono, su voz cortando el silencio.

—¡Padre! ¡Madre! ¡Vengan para la casa, ahora! Bella dio a luz un niño y una niña; ella está agotada! ¡Rápido!

Luigi apagó él tocó el rostro de Bella, su esposa, su guerrera, que había le dado más de lo que él esperaba.

—Usted me dio dos, Bella, dos Pavini; usted es increíble, pero ahora, usted es doblemente mía.

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