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El Chico del CEO

El Chico del CEO

Status: Terminada
Genre:Romance / Yaoi / CEO / Romance de oficina / Completas
Popularitas:0
Nilai: 5
nombre de autor: Syl Gonsalves

César es un CEO poderoso, acostumbrado a tener todo lo que desea, cuando lo desea.

Adrian es un joven dulce y desesperado, que necesita dinero a cualquier costo.

De la necesidad de uno y el poder del otro nace una relación marcada por la dominación y la entrega, que poco a poco amenaza con ir más allá de los acuerdos y transformarse en algo más intenso e inesperado.

NovelToon tiene autorización de Syl Gonsalves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 6

—Ven. —dijo, en tono bajo, pero con autoridad.

Adrian sintió las piernas temblar. El aire parecía enrarecido, como si cada respiración fuera insuficiente. Por un instante, pensó en retroceder, pero el peso de la decisión que ya había tomado lo empujó hacia adelante.

Dio un paso hesitante, luego otro, hasta detenerse frente a César. El millonario se inclinó un poco, saboreando cada instante de aquel momento.

—Eso. —murmuró. —Ahora arrodíllate.

El corazón de Adrian se disparó. Él sabía lo que aquello significaba, incluso sin tener experiencia alguna.

Adrian se arrodilló despacio, intentando esconder el temblor en las manos.

César lo observaba como si cada segundo fuera parte de un espectáculo particular. El millonario se inclinó hacia adelante, apoyando uno de los codos en el brazo de la silla, la sonrisa maliciosa nunca desapareciendo.

—Mírame. —ordenó con voz firme.

Reacio, Adrian levantó los ojos. El contraste entre su expresión insegura y la mirada depredadora de César era gritante.

—Relájate, no tiene secreto. ¿Imagino que ya has chup4d0 paleta? Es prácticamente la misma cosa.

Adrian respiró hondo, intentando calmar el corazón que latía descontrolado.

César se recostó lentamente, abriendo espacio delante de sí, dejando claro lo que esperaba.

—Vamos a empezar despacio. —dijo, en un tono bajo, casi gentil, pero cargado de dominio. —Yo te voy a guiar.

Adrian sintió el rostro arder de vergüenza. Bajó los ojos nuevamente, tomando coraje. Respiró hondo y, con las manos temblorosas, comenzó a desabrochar la hebilla del cinturón del jefe, con una mezcla de recelo y repulsa, dejó el miembr0 del hombre a la vista. Aquella visión le causó una leve náusea, que él tragó en seco.

César observaba atentamente a Adrian, él no quería apresurar al chico, aún más sabiendo que aquel lindo muchacho era virgen. César comenzó a imaginar las innumerables posibilidades de lo que podría hacer con aquel espécimen raro. Y cuando Adrian finalmente se inclinó hacia adelante, César no dejó de sonreír, sabiendo que había conquistado exactamente lo que quería.

Bueno, que quería hasta aquel momento. Pues, ahora él quería mucho más.

Adrian, de forma completamente desajeitada, abocó el p3n3 del otro, atragantándose en el proceso. El tamaño era bien aventajado y Adrian estaba sufriendo para acostumbrar la musculatura de la boca con aquello dentro de ella.

César se deleitaba con la forma en que el chico se estaba esforzando. Sin el menor aviso, él sujetó la cabeza del chico y estocó su intimidad con fuerza en la garganta del otro. Adrian sintió la garganta arañar y quedó atragantado, recuperándose solo después de que el hombre aflojó el agarre, permitiendo que Adrian se alejara y consiguiera toser.

El CEO rió con placer de la escena. Adrian estaba rojo, tanto de vergüenza como por el atragantamiento y algunas lágrimas escapaban de sus ojos. César secó con el pulgar una lágrima del rostro de Adrian.

—Eso fue maldad, admito. Ven acá, vamos a intentar nuevamente.

Adrian se aproximó nuevamente, ahora su boca parecía más acostumbrada con el volumen dentro de ella. Él hacía movimiento de sube y baja con la boca, a veces intentaba usar la lengua sobre el gl4nd3.

César dio algunos comandos y algún tiempo después, Adrian estaba succionando el s4c0 del CEO que gemía con el toque caliente y aún tímido de la boca de aquel chico que parecía un profesional del ramo.

—C4r4jh0, Adrian —gimió el hombre entre dientes —Para alguien inexperiente estás yendo muy bien... Ahhhhh... Eso... Hmmmm...

Adrian aumentando la velocidad de los movimientos que hacía con la boca en el p4u del CEO y masajeaba con una de las manos el s4c0. Aquello estaba llevando a César a la locura. No era como él había imaginado. Era mucho, mas mucho mejor.

César presionó su p4u más profundo en la garganta de Adrian y c0rr1ó, sujetando a Adrian por la nuca y solo soltándolo cuando sintió que el muchacho había tragado la última gota del líquido caliente.

Adrian, por su parte, pensó que iba a vomitar, pero eso no sucedió. Así que tragó la última gota viscosa y amarga, la náusea pareció desaparecer junto, aunque el gusto desagradable haya continuado en sus papilas gustativas.

Después de eso, nadie dijo nada. Adrian permaneció de cabeza baja por algunos instantes, sin coraje de levantar los ojos. Sentía el corazón aún acelerado, el rostro en llamas y una extraña mezcla de vergüenza y alivio por haber acabado.

César, por otro lado, se acomodó el paletó con calma, como si nada hubiese sucedido, como si aquello hubiese sido apenas una negociación concluida con éxito.

—Muy bien, muchacho. —dijo, rompiendo el silencio, completamente satisfecho. —Fue mejor de lo que yo esperaba.

Adrian no respondió. Apenas se levantó despacio, las piernas bamboleantes. Sentía que toda su dignidad había quedado en el suelo.

El millonario no se incomodó con el desconforto del muchacho, apenas agarró el celular, hizo algunos toques en la pantalla y en seguida lo apoyó sobre la mesa, mirando a Adrian.

—Mira tu cuenta. —ordenó.

Con las manos temblorosas, Adrian agarró el propio celular. La notificación estaba allí: la transferencia había sido hecha. La cantidad era exactamente la que César había prometido, una suma que él jamás habría visto en tan poco tiempo.

—No te sientas mal, muchacho. Hiciste bien en aceptar. En mi mundo, todo es un intercambio. Tú me das algo, yo te doy algo. Simple.

Adrian sintió un nudo en la garganta. Quería responder, pero cualquier palabra parecía débil de más. Apenas asintió, avergonzado, guardando el celular en el bolsillo.

César se levantó, se aproximó a él y, por un momento, reposó una mano firme sobre el hombro del muchacho.

—No te preocupes, Adrian. —dijo en voz baja, cerca de su oído. —La primera vez siempre es la más difícil.

Adrian cerró los ojos, respiró hondo y se alejó un paso, incapaz de sustentar más aquella proximidad.

—Fue... fue solo esta vez. Eso no va a suceder más. —dijo saliendo del escritorio del jefe, agarró sus cosas en la mesa en que trabajaba y salió prácticamente corriendo del edificio.

Él necesitaba el dinero. Él había aceptado. Pero, en el fondo, no sabía si algún día conseguiría mirarse a sí propio del mismo modo después de aquella noche.

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