El aroma de la sopa llenaba la pequeña cocina, un recuerdo vivo de ella, de nuestra madre. Mi padre, aunque no era un cocinero experto, se esforzaba en replicar su receta, añadiendo cada especia como si fuera un ritual para mantenerla con nosotros.
Kael
No sabe igual —dijo Kael con una sonrisa burlona, rompiendo el momento de nostalgia.
Lys
No tiene que saber igual, es la intención lo que importa —respondió Lys, siempre defendiendo a papá, aunque sus ojos brillaban con un dejo de tristeza.
Soren, como siempre, jugaba con el colgante de nuestra madre, en silencio, mientras yo trataba de grabar ese momento en mi memoria. Sabía, en el fondo, que no duraría.
Entonces, llegó.
Un sonido sordo, como un golpe masivo, resonó en el techo. Mi padre dejó su cuchara en la mesa y se puso de pie, sus ojos oscuros escaneando la habitación.
Marcus
Rhea —dijo, su voz firme y cargada de una urgencia que nunca antes había escuchado—. Ven aquí.
Lo seguí hasta la sala, donde sacó un pequeño espejo ovalado de un compartimento oculto bajo el viejo baúl. Era sencillo, pero un brillo azul danzaba en su superficie.
Marcus
Esto es lo único que los mantendrá vivos si todo falla. —Me lo puso en las manos con fuerza, sus ojos clavados en los míos—. Tómalo, guíalos y no lo uses hasta que no haya otra salida.
Rhea
Papá… —intenté protestar, pero el sonido de un rugido grotesco hizo que todo mi cuerpo se tensara.
Marcus
Corran al bosque. Vayan al lugar donde solían jugar con su madre. Rhea, encárgate de ellos.
No hubo tiempo para más palabras. Mi padre giró hacia la puerta, su figura erguida mientras sostenía un viejo rifle que había pertenecido a su padre.
El bosque nos recibió con la oscuridad y el frío.
Corríamos entre los árboles, las hojas secas crujían bajo nuestros pies, y el sonido de algo —no, alguien— siguiéndonos hacía que la piel se me erizara.
Rhea
—¡Al claro donde jugábamos! —grité, apretando el espejo contra mi pecho.
Sabía lo que debía hacer. Mis hermanos eran rápidos, pero no lo suficiente para escapar de lo que nos perseguía.
Antes de que pudieran decir algo más, giré y corrí hacia el peligro.
Las criaturas no tardaron en aparecer.
Primero, sus sombras enormes se proyectaron entre los árboles, y luego emergieron, moviéndose con una velocidad antinatural. Eran figuras grandes, casi del tamaño de un oso, pero humanoides en su postura. Su piel era pálida, casi translúcida bajo la luz de la luna, y sus ojos brillaban con un rojo intenso.
Sus dientes, largos y afilados, se asemejaban a los de un gato, diseñados para desgarrar carne, y su nariz grande se movía como si pudiera oler el miedo que emanaba de mí. Sus movimientos eran torpes pero veloces, y cada paso resonaba como un tambor en el bosque.
Rhea
Vamos, monstruos. ¿Es todo lo que tienen? —susurré, acelerando hasta sentir el viento cortando mi rostro.
Salté al primer árbol que encontré, mis pies impulsándome hacia las ramas más altas. Mi velocidad me permitía mantenerme fuera de su alcance, pero sabía que no podría distraerlos para siempre.
Los monstruos gruñían, saltando detrás de mí, sus garras desgarrando troncos y hojas mientras me seguían. Sentía sus respiraciones pesadas, el hedor de su aliento casi sofocante.
Sabía que debía llevarlos más lejos antes de volver con mis hermanos. Pero con cada salto, con cada respiración contenida, una sola pregunta martillaba mi mente: ¿habría suficiente tiempo?
Mis pulmones ardían. Cada respiración era un recordatorio de lo lejos que había corrido y lo cerca que estaban esas criaturas. Finalmente, vi el claro, iluminado tenuemente por la luna. Allí estaban ellos: Kael, Lys y Soren, con rostros llenos de preocupación.
Kael
Rhea! —gritó Kael, corriendo hacia mí cuando llegué, jadeando.
Lys
¿Estás bien? —preguntó Lys, sus manos encendiendo pequeñas llamas nerviosas mientras miraba detrás de mí.
Rhea
No hay tiempo para eso —dije, levantando una mano—. Nos encontraron… pero eso no es lo peor.
Soren
—¿Qué podría ser peor? —murmuró Soren, sus ojos mirando más allá de nosotros.
No hizo falta responder. Un rugido desgarrador llenó el aire, y del bosque emergieron más de esas criaturas. No una o dos, sino docenas. Y luego, al mirar más allá, vi que no se detenían.
Lys
¡Son cientos! —gritó Lys, retrocediendo mientras las criaturas comenzaban a rodearnos, sus ojos rojos brillando con hambre.
Kael
No hay salida, peleare—murmuró Kael, poniéndose delante de Soren, quien temblaba mientras sostenía el colgante de nuestra madre con fuerza.
Rhea
Sí la hay —dije, sacando el espejo del bolsillo de mi chaqueta.
Los tres me miraron, sus rostros reflejando una mezcla de esperanza y miedo.
Kael
¿Ese es el espejo? —preguntó Kael, su voz incrédula.
Rhea
Papá dijo que lo usáramos solo si no había otra opción. Pues bien, creo que esto califica como vida o muerte.
Lys
¿Y cómo funciona? —preguntó Lys, mientras las criaturas se acercaban lentamente, sus movimientos felinos acechándonos.
Rhea
No lo sé, pero lo averiguaremos ahora.
Apreté el espejo con fuerza y, sin dudar más, lo lancé al suelo. El cristal se hizo añicos, pero en lugar de romperse como un vidrio normal, un resplandor azul comenzó a emanar de las grietas.
El portal se abrió, un vórtice de luz giratoria que parecía tragar el aire a su alrededor.
Rhea
¡Tomen mis manos! —grité, extendiéndolas hacia ellos.
Kael
Esto no parece una buena idea —dijo Kael, pero igual me tomó de la mano. Lys y Soren hicieron lo mismo.
Las criaturas avanzaban rápidamente, sus garras golpeando el suelo y sus gruñidos llenando el aire.
Rhea
¡No mires atrás! —les ordené, sintiendo cómo el viento del portal nos jalaba.
Lys
Espero que esto no nos lleve al infierno… —murmuró Lys justo antes de que saltáramos juntos.
El mundo se desdibujó.
El portal nos envolvió, su luz cegadora reemplazando todo a nuestro alrededor. Sentí cómo la mano de Soren temblaba en la mía, y el agarre de Kael era tan fuerte que casi dolía.
Detrás de nosotros, las criaturas intentaron entrar, pero el portal comenzó a cerrarse, como si supiera que eran una amenaza.
Kael
¡Está funcionando! —exclamó Kael.
Rhea
¡Papá tenía razón! —grité, aunque mi corazón estaba dividido entre el alivio y el dolor de haberlo dejado atrás.
Finalmente, el portal se cerró, y el silencio nos envolvió. Pero no era el silencio del bosque, sino el de un lugar completamente desconocido.
¿Dónde habíamos llegado?
Lys
¿Estamos vivos? —preguntó Lys, soltando mi mano y mirando a su alrededor.
Rhea
Eso espero… —respondí, aún apretando el espejo roto en mi mano.
Kael se giró hacia mí, sus ojos oscuros llenos de preguntas.
Kael
—¿Y ahora qué, Rhea?
Rhea
—Ahora sobrevivimos —dije, mi voz temblando un poco—. Y encontramos una manera de regresar por él.
El silencio fue interrumpido por un suave susurro. Venía de Soren, que estaba de pie, con los ojos cerrados, como si escuchara algo.
Rhea
¿Soren? —pregunté, tocándole el hombro.
Rhea
Abrió los ojos lentamente, su rostro pálido.
Soren
No estamos solos.
Un escalofrío recorrió mi espalda mientras miraba hacia la oscuridad que nos rodeaba. Habíamos escapado, sí, pero… ¿a dónde?
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