Entre Cadenas Y Videojuegos

El día después de tomar la decisión de viajar, apenas dormí. Entre buscar vuelos baratos, imaginarme cómo sería verlo, besarlo abrazarlo, tomarnos de la mano, dormir juntos, hacer cosas de novios me emocionaba la idea, y pensar en cómo convencer a mi mamá, tenía la cabeza hecha un caos porque también tenía que convencer a mi papá, pero ya sabía como hacerlo. Elías estaba más atento que nunca, escribiéndome cada hora.

“¿Y ya viste vuelos?”

“Te extraño, amor. Ya quiero que estés aquí.”

“Prometo que todo será mejor cuando llegues.”

"Te trataré como una reina que eres."

Me aferraba a esas palabras como si fueran una salvación, aunque al fondo de mi pecho seguía esa vocecita incómoda repitiéndome que algo estaba mal, que no viajará porque me iba a arrepentir pero sólo la caye.

En la tarde, cuando estaba sola en mi cuarto, mi teléfono sonó con una videollamada desconocida. Extrañada, revisé el número. Era de Panamá. Dudé en contestar. Mi corazón se aceleró. Sentía que ya sabía de quién se trataba.

Deslicé para aceptar la llamada y en la pantalla apareció el rostro de una mujer. Blanca, cabello chino, cejas marcadas, mirada dura, ojos rasgados, aunque intentaba sonreír. Me sorprendió el parecido que tenía con Elías era su versión femenina de él.

Era la mamá de Elías.

—Buenas tardes, Isabella—dijo con un tono entre amable y autoritario.

—Buenas… —contesté, incómoda.

—Soy María, la mamá de Elías. Tenía ganas de hablar contigo desde hace rato, pero el muchacho no me había dado tu número, decía que para que pero yo quería conocerte mejor y saber con que tipo de chica está mi hijo.

Sentí un nudo en el estómago. ¿Qué querría?

—Gracias —murmuré.

Ella no perdió tiempo.

—Te voy a decir las cosas claras, hija. Ya supe que quieres venir a Panamá a ver a mi hijo. Estoy en lo correcto.

Asentí sin hablar.

—Pues mira, a mí me parece bien. Ya era hora de que ustedes convivieran como pareja, que se vieran de frente y no solo a través de un teléfono. Porque eso no es sano ni normal. Y si tú de verdad lo quieres, este año tienes que venir. También tú suegro y yo nos conocimos por llamada pero normal porque aún no existía la tecnología tan avanzada como ahora.

Me quedé en shock.

—Sí… eso quiero —dije, aunque por dentro me temblaba la voz.

—Me alegra oírlo —respondió, aunque su tono no era de alegría—. Pero te lo voy a dejar claro, Isabella. Si no vienes este año, yo no voy a apoyar más esta relación. No me gustan las novias de pantalla. Y menos las que solo hacen sufrir a mi hijo y si me entero que lo engañas te haré la vida imposible.

Tragué saliva.

—No es que no quiera, señora —intenté explicar—, es que… mi mamá no está de acuerdo. No le gusta mi relación con su hijo pero mi papá si lo aprueba.

Ella respiro, molesta.

—¿Y qué? ¿A poco tienes cinco años para que te anden diciendo con quién sí y con quién no? Si ya eres grande para tener novio, eres grande para tomar tus decisiones y aparte eres mayor de edad para que ya no hagas caso en todo lo que te digan.

Me sentí acorralada.

—Lo sé, pero…

—Nada de peros —interrumpió—. Elías me contó que tu mamá te anda diciendo cosas y metiéndote ideas. Eso no se vale. Mi hijo te ama, y tú deberías demostrarle lo mismo. Porque las relaciones se sostienen con hechos, no con excusas. Siempre en las familias abra alguien que no apruebe su relación. En mi caso también mi suegra no me aceptaba porque tú suegro ya había tenido familia y mi familia también no lo aceptaba pero aún así me quedé a su lado y tenemos 3 hermosos hijos y 24 años de matrimonio, así yo demostré mi amor y ahora te toca a tí.

Yo solo asentía, sin saber qué decir.

—Así que tú decides, hija —concluyó—. Pero te advierto: si este año no vienes, yo misma le voy a decir a Elías que ya no la sigas. Porque no quiero verlo sufriendo por alguien que no se atreve a estar a su lado y viajar sólo para verlo, por el dinero no te preocupes yo pago tú pasaje.

Se despidió con un “piénsalo bien” y colgó.

Me quedé ahí, con la pantalla oscura, temblando. Nunca imaginé que incluso su mamá se metería. Me sentí más atrapada que nunca. Ahora no solo tenía a Elías encima, sino a su madre, exigiéndome que hiciera algo que ni siquiera sabía cómo iba a lograr.

Respiré hondo y le escribí a Elías.

“Tu mamá me habló.”

Respondió de inmediato.

“¿Y qué te dijo? 😏”

“Que si no viajo este año, ella no apoyará lo nuestro.”

Su respuesta fue rápida y directa.

-“¿Ya ves? Te lo dije. Hasta mi mamá piensa que necesitamos estar juntos. Ya basta de esperar, mi Isabelita. Los dos queremos estar juntos”

Pasé toda la tarde encerrada en mi cuarto. Mariana me escribió varias veces. Mi mamá tocó la puerta, pero no quise hablar con nadie.

La cabeza me daba vueltas. Me sentía como una marioneta jalada por todos lados. Elías queriendo controlarme, su mamá exigiéndome, la mía amenazando con prohibirme la relación, y Mariana suplicándome que abriera los ojos.

Esa noche, sin pensar demasiado, busqué vuelos otra vez. Encontré uno barato para agosto. Lo aparté sin avisar a nadie, pero aún no lo pagaba, porque no tenía el dinero y mucho menos pasaporte.

“Tal vez estando allá todo cambie”, me repetí.

Aunque una parte de mí sabía que, al contrario, todo podría empeorar.

Pero ya no me importaba. Solo quería dejar de sentirme ahogada. Estar al lado de Elías para ver si todo mejoraba para bien.

Aunque fuera saltando directo al vacío.