Rómulo Carmona Jr. es hijo del hombre más poderoso y temido del país y ante el mundo, es el heredero devoto, y la sombra perfecta de su padre. Pero en su interior, lo odia con cada fibra de su ser, porque Carmelo Carmona, es un tirano que lo controla todo, y ha decidido su destino sin dejarle opción: un matrimonio por conveniencia con Katherine León.
Para Rómulo, casarse con ella es la única manera de proteger a la mujer que realmente ama, sin embargo, lo que comienza como una obligación, pronto se convierte en un viaje inesperado y en el camino, descubre que los sentimientos pueden surgir cuando menos te lo esperas.
¿Podrán Rómulo y Katherine encontrar la felicidad en un matrimonio marcado por el deber?, o, por el contrario, estarán condenados a vivir en las sombras de un destino que ellos nunca eligieron (Historia paralela de la saga Romance y Crisis)
NovelToon tiene autorización de @maryurisve para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo VIII: Traicionar lo que más amas para salvarla parte 8
Katherine bebió un sorbo de agua solo para hacer algo, mientras Rómulo miraba la decoración del restaurante como si de repente fuera lo más interesante del mundo y finalmente, Katherine intentó cambiar de tema.
—¿Por qué estudiaste Arquitectura?
Rómulo levantó la mirada, agradecido por la pregunta.
—Porque siempre me ha parecido fascinante cómo los espacios pueden influir en las emociones de las personas.
Katherine se relajó un poco, porque por primera vez en la noche, la conversación no se sentía forzada.
—Eso es interesante porque siempre he pensado lo mismo sobre el diseño de interiores y por eso fue lo que decidí estudiar.
Rómulo sonrió levemente, sintiendo que, al menos por un instante, la incomodidad se disipaba.
Pero entonces, el mesero llegó con el vino, y cuando sirvió las copas, Katherine tomó la suya con demasiada rapidez, derramando unas gotas sobre la mesa.
—¡Oh! Lo siento —dijo, apresurada, tomando una servilleta para limpiar.
Rómulo se encogió de hombros, intentando restarle importancia.
—No te preocupes, no es como si hubieras incendiado el restaurante.
Katherine soltó una pequeña risa, aunque no estaba segura de si el comentario había sido gracioso o simplemente extraño.
Rómulo se pasó una mano por la nuca, sintiendo que su intento de alivianar el ambiente había sido un fracaso.
—Bueno… al menos no todavía — murmuró con incomodidad.
Katherine lo miró con una mezcla de diversión y desconcierto, pero por primera vez en la noche, la incomodidad se sintió menos pesada.
Porque, aunque la situación seguía siendo extraña, al menos podían reírse de ello, y, sin proponérselo, tropezaron con un interés en común.
—¿Por qué te gusta el diseño de interiores? —preguntó Rómulo después de un comentario casual sobre la arquitectura del lugar.
Katherine, la cual hasta ahora había estado jugando con la servilleta entre sus dedos, levantó la mirada con sorpresa.
—Es lo que quiero hacer porque siempre me ha apasionado la composición de los espacios.
Rómulo, que hasta ahora había sentido un peso extraño en su pecho, finalmente se relajó un poco.
—Es curioso porque a mí me pasa lo mismo con la arquitectura y siempre me ha parecido increíble cómo el entorno cambia según la intención con la que se construye.
Por primera vez, los silencios dejaron de sentirse incómodos y Katherine, con una chispa de interés, comenzó a hablar sobre colores, texturas, la manera en que los espacios podían transmitir emociones. Su voz cambió, y en ese momento ya no era la joven nerviosa que intentaba encontrar respuestas correctas, sino alguien que hablaba con pasión sobre algo que realmente le importaba.
Rómulo la escuchó con atención, sorprendido por la naturalidad con la cual hablaba cuando el tema la apasionaba.
—Eso tiene sentido —dijo él, con una leve sonrisa—. Siempre he pensado que la arquitectura es como un lenguaje silencioso.
Katherine asintió con entusiasmo, sintiendo que, por primera vez en la noche, la conversación fluía sin esfuerzo.
—Exactamente, los espacios pueden contar historias sin necesidad de palabras.
Rómulo se inclinó ligeramente hacia adelante, genuinamente interesado.
—¿Tienes algún estilo favorito?
Katherine pensó por un momento, y luego respondió con seguridad.
—Me gusta el minimalismo, pero no el frío y vacío, sino el que transmite calma, el que hace que un lugar se sienta como un refugio.
Rómulo sonrió, porque por primera vez en la noche, la conversación no se sentía forzada.
—Eso es interesante porque siempre he creído que la arquitectura tiene el poder de influir en el estado de ánimo de las personas.
Katherine asintió con entusiasmo.
—Sí, totalmente, por ejemplo, piensa en los grandes ventanales de una casa moderna. No solo dejan entrar luz, sino que crean una sensación de apertura, de libertad, en cambio, los techos bajos y los espacios cerrados pueden hacer que alguien se sienta atrapado, incluso si no lo nota conscientemente.
Rómulo se quedó pensativo, luego agregó:
—Es como las ciudades, las calles estrechas y los edificios altos pueden hacer que todo se sienta más opresivo, mientras que los espacios abiertos, como los parques, dan una sensación de respiro.
Katherine sonrió, sintiendo que finalmente estaban en una conversación que la hacía sentir cómoda.
—Exacto y es por eso me gusta el diseño de interiores, porque no se trata solo de decorar, sino de crear un ambiente que haga que las personas se sientan bien en su propio espacio.
Rómulo asintió, genuinamente interesado.
—Nunca lo había pensado de esa manera, pero tiene sentido y es como si el diseño y la arquitectura fueran dos caras de la misma moneda.
Katherine se relajó aún más, sintiendo que, por primera vez en la noche, la conversación fluía sin esfuerzo.
Sin darse cuenta, la cena tomó un rumbo diferente porque ya no era una reunión impuesta entre dos desconocidos, sino una conversación entre dos personas que, de alguna manera, descubrían que tenían más en común de lo que pensaban.
Y aunque la situación seguía siendo extraña, por un instante ambos olvidaron por qué estaban allí, porque, al menos por esa noche, no eran dos piezas dentro de un arreglo, sino dos jóvenes que, inesperadamente, habían encontrado en el otro algo que los hacía sentir menos solos.
Cuando Rómulo salió del restaurante, el aire nocturno le pareció más ligero de lo que esperaba.
Había llegado a la cena con el peso de la obligación sobre los hombros, con la certeza de que sería una noche incómoda, llena de silencios tensos y conversaciones vacías, sin embargo, no fue así.
Se apoyó contra su auto por un momento, dejando que la brisa fresca le despejara la mente porque Katherine no era lo que había imaginado, no era la joven frágil y sumisa que su familia había descrito, ni alguien que simplemente aceptaba su destino sin cuestionarlo, había inteligencia en su mirada, y una pasión genuina cuando hablaba de lo que le gustaba.
Y lo más extraño de todo es que no había sido desagradable compartir esa cena con ella y por ese breve instante no pensó en Natalia y en su traición.
Rómulo se pasó una mano por el rostro, exhalando con fuerza, preguntándose qué significaba eso, estaba claro que amaba a Natalia y no a Katherine y ni siquiera sabía si podía verla de esa manera, pero por primera vez desde que todo comenzó, no sentía que su futuro estuviera completamente condenado a pesar de lo que debía dejar atrás para protegerlo.
Rómulo pensó que, tal vez, esto no sería tan terrible como había pensado.
Katherine llegó tarde a casa y por suerte todos se habían ido a dormir, cerró la puerta de su habitación con cuidado, como si al hacerlo estuviera sellando la noche dentro de sí.
Se dejó caer sobre la cama, mirando el techo con una mezcla de emociones, las cuales no sabía cómo procesar porque había llegado a la cena con miedo, e incertidumbre, y con la sensación de que todo sería una pesadilla.
Pero no fue así porque Rómulo no era lo que esperaba, no era el hombre arrogante y distante que había imaginado, ni alguien que la tratara como un simple acuerdo político, por el contario había sido amable, incluso torpe al principio, pero luego la conversación fluyó.
Y eso la desconcertaba porque, aunque no lo conocía bien, y aún no sabía qué pensar de él, por un instante, en esa cena, se sintió menos sola. Se giró sobre su costado, abrazando la almohada con fuerza y se preguntaba qué significaba eso, porque no estaba enamorada de Rómulo, ni siquiera sabía si podía verlo de esa manera.
Pero por primera vez desde que todo comenzó, no sentía que su futuro estuviera completamente fuera de su control y tal vez, esto no sería tan terrible como había pensado.
Dos días después de su primera cita, Rómulo se encontraba frente a Katherine, sintiendo que cada palabra que estaba a punto de decir se le atragantaba en la garganta.
No era como si no supiera lo que tenía que hacer, porque era lo que se esperaba de él, lo que todos estaban esperando.
Pero aun así, era extraño.
—Eh… —comenzó, pasándose una mano por la nuca, buscando la mejor manera de decirlo sin que sonara tan absurdo—. ¿Te gustaría que… fuéramos novios?
La pregunta no tenía la elegancia ni la seguridad que alguien como su padre habría usado, la propuesta era torpe y sin adornos, tan honesta que producía incomodidad.
Katherine parpadeó un par de veces, no porque no lo esperara, sino porque la manera en que lo dijo la tomó por sorpresa.
Cualquier otra persona en su lugar habría hecho de esto un momento calculado, grandioso, e incluso algo estratégico, sin embargo, Rómulo no parecía querer fingir que esto era más de lo que realmente era.
Katherine respiró profundo, bajó la mirada por un instante y luego asintió lentamente.
—Está bien.
No había emoción en su voz, ni alegría, ni ilusión, sino una aceptación tranquila, y también una rendición, porque, aunque no tenía sentimientos románticos por él, sabía que no tenía opción.
Rómulo la observó por unos segundos, tratando de leer lo que había detrás de su expresión.
Ella no lo odiaba, pero tampoco lo quería, solo se trataba de un acuerdo, un destino que ambos habían aceptado sin más resistencia, y por alguna razón, eso le dolió más de lo que esperaba.
Durante la siguiente semana, Rómulo y Katherine se encontraron en varias oportunidades, al principio, todo parecía una simple formalidad, un esfuerzo por cumplir con las expectativas de sus familias, pero con cada conversación, cada encuentro para almorzar, o cenar, algo comenzó a cambiar.