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Esencia De Oso

Esencia De Oso

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Hombre lobo / Apoyo mutuo
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: IdyHistorias

Un chico se queda solo en un pueblo desconocido después de perder a su madre. Y de repente, se despierta siendo un osezno. ¡Literalmente! Días de andar perdido en el bosque, sin saber cómo cazar ni sobrevivir. Justo cuando piensa que no puede estar más perdido, un lince emerge de las sombras... y se transforma en un hombre justo delante de él. ¡¿Qué?! ¿Cómo es posible? El osezno se queda con la boca abierta y emite un sonido desesperado: 'Enseñame', piensa pero solo sale un ronco gruñido de su garganta.

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Un encuentro inesperado

El viernes por la noche, estaba en el bar de la ciudad, rodeado por luces cálidas y el bullicio de conversaciones y risas. Mis amigos de trabajo y yo habíamos convertido este lugar en nuestro refugio tras días intensos, sobre todo después de presentar nuestros proyectos y esperar ansiosamente los resultados. Esa noche, la victoria había sido mía, y Lukas, aunque frustrado, no podía evitar reírse mientras cumplía con su parte del trato: pagar las cervezas. La ventaja de ser un cambiante era que el alcohol apenas me afectaba por más de diez minutos, lo que me dejaba disfrutando del ambiente mientras mis colegas se dejaban llevar por la embriaguez.

Sin embargo, poco después de la medianoche, ya de regreso en mi camioneta, la emoción de la noche comenzaba a desvanecerse. La carretera que conectaba la ciudad con el pueblo estaba vacía, y el frío nocturno se filtraba a través de las ventanas entreabiertas, despejando cualquier resquicio de euforia que quedara. Me detuve en un semáforo que insistía en permanecer en rojo, a pesar de no haber un solo coche en kilómetros a la redonda. Aproveché el momento para respirar profundamente, dejando que la calma de la madrugada serenara mi mente.

Fue entonces cuando lo sentí. Un escalofrío recorrió mi espalda, y todos mis sentidos se agudizaron. Era un rastro de energía, un eco vibrante que sólo podía ser de un Umbral. La noche siempre parecía ser su terreno preferido, como si las sombras mismas los protegieran. Me giré, buscando el origen de esa perturbación, y la vi.

Miré a mi alrededor y noté una figura corriendo, desviándose erráticamente por la acera. Era una mujer, y aunque no podía verle bien, sus movimientos me alertaron de que algo no iba bien. Estaba huyendo de algo, o quizás de alguien,  sus pasos eran erráticos, como si no pudiera controlar hacia dónde se dirigía. A veces, parecía avanzar en un desenfoque, como un destello que se detenía de forma brusca, tambaleándose antes de correr de nuevo.

El semáforo cambió a verde, pero no arranqué. En lugar de eso, observé cómo se adentraba en un callejón oscuro, con sus movimientos cada vez más desesperados. Mi instinto me empujó a seguirla. Mi naturaleza me hacía curioso y, para bien o para mal, protector. Conduje despacio, estacionando cerca del callejón, y envié rápidamente mi ubicación a Tobías. No sabía en qué me estaba metiendo, pero al menos alguien sabría dónde estaba si las cosas se ponían feas.

Salí de la camioneta y caminé hacia el callejón, intentando no parecer amenazante. Ella estaba acurrucada junto a un contenedor de basura, temblando, con las manos aferradas a los costados. Ahora que la veía de cerca, noté el detalle de su cabello negro cayendo en desorden sobre sus hombros, y sus ojos, entre celeste y violeta, reflejaban puro pánico. Era mucho más baja que yo, y su cuerpo temblaba sin control. Me detuve a unos metros y levanté las manos en señal de paz, inclinándome un poco para no parecer tan imponente.

—Hey, tranquila —dije con voz suave, intentando sonar amigable—. No quiero asustarte, sólo quiero ayudarte.

Ella me miró con confusión, como si luchara por entender lo que estaba pasando. Me acerqué lentamente, mi tamaño siempre una barrera que intentaba superar con gestos cuidadosos y palabras gentiles.

—Pareces estar teniendo un mal rato —continué, esbozando una sonrisa leve, con la esperanza de aliviar la tensión—. ¿Sabes lo que te está pasando?

Ella sacudió la cabeza, su cuerpo seguía temblando, y pude ver las lágrimas acumulándose en sus ojos.

—Siento... siento que algo está mal dentro de mí —susurró, su voz quebrada—. Algo... algo no está bien.

Traté de parecer relajado, aunque sabía lo grave que podía ser lo que estaba ocurriendo. Me rasqué la cabeza, buscando una forma de explicarlo sin hacerla entrar en pánico.

—Bueno... soy un oso, literalmente. —Dije con un toque de humor, esperando que le diera al menos una pizca de alivio. Ella me miró, perpleja, y aproveché para seguir—Y tú... eres un Umbral, la versión original de los vampiros de los mitos. —Intenté aclararlo de forma simple, pero al ver su reacción, supe que no había logrado calmarla.

Se llevó las manos a la boca y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¡No, no puede ser! —gimió, con la voz rota—. ¡No quiero ser un monstruo!

—Espera, espera —dije rápidamente, señalando sus colmillos que ahora eran claramente visibles—. Se te notan un poco los... colmillitos. —Eso sólo la asustó más, y quise golpearme la frente. "Genial, Derek, eso definitivamente no ayudó."

Me incliné más, tratando de que mi voz sonara lo más serena posible.

—No eres un monstruo. Sólo estás asustada. Mira, respira hondo, despacio... te prometo que si te calmas, se retraerán y te sentirás mejor.

Ella respiró entrecortadamente, luchando por seguir mi consejo. Mientras la veía intentar serenarse, sentí esa necesidad ineludible de protegerla, como si el instinto de oso que tanto me frustraba a veces, fuera lo único que realmente sabía hacer bien.

Aproveché el momento y le pregunté suavemente desde cuándo se había sentido así. Entre sollozos y respiraciones agitadas, logró explicarme que todo había comenzado hacía una semana. Primero, solo era un dolor de cabeza persistente durante el día, pero pronto empezaron a pasar cosas extrañas: los objetos se le caían de las manos sin razón, y su visión se volvía borrosa, como si no pudiera enfocar bien. Lo peor llegó hace un par de días: ningún alimento la saciaba, sentía un agotamiento extremo, y una especie de hipersensibilidad la hacía reaccionar al mínimo sonido o a la más leve mirada.

Intenté tranquilizarla. Le dije que podía confiar en mí. Claro, sabía que no era fácil para alguien aceptar ayuda de un completo desconocido, pero ella asintió, claramente aterrorizada y desesperada. Con cuidado, la ayudé a levantarse y la guié hacia mi camioneta. Arrancamos, con la idea de llevarla a mi casa en el pueblo. Allí podría contactar a Volkon, un Umbral que conocía bien y que trabajaba como dueño de una cafetería. Si alguien podía orientarla, sería él.

A medida que salíamos de la ciudad, ella comenzó a inquietarse de nuevo. Noté cómo sus dedos se retorcían nerviosamente sobre sus rodillas, y decidí detener el vehículo. Saqué mi teléfono y le mostré algunas fotos de mi familia. Le enseñé imágenes de mi tía Dana y de Claire, mi prima, para que viera que, después de todo, tenía una vida normal y no era ningún psicópata peligroso. Incluso le mostré algunos videos de Claire y yo haciendo bromas tontas, intentando estar al día con las tendencias. Finalmente, se rió un poco, y esa pequeña chispa de alivio me hizo sentir que tal vez no lo estaba haciendo tan mal.

—Un Umbral necesita esencia para sobrevivir, —comencé a explicarle cuando vi que estaba más tranquila—. No es algo que te hagan; es parte de tu naturaleza, algo que heredaste de uno de tus padres.

Su mirada se llenó de confusión y sorpresa.

—Mi madre nunca ha tenido nada parecido, —me dijo, con los ojos muy abiertos—. Y... ni siquiera sé quién es mi padre. Mi mamá tuvo una juventud bastante... alocada. Me criaron mis abuelos hasta que me mudé aquí.

—Es posible que fuera tu padre, entonces, —dije, intentando que sonara menos aterrador de lo que parecía—. El sol te debilita, pero no te preocupes, no te vas a desintegrar ni nada por el estilo. Sí, puedes broncearte, pero te sentirás agotada y con jaqueca si te expones mucho.

Su rostro mostró un atisbo de alivio, pero la ansiedad seguía presente.

—¿Y qué hay del ajo, las cruces, el agua bendita? —preguntó, su voz temblando por el miedo y la esperanza de que fueran solo mitos.

Sonreí, intentando infundir confianza.

—Todo eso es pura ficción. Puedes comer todo el ajo que quieras. Las cruces no te afectan, y el agua bendita es solo agua para ti. Tampoco te vas a convertir en murciélago ni tendrás que dormir en un ataúd.

Una pequeña sonrisa asomó en sus labios, y me di cuenta de que había logrado romper un poco la barrera del miedo.

—¿Y las estacas en el corazón? —preguntó, ahora con una mueca de disgusto mezclada con humor.

Me reí, aliviado de que estuviera relajándose un poco.

—Bueno, eso es universal. Una estaca en el corazón mataría a cualquiera, ¿no? Pero no, no te vas a convertir en cenizas. Y sí, sigues teniendo reflejo, así que puedes usar espejos sin problema.

Ella se rió, aunque suavemente, y me llamó "tonto" con una sonrisa que por fin parecía genuina. Sin embargo, cuando mencioné la necesidad de esencia, la sonrisa se desvaneció.

—Pero... ¿sangre? —repitió, su rostro contrayéndose de asco.

—Sí, pero espera, no es tan terrible como suena, —intenté tranquilizarla—. Además, tiene sus ventajas: serás más fuerte y rápida. No todo es malo.

Ella me miró con escepticismo, cruzando los brazos.

—¿Y eso debería emocionarme?

—Sé que suena raro, pero créeme, con el tiempo todo tendrá sentido. Yo también cambié de golpe cuando era adolescente, y sé lo aterrador que es.

Se estremeció, y vi cómo la angustia volvía a retorcerla, como si el dolor la estuviera devorando. Sabía que necesitábamos hacer algo pronto.

—Escucha, —dije con seriedad—, puedes absorber esencia de muchas fuentes: humanos, cambiaformas, otros Umbrales... incluso animales. No es algo que tengas que decidir ahora, pero lo entenderás mejor después.

Sus ojos se clavaron en los míos, todavía llenos de dudas y miedo. Sabía que lo que iba a decir sonaría extraño, pero debía hacerlo.

—No quiero asustarte ni aprovecharme de la situación, pero confía en mí. Esto te ayudará.

Con delicadeza, la moví del asiento del copiloto y la acomodé sobre mi regazo. Se tensó al principio, pero no se apartó. La rodeé con mis brazos en un abrazo firme y cálido. Sentí cómo poco a poco sus músculos se relajaban, y el temblor de su cuerpo se desvanecía. Se aferró a mí, como si ese contacto fuera el único ancla que la mantenía a salvo.

—¿Por qué me siento mejor? —susurró, con una expresión de alivio tan sincera que casi me hizo sonreír.

—Efecto abrazo de oso, —le expliqué suavemente.

Por primera vez, vi cómo el miedo se desvanecía de sus ojos, y una sonrisa tímida apareció en su rostro. En ese momento, supe que tal vez, solo tal vez, las cosas empezarían a mejorar.

Todavía abrazándola, me subí la manga y le mostré mi brazo. Ella me miró, confundida, sin saber muy bien qué hacer. Le expliqué con calma:

—Puedes morder aquí y tomar un poco. Eso te calmará lo suficiente.

Sus ojos se agrandaron por el miedo.

—No quiero lastimarte. No quiero que te conviertas en un vampiro —dijo, su preocupación evidente.

Reí suavemente y sacudí la cabeza.

—No te preocupes. Los vampiros no existen como en las leyendas, aunque a veces nos gusta hacerles bromas con eso. Ya te dije, los Umbrales no son así, y no pueden convertir a nadie. Pero dejemos esas explicaciones para después. Tienes cara de no haber dormido en días.

Ella se acercó lentamente, su respiración entrecortada, los labios temblorosos, a punto de rozar mi piel. Me preparé para el dolor, pero lo que sentí en su lugar fueron sus lágrimas cayendo sobre mi brazo. La acuné suavemente en un intento de consolarla, el miedo en su cuerpo casi palpable.

—Está bien —le susurré, mi voz tranquila—. No pasa nada.

Podía sentir su miedo, la ansiedad de lastimar a alguien, tan fuerte que casi se podía tocar. Intenté concentrarme, dejé que mis garras se extendieran un poco más. Ella se sobresaltó al verlas, y sin pensarlo, me incliné hacia ella y le di un beso en la frente, buscando calmarla mientras usaba una de mis garras para hacer un pequeño corte en mi brazo. La sangre empezó a brotar, un hilo delgado.

Sus ojos cambiaron de color, volviéndose un tono más violeta, y con un temblor en la voz me pidió perdón antes de inclinarse para beber. Incluso entonces, hizo un esfuerzo consciente por no tocarme con sus colmillos. Mis garras se retrajeron y mi mano volvió a su forma más humana. La acaricié suavemente en la espalda, sintiendo su fragilidad.

Pasó un rato antes de que pudiera preguntarle:

—¿Te sientes mejor?

Ella se apartó de mi brazo, su rostro con un mejor color, pero aún con los ojos llorosos. Mientras bebía de mí, había estado llorando sin cesar. La herida en mi brazo ya comenzaba a cerrarse por sí sola, el rasguño se reparaba rápidamente gracias a mi naturaleza. Había esperado que ella se lanzara con más desesperación, que me clavara los colmillos con avidez, pero no lo hizo. Aun luchaba con su naturaleza, pero al menos ahora, ya no tendría que lidiar con ese vacío agobiante.

Se disculpó nuevamente, y yo, con calma, le respondí:

—Está bien, de verdad. Lo importante es que te sientas mejor.

La mantuve en mis brazos un rato más, hasta que me di cuenta de que ni siquiera le había dicho mi nombre, ni le había preguntado el suyo. Me aparté un poco, observándola.

—Ahora que estás más tranquila, ¿cómo te llamas?

—Ámbar —respondió, aún algo tímida.

—Soy Derek —dije, presentándome con una sonrisa.

Ella repitió mi nombre en un susurro.

—Derek... el oso.

Solté una pequeña risa y asentí.

—Algo así.

Poco a poco, su cuerpo fue cediendo al cansancio, y antes de darme cuenta, sentí cómo se quedaba dormida en mis brazos, con su respiración profunda y tranquila.

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Martha Martina
x favor escritora continúa con la historia xq es brillante y muy hermosa 😭x favor 👏
Martha Martina
increíblemente hermoso espero que la autora siga contando la historia xq es taaaan buena muchacha felicidades hermosísima historia 😢😘❤️♦️❤️
IdyHistorias: La autora se fue de vacaciones pero ya volvió … 🫣
total 1 replies
~§~*NAY*~§~
llore😭
Greiselyn lisbeth
se ve interesante 😉
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