MonteSereno es un pequeño pueblo rodeado de montañas, tradiciones y secretos. Mariá creció bajo la mirada severa de un padre que, además de alcalde, es el símbolo máximo de la moral y de la fe local. En casa, la obediencia es la regla. Pero Mariá siempre vio el mundo con ojos diferentes — una sensibilidad que desafía todo lo que le enseñaron como “correcto”.
La llegada de los hermanos Kael y Dylan sacude las estructuras del pueblo… y las de ella. Kael, apasionado por los autos y el trabajo manual, inaugura un taller que rápidamente se convierte en la comidilla entre los habitantes. Dylan, en cambio, con su aire de CEO y su control férreo, dirige los negocios de la familia con frialdad y encanto. Nadie imagina el secreto que ambos cargan: un linaje ancestral de hombres lobo que viven silenciosamente entre los humanos.
Pero cuando los dos lobos eligen a Mariá como compañera, ella se ve dividida entre la intensidad de Kael y el magnetismo de Dylan. Mariá se encuentra entre dos mundos — y entre dos amores que pueden salvarla… o destruirla para siempre.
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Capítulo 10
Kael
Tan pronto como veo a Mariá subir al coche de su padre, mis ojos se mantienen clavados en ella. Aprieto mi puño conteniéndome. La idea de ese monstruo agrediéndola no sale de mi mente.
Era nítido que él iba a golpearla allí mismo. El cinturón en sus manos lo evidenciaba. Antes de que él entrara en su coche y saliera quemando el neumático del vehículo, me lanza una mirada mortal y sombría.
Y entonces allá se van ellos. O mejor, allá se va ella... Mariá.
Paso la mano por mi cabello desesperado, pateo una piedra en el suelo y grito:
— ¡AHH! ¡¿Qué hago, dioses?! ¡¿Qué hago?!
Como era de esperar, la respuesta no llega. Sin tener mucho que hacer entro en el coche y sigo hacia la casa. Mientras conduzco, mi mente se transforma en un verdadero torbellino de pensamientos y cuestionamientos.
— ¡MIERDA! Eres un idiota, Kael. ¡Un verdadero idiota! — me digo a mí mismo golpeando el volante.
(...)
Tan pronto como estaciono el coche frente a la casa en la que estamos viviendo, me quedo por un momento dentro del vehículo mirando fijamente hacia adelante. Entonces me giro hacia la casa cercada por la cerca pequeña y blanca.
En un acto repentino salgo del coche y camino furiosamente hasta la cerca, pateándola y abriendo buena parte de ella que da acceso al jardín de la casa.
— Esta mierda de casa ni siquiera tiene garaje. Ahora improvisé uno. — Me digo a mí mismo pasando la mano por el cabello en un gesto de pura agonía.
Regreso al coche, acelero y paso por encima de la cerca caída, estacionando el coche en el jardín. De repente, tan pronto como salgo nuevamente del coche, una camioneta roja disminuye la velocidad parando frente a la casa.
Veo al chico Léo en el asiento delantero mirándome profundamente, mientras su padre me mira y asiente, mi hermano baja despidiéndose de ellos.
Suspiro profundamente y coloco las manos en el bolsillo de mi chaqueta. Mi hermano me mira y después su mirada se dirige al agujero en la cerca.
Él masajea las sienes. Se acerca colocando la mano en la cintura mirándome.
— No estás bien, ¿verdad, Kael? ¡¿Vas a seguir enloqueciendo, joder?! ¡Te necesito bien, mierda! ¿Me estás escuchando? ¡NECESITO QUE ESTÉS BIEN! — él grita y es la primera vez que veo a mi hermano saliendo un poco del personaje centrado.
Trago saliva, me acerco a él con la mano aún en el bolsillo de la chaqueta. Quedando frente a frente lo encaro y digo mirando fijamente en sus ojos.
— Sabía... — comienzo pausadamente. — ¿Que ese mierda de padre de ella la agrede?
Mi hermano frunce el ceño y veo que aprieta sus puños al lado del cuerpo.
— ¿Cómo así, Kael? ¿De qué estás hablando? — él indaga, visiblemente afectado por lo que acabo de decir.
Suelto el aire con fuerza.
— Es eso mismo que oíste, Dylan. Yo los alcancé en la carretera. Estaban parados en un arcén y el hijo de puta, estaba con un cinturón en la mano.
Mi hermano respira profundamente, mira hacia arriba al cielo oscuro y estrellado. Él retorna su mirada hacia mí y por fin habla:
— ¿Quieres correr un poco? Mi lobo está clamando por salir.
Yo entonces doy una pequeña sonrisa de lado diciendo:
— Ahora hablaste mi idioma, hermano. Vamos allá. Mi lobo también está sediento por liberación y una buena carrera.
Y así nosotros dos caminamos por la calle oscura y mal iluminada yendo en dirección al bosque. Dylan comienza a desabrochar su camisa, mientras yo comienzo a retirar mi chaqueta.
— Hoy vamos a aullar, hermano. La fiera va a salir por ella... por nuestra Mariá... por nuestra compañera. — Dice mi hermano serio.
Sonrío largamente, mientras el brillo plateado de la luna nos baña, yo afirmo:
— Por nuestra compañera... vamos a aullar y nada, absolutamente nada será como antes.