Alianza Con El Mafioso

Dentro del cuarto Luca estaba parado frente a la cama, bajo su dominio, de rodillas y con la mitad del cuerpo apoyado sobre el colchón se encontraba la más joven de sus acompañantes. Una morocha exuberante de bella figura, pero casi sin experiencia que él había comprado en los suburbios a un viejo proxeneta y ahora la quería moldear a su antojo, enseñarle de cero como debía comportarse en la cama.  Él la penetraba con fuerzas, sin ningún tipo de consideración, sin sentimientos ni remordimiento haciendo que los ojos de la joven se cristalicen por el dolor. Ella miró a su compañera que sonreía feliz acercándose a besar su mejilla le susurro.

— Aguanta, o no saldremos con vida de aquí— luego lamió su mejilla para disimular y la besó.

La morocha entendió el mensaje  y reprimió sus ganas de llorar, ella se agarró con fuerzas de las sabanas y ocultando su rostro intentó calmarse porque si Luca se daba cuenta que no lo estaba disfrutando el castigo sería peor.

Ignorando por completo la situación el continuo entrando y saliendo de la joven pero su silencio comenzaba a molestarle así que con su voz ronca, casi sin aliento pero con firmeza ordenó

—Grita para mí—gruño evidentemente molesto entonces se aferró a las nalgas hasta que la piel de la joven ardió bajo ese contacto y profundizando sus movimientos— ¡Hazlo o no tendré piedad de ti!

La joven obediente comenzó a gritar intentando complacer a su verdugo pero al parecer no sonaba muy convincente y eso lo enfureció.

—¡Ahhh mmmm ahhh!—dijo fingiendo.

—¡Mejor cierra la boca! —exclamó y le jaló del cabello, obligándose a arquearse— Eres patética, sino fuera porque sigues estrecha ya estarías en el fondo del mar— comentó asqueado.

— Lo siento, no sé cómo…

— Te dije que cierres la boca—volvió a ordenar y esta vez enfurecido de tiro de sus cabellos tan fuerte que ella sintió que le arrancaría hasta su piel así que permaneció en silencio y sus lágrimas rodaron por su mejillas.

La rubia sintió pena por la joven así que provocativamente mordió su labio inferior y relamió su boca y comenzó a auto darse placer ante sus ojos.

—¡ Veremos si tú lo haces mejor!—miró a su vieja acompañante con una sonrisa endemoniada que prometía mucho más de lo que sus palabras decían.

— ¡Sabes que sí!—respondió coqueta y sin dejar de tocarse.

La rubia permanecía recostada  acariciando su propio cuerpo como si fuera una espectadora esperando su turno y arqueándose por el placer que sentía con sus propios dedos. Luca tomó uno de sus pies y jaló de ella, acercándola hasta el borde de la cama y haciendo que abra las piernas con brusquedad, le quitó sus dedos y los llevó hasta su boca deleitándose de su sabor.

—¡Exquisita como siempre! —murmuró y sus ojos se oscurecieron.

Entonces él tomó su lugar y comenzó a masturbarla con dos de sus dedos haciendo que grite de placer obligándola a que lo mire directamente a los ojos.

—¡Así me gusta, eso son gritos!—dijo saliendo de la morocha e ingresando con fuerzas en la mujer experimentada— ¡Mira y aprende, quiero que hagas todo como ella o de lo contrario te venderé al burdel ya que no sirves ni para comida de los peces!

La morocha asintió con un movimiento de cabeza, era la cuarta vez que estaba con ese hombre y a pesar que era muy guapo  y en un principio se sintió halagada de ser comprada por él ahora se arrepentía, su temperamento era despreciable y su forma de tratar a las mujeres dejaba mucho que desear, pero al fin de cuentas prefería eso a tener que estar con varios hombres a la vez y ser la mercancía de ese borracho sin corazón que la engañó con sus mentiras para que trabaje en su local.

Luca siguió entrando y saliendo de la rubia, succionando sus pechos con devoción haciendo que disfrute del momento y con su mano comenzó a acariciar el cuerpo de la morocha, siendo más suave e intentando calmar un poco la tensión que sentía en su piel y haciendo. Poco a poco logró  que de sus labios se escaparan pequeños suspiros y dejara de temblar, alejando su boca de los pechos de la rubia observó a la morocha como con sus ojos cerrados disfrutaba de su simple tacto, lo que lo encendió por completo y no pudo evitar tomarla con fuerza de su nuca y obligarla a que lo bese mientras penetraba con rudeza a la otra mujer.

Igor subió las escaleras de la mansión maldiciendo su suerte, conocía perfectamente a su jefe y sabía que no le iba a gustar para nada enterarse que su ex prometida o su mujer era la secretaria de su enemigo y como era de esperar se desquitaría con el mensajero, o sea él, por no haber averiguado antes sobre Loreta.

Al llegar frente a la puerta de la habitación los gemidos y gritos de ambas mujeres llegaron a sus oídos y por un momento dudó en interrumpir sin embargo golpeó con determinación.

Luca miró hacia la entrada solo su mano derecha era capaz  de interrumpirlo en un momento así y debía ser muy importante.

—¡Pasa! —ordenó mientras seguía dentro de la rubia.

Igor ingreso a la habitación y desvió la mirada  de inmediato al ver la escena entonces observando el piso habló

— Señor, le tengo noticias.

— Dime que acabamos con ese maldito —exclamó con rudeza y apretando fuerte su mandíbula.

— Así es, Lewis O’Connor es historia.

— Entonces únete a la fiesta, debemos celebrar y está joven aún no me complace —dijo señalando a la joven que avergonzada intentaba cubrir su cuerpo con las sábanas.

Igor levantó la vista y por un momento sintió pena por la joven, era muy hermosa, pero el destino la puso en manos de un ser despreciable que no tenía corazón y ahora debía ser su esclava, entonces aclarando su voz le respondió.

— Le agradezco el ofrecimiento, sin embargo surgió un problema y necesitamos hablar.

Luca miró a su mano derecha y rezongando salió de la joven aún excitado y exponiendo su hombría sin vergüenza o pudor.

—¡Largo!—ordenó mientras buscaba en la mesa de luz el pantalón de su pijama.

La morocha pasó envuelta en las sábanas con las mejillas sonrojadas y caminando con dificultad, mientras que la rubia camino coqueta con su cuerpo desnudo y mirando al segundo al mando con deseo.

Igor pese a que usaba lentes oscuros todo el tiempo para ocultar la ceguera de uno de sus ojos era un hombre muy guapo y atractivo.

Estando solos en el cuarto Luca se acercó a su hombre de confianza preguntó.

— ¿Qué clase de problemas tenemos?

— Uno con nombre y apellido y que sé que no te va a gustar para nada.

— Ya deja de dar tantos rodeos y habla de una puta vez que mi hombría duele más que la mierda—gritó enfurecido por la interrupción.

— Loreta Rosietti era la secretaria de O’Connor y estoy seguro que vio todo y no va a dudar en ir con la policía.

Luca camino por el cuarto, hace muchos años que no escuchaba el nombre de su prometida, ni sabía de su paradero, ella vivía en la toscana, alejada de la ciudad y era imposible que ahora trabaja para una multinacional como lo era la compañía  O'Connor technology, entonces se giró y mirando a su secretario habló con voz gélida que traspasaba cada poro de la piel de Igor y retumbando en la soledad del cuarto.

— ¡Es hora de encontrarme con mi viejo amor y recuperar el tiempo perdido!—en su rostro su mirada se oscureció y una media sonrisa siniestra apareció en su rostro—. Averigua todo de ella y tráela frente a mí.

—De acuerdo —asintió Igor.

— Ahora vete, debo tomar una ducha y pensar en como recuperar a mi mujer

Una vez que Igor salió del cuarto, Luca se dirigió al baño y comenzó a autocomplacerse bajo la ducha de agua fría, pensando en Loreta y como hace unos años atrás la tomaba por primera vez en su pequeño departamento.