Una mujer despierta en una playa sin recuerdos, aparece un hombre que asegura ser su esposo y que su nombre es Olga. Pronto es llevada a una casa ajena donde dos niños, extrañamente distantes, también la llaman "mamá". A medida que intenta encajar en esta nueva vida, comienza a percibir que no pertenece a ese lugar: su forma de sentir, de hablar y de recordar no corresponden con la mujer que todos dicen que es.
En medio del control por parte de su supuesto esposo, ella empieza a descubrir verdades aterradoras. Además, su cuñado que empieza a residir en la casa, se convierte en un vínculo perturbador, pero familiar, despertando emociones que parecen venir de otra vida.
Mientras la casa se llena de presencias inquietantes, dibujos siniestros y comportamientos que rozan lo sobrenatural, ella y su cuñado reconstruyen, paso a paso, una historia de amor prohibido, que trata de hacerle frente a la traición y busca una venganza ante la injusticia.
Ella ya no es quien solía ser, ¿te atreves?
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5. Niños extraños
El tercer día en aquella casa comenzó con un cielo gris y un silencio inquietante. Olga despertó antes que todos, era difícil dormir en un lugar que no parece transmitirle nada y al lado de un hombre que le resulta un completo extraño, afortunadamente, hasta el momento, él solo duerme, no le pide nada más, si le pidiera ser su esposa en todos los sentidos, tendría que salir huyendo.
Ella caminó descalza por el pasillo, guiada por un impulso. Todo seguía igual, los muebles en su sitio, las fotos en los marcos, la misma fragancia floral demasiado intensa, como si tratara de cubrir algo más profundo, más antiguo.
En la cocina encontró a Facundo en pijama, sentado en el suelo, dibujando con crayones sobre un pedazo de cartón. Al verla, alzó la vista y le sonrió, pero su mirada no tenía la calidez típica de un niño de cinco años. Era una mirada evaluadora.
- “¿Qué estás dibujando?”, preguntó Olga, agachándose junto a él, como si buscara otra respuesta, la verdad.
El niño giró el cartón hacia ella. Había una figura femenina de cabello oscuro y largo, de pie frente a una casa con ventanas negras. Frente a ella, dos figuras más pequeñas —niños, al parecer— y una figura alta con ojos rojos y una boca cosida.
- “Esa eres tú”, dijo Facundo señalando a la mujer. “Y ese es papá”, agregó. Olga sintió un escalofrío.
- “¿Por qué tiene los ojos rojos?”, preguntó Olga con curiosidad nerviosa.
- “Porque él grita por dentro. Tú no lo escuchas todavía. Pero yo sí”, respondió el pequeño Facundo. Olga tragó saliva.
- “¿Y qué hay detrás de la casa?”, preguntó Olga, aunque una sensación de miedo la embargara. Facundo la miró fijamente.
- “La señora del sótano”, respondió el pequeño, Olga palideció.
- “¿Qué, qué señora?”, preguntó Olga.
- “La que canta cuando papá se va a dormir. Emma la odia”, respondió Facundo,
En ese instante, la niña apareció en la puerta, de pie, abrazando un peluche con los brazos apretados. Sus ojos estaban más abiertos de lo normal. No dijo nada. Solo observaba.
Olga se acercó.
- “Emma, ¿quieres que te prepare algo de desayuno?”, preguntó Olga, aunque se sintiera extraño, supuestamente aquella niña era su hija y no sentía ese amor maternal.
La niña negó con la cabeza, sin soltar su muñeco. Luego, con voz tan baja que parecía un eco, susurró: “Te pareces a ella. Pero no eres ella”. Olga se estremeció.
- “¿A quién me parezco?”, preguntó Olga.
- “A mi mamá de antes”, respondió Emma.
“Antes”. Esa palabra cayó como un cuchillo, una reveladora verdad que la supuesta Olga aun no logra entender, Felipe apareció detrás de ella, inesperadamente.
- “¿Todo bien aquí?”, preguntó Felipe, con una sonrisa tensa. Olga se giró con una media sonrisa.
- “Sí. Están… jugando”, se apresuró Olga en responder.
Él se agachó y acarició el cabello de Emma, pero la niña se apartó; aunque no diga nada, Emma aun tan pequeña sabe que su padre es peligroso.
- “A veces tiene esos cambios de humor. No les des importancia”, dijo Felipe.
- “¿Ellos han hablado con alguien? ¿Un psicólogo, tal vez?”, preguntó Olga.
- “No. No es necesario. Solo necesitan estabilidad”, respondió Felipe de manera seca.
Olga asintió, pero algo no cuadraba. Los niños no estaban actuando como simples víctimas de confusión familiar. Era como si vieran algo que los adultos no podían.
Esa tarde, mientras Felipe se ausentó para "hacer algunas compras", Olga volvió a la habitación de los niños. Revolvió entre juguetes, libros, libretas.
En un cuaderno infantil de tapas rojas encontró garabatos que parecían incoherentes. Pero uno de ellos le heló la sangre: un dibujo de una mujer hundiéndose en el mar, rodeada de líneas negras que parecían manos. Sobre la superficie, una figura que la observaba desde un bote.
Al revés, había una palabra escrita con torpeza infantil: "Karina". Olga se quedó mirando ese nombre. Sintió un tirón en el estómago. El aire se volvió más denso.
No sabía quién era Karina. Pero algo dentro de ella, que no podía explicar, sí lo sabía. Esa noche, antes de dormir, volvió a escuchar los pasos detrás de la puerta cerrada del pasillo. Esta vez no eran imaginarios. No era el viento, estaba segura de que eran reales, y cada noche, estaban más cerca.
...Emma y Facundo ...