LAS DOS CARAS DE LA MONEDA.

CAPITULO 15.

El reloj mostraba las nueve de la mañana cuando Dreiner Ballesteros se acomodó nuevamente a su oficina, totalmente abrumado por los nervios. No había pegado ojo en toda la noche. Se había quedado solo, encerrado en la fría penumbra de su oficina, tratando de planear su siguiente paso. Pero el insomnio no fue su único adversario: el miedo, que tanto se esforzaba en ocultar, lo había estado acompañando durante la madrugada.

Apenas se acomodó, su asistente —Luis, un hombre que había soportado sus cambios de humor durante años— entró temblando con un sobre en la mano. Su rostro era tan pálido como el mármol y sus ojos revelaban el terror que lo dominaba.

—¿Qué necesitas ahora? —gruñó Dreiner sin levantar la mirada.

—Señor. . .  esto llegó del tribunal —susurró Luis, como si el simple hecho de mencionar esas palabras pudiera atraer una desgracia.

Dreiner le quitó el sobre de manera brusca y lo abrió. Era la notificación oficial para la primera audiencia de divorcio. Tenía quince días para presentarse. Era una cita obligatoria para la conciliación. Si no se llegaba a un acuerdo, el juicio sería inevitable.

Apretó los dientes con tanta fuerza que sintió un dolor punzante en la sien. Antonella no se lo pondría fácil.

Sin perder un segundo, tomó su teléfono. Necesitaba transferir dinero de la cuenta suiza antes de que fuese demasiado tarde. Su instinto le decía que debía actuar rápidamente.

Marcó enseguida el número de su contacto en el banco.

—Quiero hacer una transferencia urgente —dijo en cuanto le atendió.

Pero lo que escuchó al otro lado le dejó helado.

—Señor Ballesteros, su cuenta fue vaciada hace dos días. Se utilizó una autorización firmada digitalmente, cumpliendo con todos los protocolos de seguridad.

—¿¡Qué estás diciendo!? —gritó Dreiner, levantándose como si le hubieran disparado.

—Lo siento, señor —repitió el banquero con tono impasible—, todo fue completamente regular. Desde nuestra perspectiva no hubo irregularidades.

Dreiner dejó caer el teléfono. Un grito de rabia resonó en la habitación mientras comenzaba a lanzar todo lo que encontraba sobre su escritorio. Papeles, carpetas, su computadora… Todo salió volando.

Luis retrocedió hacia la puerta, sintiéndose pequeño. Afuera, los empleados bajaron la mirada aún más, deseando volverse invisibles. La tensión en el edificio era evidente, como una tormenta al borde de estallar.

¡Su socio lo había traicionado! Esa era la única razón que tenía sentido. Mauricio tenía acceso. Mauricio conocía los procedimientos. Mauricio lo había apuñalado por la espalda.

Mientras intentaba calmar su ira, Luis volvió a tocar la puerta suavemente.

—¿Qué necesitas ahora? —rugió Dreiner, fuera de control.

—Señor. . .  los señores Valencia han llegado. Los padres de la señorita Paloma.

Dreiner dejó escapar una risa amarga, más parecida a un bufido.

—Increíble. . .  ¿Qué más puede ocurrir hoy? Que entren.

La puerta se abrió y Esteban junto a Mariana Valencia hicieron su aparición. Impecables y seguros, cada paso que daban resonaba con la fuerza de su apellido. Dueños de una cadena hotelera reconocida a nivel mundial, estaban acostumbrados a que todos se sometieran a su voluntad.

—Dreiner —dijo Esteban, sin ocultar su desdén—.  Hemos venido a poner fin a esto de una vez por todas.

—¿Cuál es motivo de esta repentina visita? —respondió Dreiner, esbozando una sonrisa irónica.

Mariana fue directa como un dardo.

—Mantente alejado de Paloma.

Dreiner, inclinando la cabeza con diversión, mostró una sonrisa burlona.

—¿Ahora también quieren decidir sobre su vida amorosa?

Esteban golpeó la mesa con tal fuerza que el vaso tembló.

—Conocemos bien a hombres como tú, Ballesteros. Sabemos lo que hiciste con Antonella. ¡Y no permitiremos que también destruyas a nuestra hija!

Dreiner, aparentando tranquilidad, se recostó en su silla de cuero.

—Paloma y yo estamos enamorados. No tienen derecho a intervenir.

Mariana lanzó una risa amarga.

—¿Enamorado? Lo que te interesa es su apellido, sus conexiones y su riqueza. Pero escucha bien, Dreiner: si no te apartas de ella, haremos que cada negocio contigo se venga abajo. Romperemos contratos, detendremos líneas de crédito, arruinaremos tus empresas, y no nos importará el costo.

Dreiner los observó con una frialdad calculadora.

—Eso significaría juicios… compensaciones… una costosa y pública batalla legal. ¿Realmente están dispuestos a perder tanto por un simple capricho?

Esteban no dudó.

—Preferimos perder millones a ver cómo nuestra hija se destruye a tu lado.

Mariana agregó con una mirada afilada:

—No es sensato desafiarnos, Dreiner. No eres tan inmune como crees.

Por primera vez en mucho tiempo, Dreiner sintió verdadero temor. Sin embargo, lo ocultó tras una sonrisa tensa.

—No se preocupen. Hablaré con ella. Haré… lo correcto.

Esteban y Mariana se marcharon sin despedirse, sin echar una sola mirada atrás. El golpe de la puerta sonó como un veredicto.

Dreiner se dejó llevar hacia delante, apoyando su frente en la mesa. Todo a su alrededor se desmoronaba: su matrimonio, su fortuna, sus relaciones. Ahora Paloma era también un riesgo, y su mejor amigo, su socio durante tantos años, lo había traicionado de la forma más miserable.

Sus dedos se aferraron con fuerza al borde de la mesa, hasta que sus nudillos se pusieron pálidos.

—Esto no quedará sin respuesta, Mauricio… —murmuró, con un tono cargado de veneno.

Y como si se abriera una grieta en su interior, la sed de venganza comenzó a florecer como una oscura semilla.

No tenía más que perder.

Y nadie, bajo ninguna circunstancia, lo iba a detener.

HOLA MIS QUERIDAS, hasta aqui por hoy, por sus comentarios se que les esta gustando la historia, que les parece si tenemos una maraton mañana, yo no publico los fines de semana, pero puedo darles una maraton, si todas comentan pidiendo una maraton, si mañana entro y veo sus comentarios les regalo la maraton.

LAS QUIERO Y GRACIAS POR LEER MIS NOVELAS.

ATT. CINTHIA BARROS AUTOR.