Alexander y Sofía. dos enemigos mortales que acaban con sus vidas al mismos tiempo. sin imaginarse que sus destinos se unirá en una época diferente, en un siglo moderno, como el XXI
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capitulo 4: Actriz.
Bonet lo miró asombrado. No podía creer que su jefe, el mismo que había presentado la propuesta en la reunión anterior, estuviese criticándola con tanta facilidad. El aire en la oficina se tornó denso, como si cada palabra lanzada por Iván se tradujera en una carga pesada que dificultaba la respiración de aquellos presentes. La incredulidad de Bonet crecía gradualmente al escuchar la desaprobación de su propuesta.
— Bonet. Reúname con los concejales ahora mismo —ordenó Iván, su mirada feroz y decidida
— ¿Concejales? —Balbuceó Bonet, todavía en estado de shock.
— Esos ejecutivos que están bajo mi cargo —expresó Iván, subrayando la importancia de la reunión con un tono tajante.
Bonet asintió rápidamente, con su expresión aún incrédula, y salió de su oficina con una mezcla de preocupación y prisa. La situación era crítica, y aunque se había acostumbrado a las decisiones inesperadas de su jefe, el giro que estaban tomando las cosas superaba cualquier cosa que hubiera anticipado. Mientras trataba de organizar la reunión de emergencia, su teléfono comenzó a sonar insistentemente. Al mirar la pantalla, se encontró con un nombre de una mujer.
— Elena.
Sin embargo, sintiéndose abrumado por la tensión de lo sucedido, decidió no contestar, dejando el teléfono sobre la mesa con un gesto desalentado.
En la oficina, el silencio se mezclaba con el ruido de la limpiadora, que continuaba haciendo su trabajo.
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En otra parte de la ciudad, Sofía llegaba al set de grabación donde se desarrollaba su trabajo diario. Con los ojos entrecerrados, intentaba reunir los fragmentos de recuerdos que vagaban en su mente, mientras el bullicio del lugar le era familiar y, al mismo tiempo, distante.
Al final del pasillo, pudo ver a su asistente, Genoveva, que se acercaba con una carpeta en mano. La imagen de la joven la asaltó con un torbellino de recuerdos que revelaban la complicada relación que mantenían ambas. Genoveva había sido contratada bajo los mandatos estrictos de su jefe, y por lo tanto, Sofía se sentía atrapada; condenada a una vida estructurada por horarios exhaustivos y trabajos interminables. La existencia de Genoveva parecía llena de una vida ordenada, pero en realidad le obligaba a Sofía a permanecer alejada de las pequeñas alegrías que solía disfrutar y someterla las horas de trabajo.
— Señora Marson. Por fin. El director la necesita para comenzar. Debió estar aquí hace una hora —anunció Genoveva, casi sin aliento.
— Cálmate. Mejor puedes buscarme un té y —comenzó a decir, pero su asistente la interrumpió.
— ¡No! El director la necesita ahora mismo.
Había algo en la actitud de su asistente que le irritaba profundamente, una dinámica que la mantenía subordinada y que comenzaba a rechazar. Entonces, sin pensarlo dos veces, tomó a Genoveva por los cachetes, mirándola a los ojos con una expresión seria.
— Un té, niña. Y cálmate, que a partir de ahora ya no soy la misma y no me voy a dejar someter.
Genoveva tragó saliva, sorprendida, y asintió, alejándose con paso apresurado para buscar el té al que su jefa había hecho referencia, mientras Sofía continuaba sintiendo el peso de su propia ira crecía por dentro.
De repente, el director apareció en la escena, notablemente molesto por el retraso. Sus ojos disparaban reproches, como si cada segundo perdido estuviera marcando un fallo en el trabajo que tanto apreciaba.
— Sofía. Por ti retrasamos las horas de grabación. Más vale que lo compenses ahora —dijo con un tono de voz que desbordaba impaciencia.
La reacción de Sofía fue fulminante; no podía soportar ser tratada con tal desdén.
— ¿Cómo osas en hablarme en ese tono? Un hombre siempre tiene que guardar respeto ante una mujer y no hablarle como a una mera cosa. No me moveré hasta que me pidas una disculpa.
La incredulidad del director era palpable. Se quedó parado, sorprendido, hasta que finalmente la alegría brotó de su ser. Su risa resonó por el set como un aire fresco que despejaba con malicia la tensión acumulada.
— Te has metido muy bien en tu papel. Ahora, te pido disculpas; estoy sobrehora y necesito tener algunas escenas ya tomadas. Ven, vamos, su alteza.
Las palabras del director, casi burlonas, hicieron que Sofía se sintiera extrañamente humilde pero también en la posición en la que estaba.
Se dio cuenta de que su papel en esta actuación era la malvada de la historia, la emperatriz que gobernaba con puño de hierro y, en ese momento, era consciente de que iría a interpretando a la perfección el papel que le habían encomendado.
Mientras se dirigía al set, sus recuerdos chocaban con la realidad del lugar. Volvió a observar el ambiente de grabación, y se dio cuenta de que era casi un reflejo de un mundo medieval en el que solía vivir. Le resultaba fascinante y aterrador al mismo tiempo; había algo sobre los trajes, el decorado y la ambientación que resonaba con su pasado. Aunque la vida moderna y sus desafíos parecían envolverla, había pequeños fragmentos que le recordaba mucho a su mundo.
Genoveva regresó rápidamente con el té y, al probarlo, Sofía frunció el ceño con desconcierto.
— ¿Por qué sabe tan raro? ¿Qué tipo de hierba es? —preguntó, casi indignada.
— Bueno, es un té artificial. No tiene hierba, solo simula el sabor —respondió Genoveva, intentando no mostrar incomodidad ante el interrogatorio.
— ¿Qué?... —Sofía suspiró, sintiéndose traicionada por la promesa de la bebida caliente—. ¿Acaso así alimentas a tus sirvientes?
— ¿Sirvientes? Ah, ya, te refieres a los empleados. El presupuesto no se puede ir en comida —replicó el director, con una mueca que pretendía ser un intento de humor.
— Tendrás que mejorar eso. De lo contrario, demandaré la negligencia del lugar —declaró Sofía.— matarás a alguien con esta comida.
El director, levantó las manos en señal de rendición.
— Espera, Sofía, se puede arreglar. Le diré a la administradora que haga un nuevo inventario de la comida de los empleados. Ven, vamos a empezar. Genoveva, llévala a su camerino. Necesitamos que esté lista.