¿Morir o vivir? Una pregunta extraña, sin duda, y una que no tuve la oportunidad de responder. El universo, caprichoso o sabio, decidió por mí. No sé cuál fue la razón de esta segunda oportunidad, de esta inesperada vuelta al ruedo. Lo que sí sé, con cada fibra de mi ser, es que la voy a aprovechar al máximo, que no volveré a cometer los mismos errores que me llevaron al final de mi primera vida. Esta vez, las cosas serán diferentes.
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Capitulo XVI Confrontación
Conduje lo más rápido que pude hasta la empresa Estrada. Mi padre estaba a punto de cometer una locura, y no iba a permitirlo. Al llegar, le pedí a la recepcionista que me anunciara. Ella dudó, pero de algo me tenía que servir ser la hermana de la novia del dueño; al final, me dejó pasar.
Cuando llegué a la oficina de presidencia, la secretaria intentó detenerme, pero logré escabullirme con un movimiento rápido. No iba a permitir que me impidieran detener a mi padre.
Tres pares de ojos se posaron en mí. La tensión en la sala era tan espesa que casi podía cortarla.
—Lo siento, señor. La señora no escuchó cuando le dije que no podía pasar —explicó la secretaria, visiblemente nerviosa.
—Tranquila, Mónica. Ella es mi hermana y con gusto la vamos a atender —dijo Alma.
Su voz sonaba suave, pero su mirada se clavó en mí como una flecha envenenada.
Me miraba como si yo fuera su objetivo y no su hermana.
Mi padre se puso de pie, su rostro pálido y desencajado. —¿Qué haces aquí? Por favor, vete ahora mismo —dijo en un susurro lleno de pánico.
—Solo me iré si es contigo. No voy a dejarte solo con esta gente —respondí con firmeza, ignorando la advertencia.
—Por favor, tomen asiento —dijo Alma con una sonrisa que no le llegaba a los ojos. Su voz, ahora fría y calculadora, cortó el aire. —Nos gustaría escuchar su propuesta y las exigencias de Lorenzo en caso de que el señor Durán no pague.
—Creo que debemos dejar esta conversación para después. Alma y yo tenemos cosas que hacer —intervino Lorenzo. Su voz era gélida, su cuerpo rígido. Era evidente que no tenía el más mínimo interés en mi presencia.
Alma caminó hacia él y entrelazó sus dedos con los suyos. Era una provocación descarada. Sabía que se sentía victoriosa, que me tenía en sus manos. Pero ella no tenía ni idea de lo que yo era capaz de hacer para salirme con la mía.
—Señor Estrada, fue un gusto verlo —dije, coqueteando con mi mirada, esperando ver un atisbo de celos en el rostro de Alma. Pero ella se mantuvo inmutable, su sonrisa enigmática.
—Adiós, hermanita. Espero verte pronto —se despidió Alma con una sonrisa que sonaba más a una amenaza que a un adiós. Lorenzo ni siquiera me dirigió la mirada. La extraña seguridad de Alma me dejó un escalofrío. Sentí que tenía un plan en mente, y eso me daba más miedo que su odio.
...********...
La actitud de Alma era alarmante, algo estaba pasando con ella y quería saber que era.
—Esa gente sí que es descarada, mira que venir a pedirte dinero después de lo que pasó la última vez—, comento Alma más serena.
—Dejemos de pensar en ellos y mejor dime qué fue todo eso que acabas de hacer— dije preocupado.
—¿A qué te refieres? Solo mantuve una conversación con mi amada familia— sonrió con inocencia.
—No quiero que vuelvas a sugerir que te compre, sabes que nuestra relación escaló a otro nivel y que tú eres mi mujer ante todo el mundo.
—Las cosas son como son, pero bueno cambiemos de tema y mejor vayamos a almorzar. Muero de hambre.
Alma camino hasta el sillón en el que se encontraba en un principio, miro por unos segundos la revista que había estado leyendo concentrada, una sonrisa sé si uno en su rostro para luego voltear a verme.
—Me gustaría ir a un restaurante, ¿crees que podamos ir?— su voz sonaba melodiosa como si se tratara de una niña pidiendo un juguete.
—Si, vayamos al mejor restaurante de la ciudad—, dije entusiasmado.
—Estuve leyendo de uno en particular, tengo curiosidad por conocerlo. ¿Tienes algún problema si vamos a ese?
—Lo que tú quieras yo solo quiero complacerte en lo que me pidas.
La mujer que había conocido volvió en cuestión de segundos, esa versión de ella era la que más me gustaba y daría toda mi vida para que se mantuviera así.
Fuimos al restaurante que ella había pedido, la verdad era muy bonito y elegante. Algo que iba acorde con mis gustos. Al llegar nos recibió la recepcionista con mucho profesionalismo.
—Bienvenidos señores, ¿Tienen alguna reservación?— pregunto la joven manteniendo su profesionalismo.
—La verdad es que no, mi novia quería conocer el lugar por eso vinimos sin reservación.
—Es una pena, nuestras mesas están llenas, pero si gustan pueden hacer la reserva para otro día.
—Señorita, ¿usted tiene idea de quién soy? ¿Sabe que con una sola llamada puedo mandar a cerrar este lugar? Dígale a su jefe que venga a verme— si Alma quería entrar a este lugar nadie se lo iba a impedir.
—Amor, no es necesario hacer tanto drama. Vayamos a otro sitio y listo.
—¿Estás segura de eso?— pregunté tomando su hermoso rostro entre mis manos.
—Si, igual todos conocen a la familia Estrada y en cualquier otro lugar nos recibirán con los brazos abiertos.
Los ojos de la recepcionista se abrieron como platos cuando escucho el apellido de mi familia, la mujer palideció mostrando cara de arrepentimiento.
—Señor Estrada, disculpe no lo reconocí. Por favor espere un momento y ya le asignó una mesa— dijo titubeante.
—Pensé que no había mesas libres— comento Alma con sarcasmo.
La mujer no supo que responder, ella solo se enfoco en conseguir una mesa para los dos y en cuestión de segundos habia una disponible, entramos al lugar dirigidos por el mismísimo gerente del lugar.