Adrien Marlow siempre consideró a Kai Min-Fletcher un completo patán cuya actitud y personalidad dejaban mucho que desear. Era bruto, arrogante y un imbécil que a veces disfrutaba despreciar a los demás, justo el tipo de persona que Adrien detestaba. Por ello creyó que nunca se relacionarían. Pero entonces, en una noche de lluvia, descubrió algo inesperado: ¿Kai estaba llorando? Antes de que pudiera pensar con claridad, los dedos de su mano presionaron el botón de su cámara. Cuando el sonido alertó a Kai, Adrien no era consciente de que, en ese momento, su vida estaba a punto de cambiar… y que, quizá, también cambiaría la vida de alguien inesperado.
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[ 22 ]
La moto de Kai está estacionada a pocos metros. ¿Será que lo estaba esperando? Tiene sentido. Según lo que vio en Internet, este es un parque bastante grande. De hecho, antes estaba algo preocupado, porque, aunque quedaron de encontrarse aquí, nunca acordaron un punto exacto. Lo lógico sería verse en la entrada, claro, pero no estaba seguro de que Kai siguiera esa norma no escrita.
—Es mi hermano.
—Ah, eso explica el parecido —Kai recuerda la foto familiar que vio en casa de Adrien. En ella aparecía un chico de preparatoria con cabello rubio, cuerpo delgado y un aire rebelde. Si es su hermano, entonces el hombre del auto es el mismo de la foto. Qué cambio tan drástico—. ¿Qué edad tiene? ¿Treinta?
—Tiene veintinueve —responde Adrien—. ¿Para qué quieres saberlo?
—Por nada, solo tenía curiosidad —Kai se agacha para recoger la mochila que había dejado en el suelo cuando se acercó al ver llegar a Adrien.
—Eres el primero que dice que me parezco a mi hermano —comenta Adrien, mientras espera a que Kai termine de prepararse.
—Jaja, es cierto que no son como dos gotas de agua, pero tuve la impresión de que son similares.
Después de colocarse la mochila —aunque, en realidad, Adrien nota que se parece más a una maleta deportiva—, ambos caminan hacia el interior del parque. Un amplio camino de piedra los recibe, rodeado de frondosos árboles de gran altura. Sopla el viento, y se oye el crujir de las ramas al balancearse. Pronto lloverá.
—Si hay suerte, habrá un partido al que pueda unirme —dice Kai, entusiasmado.
—¿Partido? —Adrien lo mira, perplejo, como si no hubiera entendido bien.
—Sí. Tú dijiste que querías que me sintiera cómodo, ¿no? —remarca Kai—. ¿Para qué crees que te pedí vernos aquí?
Un trueno suena a lo lejos, como si acompañara el desconcierto en la mente de Adrien. Iluso, había pensado que Kai eligió ese parque por sus buenas locaciones para la sesión. Por ejemplo, al investigar, descubrió que había un lago; imaginó que podría tomar estupendas fotos allí. Sin embargo… ¿Kai solo quería jugar un partido de fútbol?
—No pongas esa cara. Las canchas de aquí son geniales, y la vista vale la pena. Si te preocupa el concepto, te aseguro que me preparé —dice Kai con absoluta confianza.
Un par de truenos más retumban. Comienzan a caer algunas gotas, pero no son abundantes; por ahora, es solo una llovizna ligera. La mayoría de las personas simplemente saca sus sombrillas para resguardarse, sin necesidad de correr a refugiarse. Adrien permite que Kai lo guíe. No encuentra manera de contradecirlo, porque tiene razón: fue él quien pidió repetir la sesión porque quería respetar su opinión. Así que debe aceptarlo.
A medida que avanzan, el camino de piedra da paso a uno de tierra. Se adentran en una de las secciones más apartadas de la zona común del parque. En esta parte casi no hay familias, pero sí adultos de distintas edades. Y en lugar de las risas de niños jugando, se oyen gritos de aficionados.
La cantidad de árboles disminuye: han llegado a un terreno abierto, amplio y despejado, con múltiples canchas para varios deportes. Béisbol, sóftbol, voleibol, básquetbol, fútbol americano y, por supuesto, fútbol soccer. Los espacios están bien distribuidos y, salvo por las canchas de cemento, el resto son de pasto auténtico en lugar del artificial. Además —tal como dijo Kai— la vista es sensacional: no hay gradas ni rejas, y se respetan gran parte de las áreas verdes del parque.
Cuando se acercan a una de las canchas que señaló Kai, Adrien se pone un impermeable verde oscuro. En ese espacio no hay árboles que lo protejan de la lluvia, y aunque sea leve, no pasará mucho tiempo antes de que su ropa termine empapada. Como necesita tener las manos libres para manejar la cámara, no puede usar un paraguas; ya lo había previsto. Por eso, su equipo estaba preparado: la cámara ya tenía colocada la lente adecuada, el parasol y una funda impermeable para evitar que el agua la dañe. También sacó el trípode que llevaba en la mochila y lo armó. La luz es menor en días nublados, así que necesita mayor estabilidad para lograr una mejor exposición.
—Genial, les faltan jugadores —informa Kai al volver con Adrien. Se había acercado a los integrantes de uno de los equipos para hablar con ellos.
—¿Eso no es malo?
—No… bueno, sí, para ellos. Pero no para mí. Que les falte uno significa que perdieron por default, así que yo puedo entrar a jugar.
Kai se quita el pants: tanto la sudadera como el pantalón. Debajo lleva un short, medias y una camiseta deportiva sin mangas que remarca la forma de sus músculos. Ideal para resaltar su cuerpo. "¿A eso se refería Kai cuando dijo que se había preparado?", piensa Adrien al verlo.
—Si perdieron, ¿no debería entonces cancelarse el partido?
—Si ambas partes están de acuerdo, sí. Pero, por lo general, reclutan a cualquiera para completar el equipo y el juego continúa con el árbitro —explica—. Desde luego, el puntaje deja de contar. Solo se juega por diversión.
Deslizando el cierre de la maleta, Kai saca un par de tenis y se los pone, reemplazando los que llevaba puestos. Mientras tanto, Adrien piensa en lo que le dijo: por lo que entendió, aunque uno de los equipos ya perdió, el partido continúa… ¿porque es divertido? ¿No debería ser algo triste? Perdieron la posibilidad de ganar. ¿O eso es lo que llaman espíritu deportivo? Adrien no sabe nada de fútbol, así que no lo comprende del todo.
—Será mejor que captures mis mejores ángulos, porque no voy a contenerme —dice Kai con una sonrisa, mientras da pequeños saltos y relaja los hombros. Luego entra al campo trotando.
Adrien lo sigue con la mirada. Actúa como si estuviera a punto de jugar una final, y no un simple partido amistoso. Aun sin haber comenzado, la expresión de Kai irradia pura emoción. Adrien presiente que sus palabras anteriores no fueron una exageración: realmente está a punto de darlo todo. Sin perder tiempo, se posiciona y ajusta la cámara, expectante.
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