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∆ Un Alpha En Un Juego De Poder ∆

∆ Un Alpha En Un Juego De Poder ∆

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Pareja destinada / Amor eterno / Amor en la guerra / Familias enemistadas / Batalla por el trono
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: pastelito

En un reino de poder y pasión, donde la lealtad se compra y se vende, y el amor es un lujo peligroso...
Zared, un joven alfa valiente y astuto, emerge como el salvador de Astrum después de una batalla épica contra el enemigo.
Su victoria lo convierte en el general de la Brigada de Caballeros Negros y lo pone en el centro de una compleja red de intrigas y alianzas en la corte real.
Con un corazón lleno de dolor por la pérdida de su amigo y hermano de armas, Lyrien, Zared se ve obligado a navegar las aguas turbulentas de la política y sus propios deseos.
En la fiesta de mayoría de edad de los príncipes del reino, Zared se encuentra face a face con sus futuros rivales y posibles amantes: los príncipes Cassian y Ryker, lobos con piel de oveja que esconden secretos y pasiones detrás de sus sonrisas encantadoras.

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Capitulo 9

—¿En dónde está?! — gritó desesperado Zared.

Victor se sorprendió al escuchar la voz de su amigo.

—En el salón — tartamudeó el beta.

Zared dejó atrás a sus acompañantes y corrió hasta el salón.

Tanto el beta como los omegas corrieron detrás de él, aunque no pudieron alcanzarlo.

"Por favor, que no sea algo muy malo" - rogaba en sus pensamientos el alfa, que esperaba que lo que le hubiera pasado a su abuela no fuera muy grave.

Al meterse entre las personas que rodeaban a su abuela, su corazón se detuvo al verla en el suelo desmayada y con sangre en la boca y en su vestido.

—¿Qué sucedió? —tartamudeó ,el rey al ver la desesperación en los ojos del alfa intervino.

—Su cuerpo ingirió veneno, pero no se preocupe, la dosis no era demasiada y tampoco era un veneno muy fuerte. Solo debe tomar un descanso y se recuperará —explicó Sebastián.

El alfa asintió ante las palabras del rey, pero al ver el estado de la mujer, sintió un pinchazo en su corazón, con miedo.

Zared tomó las manos de su abuela y las besó.

—Perdón— murmuró.

Después del incidente de Camelia, Zared se encargó de buscar al culpable de haber envenenado a su abuela, pero después de dos semanas, habían dado con el culpable.

El alfa preparaba su caballo, mientras que Cassian y Alaric esperaban una explicación de su repentina decisión de salir.

—Les pediré que cuiden a mi abuela mientras que voy a esta cacería — dijo Zared.

—¿Por qué de repente se van a una cacería?— preguntó Alaric.

—Porque hay un lobo que está lastimando a algunas ovejas del ganado y debo atraparlo antes de que se escape— dijo el alfa.

—¿Y es necesario que seas tú quien lo atrape?— preguntó Cassian.

—Sí —dijo el alfa.

—¿Y cuándo volverás? — preguntó Alaric.

—Dentro de dos días—respondió Zared.

—¿Y es muy urgente? ¿No pueden ir solo tus soldados? — preguntó Cassian.

—No tengo que ser yo, además tengo que buscar algunas respuestas —dijo el alfa.

—¿Respuestas? ¿Qué respuestas, Zared?— preguntó el omega.

El alfa ignoró las preguntas de sus esposos, subió a su caballo. A los omegas se les alarmó al ver que su esposo sacaba un cuchillo y se lo entregaba.

—Si algo pasa, quiero que usen este cuchillo o cualquier arma de la casa para defenderse, ¿entendido? — dijo Zared.

Los omegas dejaron de hacer preguntas y tomaron el arma.

—Cuidate — dijo Alaric.

—Lo haré, por favor cuiden a mi abuela mientras que no estoy—pidió Zared.

—Lo haremos— dijeron los omegas al unísono.

El alfa se adelantó con su caballo y se marchó con sus soldados. Cassian y Alaric se miraron a los ojos preocupados, ambos no sabían qué hacer y ahora solo quedaba esperar por las noticias de su esposo y por la salud de Camelia.

En la frontera, Zared corría con su caballo junto con los soldados persiguiendo a un hombre.

—¡El lazo! — gritó el alfa.

El hombre corría lo que sus piernas le permitían, de su brazo caía sangre debido a la flecha que le habían lanzado. Uno de los soldados lanzó el lazo y logró atrapar al hombre desde el cuello, tirando con fuerza, el sujeto sintió que su cabeza era quitada de su cuerpo debido al ardor de la cuerda y de la fuerza con la que tiraban la cuerda.

Zared bajó de su caballo y tomó el cabello del sujeto, levantándolo, para poder ver bien su rostro. Al verlo, una sonrisa se formó en sus labios.

—Nunca pensé que serías tú el culpable, Leon— dijo el alfa.

El beta se desesperó al sentir el frío del cuchillo en su cuello, con lágrimas en los ojos, el beta suplicó piedad.

—Te lo ruego, no me mates, solo sigo órdenes de mis superiores— dijo el beta.

—A eso venimos, Leon. Quiero saber quién te dio la orden de envenenar a mi abuela— exigió Zared.

—No quise matarla, solo me dijeron que le diera una dosis pequeña, para que tú te asustaras— dijo el beta.

—¿Quiénes? —preguntó el alfa.

—Si me das tu palabra de que no me lastimarás, te lo diré — negoció el beta.

—Lo prometo— dijo Zared.

—Lo prometes... ¿y cumplirás tu palabra?— preguntó el beta.

—Sí, pero no abuses de mi tiempo, no me gusta esperar. Así que dime, ¿quiénes te dieron la orden de envenenar a mi abuela? —insistió Zared.

—Fue la reina— reveló el beta.

Zared soltó su cuello y retrocedió, su intuición siempre le dijo que había sido Ophelia, pero para estar seguro debía tener pruebas.

—¿Por qué?— preguntó el alfa.

—Lo único que sé es que fue porque Madame Camelia le falló al respeto— explicó el beta.

—Creo que era bastante obvio —dijo Zared, pensativo.—¿Ella fue quien te dio el veneno?" - pregunto el alfa.

—No, mi señor. La persona que me lo entregó fue un hombre alfa— reveló el beta.

—Un hombre alfa — repitió Zared.

—Sí, por su vestimenta, parecía ser un noble— explicó el beta.

—Ya veo. ¿Qué más? ¿Cómo era?— preguntó Zared.

—Tenía una cicatriz en el cuello y escuché a la reina llamarlo Damián—dijo el beta.

Zared se alejó del beta y se subió a su caballo, pero antes de darle la espalda al sujeto, se detuvo.

—Arrójenlo al acantilado —ordenó.

—Sí, mi señor— dijo su soldado.

—¿No!! ¡No!! Usted prometió no hacerme daño!" —gritó el beta.

—Lo hice. Yo no te haré daño, lo harán mis soldados. La pena para los asesinos es la muerte, y agradece que la tuya sea sin dolor— dijo Zared.

— "¡No!!" —Los gritos del beta duraron poco, al caer del acantilado solo se escuchó el sonido del cuerpo al estrellarse contra las piedras.

Zared retomó su camino y volvió a su hogar, esperando recibir noticias acerca de su abuela, sin tener que esperar más malas noticias.

El alfa volvió a su territorio, pero al llegar a su casa se alarmó al ver el carruaje real.

—¿Qué sucede? ¿Quién ha venido?—preguntó el alfa a Kiara.

—La reina — respondió la sirvienta — Se encuentra en la sala con los señores Cassian y Alaric, mi señor.

—Ya veo. Dile a tu hijo que se encargue de mi yegua, yo debo recibir a mis invitados— ordenó Zared.

Kiara asintió y se marchó a cumplir la orden de su señor.

Zared entró a su casa y caminó hasta su oficina, pero se detuvo al escuchar los gritos de su esposo Alaric.

El alfa abrió la puerta y frunció el ceño al ver a Cassian mojado

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