Cristopher Bustamante, el futuro ceo de todas las empresas se tiene que casar para heredar todo, no importa a quien le haga daño en el proceso solo sabe que es el y solo el futuro ceo
EL DIA DE lA BODA
yo Christopher Bustamante te acepto a ti Samantha marie Morgan como mi esposa par amarte y respetarte hasta que la muerte no SEPARE
yo Samantha Marie Morgan te acepto a ti Christopher Bustamante para amarte y respetarte en la salud la enfermedad en lo arberso y en lo inverso hasta que la muerte no SEPARE.
Samantha piensa “mejor dicho hasta que esté maldito contrato se acabe”.
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LOS CELOS Y MALO ENTENDIDO 3
Se dejó caer sobre la cama, con el corazón latiéndole desbocado y una sensación de ahogo en el pecho. Lágrimas amenazaron con caer, pero las contuvo.
Se levantó con torpeza y se dirigió al baño. Abrió la llave de la tina y dejó que el agua corriera, esperando que el sonido la tranquilizara.
Mientras tanto, en su habitación, Cristopher permanecía sentado en la cama, con la mirada clavada en la puerta cerrada. El eco de las palabras de Samantha retumbaba en su cabeza.
“Él se ha mostrado más hombre que tú.”
Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños, sintiendo una furia creciente. Pero más allá del enojo, lo que más le dolía era la punzada de celos que lo consumía por dentro.
Y la certeza de que no podía perder a Samantha.
Se dejó caer sobre la cama, con lágrimas en los ojos. Su pecho subía y bajaba rápidamente por la adrenalina. Sentía un nudo en la garganta, una mezcla de rabia y dolor que la asfixiaba. No podía creer lo que acababa de suceder. Cristopher la había tratado como si fuera de su propiedad, como si su vida y sus decisiones no le pertenecieran. Se llevó una mano al cuello, sintiendo la marca que él le había dejado. Se miró en el espejo y un escalofrío recorrió su espalda. ¿En qué momento habían llegado a esto?
Se levantó y fue al baño, sumergiéndose en la tina, esperando que el agua caliente se llevara su angustia. Cerró los ojos, intentando relajarse, pero las imágenes de Cristopher sobre ella, su mirada oscura y su posesividad enfermiza, la atormentaban. Y lo peor era que, en el fondo, algo en ella reaccionaba a eso. Esa intensidad, ese dominio absoluto que él tenía sobre su cuerpo, sobre sus emociones… la irritaba, pero al mismo tiempo la hacía desearlo con una fuerza incontrolable.
Mientras tanto, Cristopher se quedó en su habitación, sumido en pensamientos oscuros. La idea de Samantha con Andrew lo consumía por dentro. Su mente era un torbellino de celos e ira. Saber que otro hombre la había tocado, que tal vez la había besado, lo hacía querer destruir todo a su alrededor. Caminaba de un lado a otro, con el corazón latiendo con fuerza. No podía permitir que Samantha se alejara más. No podía perderla.
Finalmente, sin pensarlo más, salió de su habitación y se dirigió a la de ella. Tocó la puerta con firmeza y esperó. Unos segundos después, Samantha abrió. Su rostro estaba pálido, pero su mirada aún reflejaba el fuego de su enojo.
Lo primero que Cristopher notó fue la marca en su cuello. Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro.
—Cristopher: Al menos ahora todos sabrán que tienes dueño —susurró con satisfacción.
Samantha lo fulminó con la mirada, sintiendo que la rabia volvía a hervir en su interior.
—Samantha:Lárgate de mi habitación.
—espetó, cruzándose de brazos.
—Christopher: No hasta que hablemos de Andrew.
—respondió él con firmeza, apoyando una mano en el marco de la puerta para impedir que se la cerrara en la cara.
Eres mi esposa y me debes respeto.
Samantha soltó una risa sin humor, un sonido frío y amargo.
—Samantha: ¿Respeto? ¿Tú me respetas en este maldito matrimonio?
—preguntó con ironía, dando un paso al frente.
Porque si lo hicieras, no estaríamos teniendo esta conversación.
Cristopher abrió la boca para justificarse, pero Samantha no le dio oportunidad.
—Samantha: Si tanto me amas, ¿por qué estabas besándote con otra en tu oficina?
—disparó con frialdad.
Las palabras golpearon a Cristopher como un puñetazo en el estómago. Su mente trajo de vuelta la imagen de aquella mujer que lo había besado a la fuerza. Apretó los puños y tomó aire, intentando mantener la calma.
—Cristopher: Ella intentó besarme, pero yo la rechacé
—dijo con sinceridad, mirándola a los ojos.
Samantha negó con la cabeza, una sonrisa incrédula curvando sus labios.
—Samantha: Eso no fue lo que vi
—replicó con dureza.
Pero da igual. Haz lo que quieras con tu vida, Cristopher. Yo ya me cansé.
Cristopher sintió una punzada de miedo al escucharla hablar así, con tanta indiferencia. No quería perderla. No podía.
—Cristopher: Mis sentimientos por ti son reales, Samantha.
—dijo con desesperación, acercándose un poco más.
Lo único que quiero es que no te vuelvas a ver con Andrew.
Samantha lo miró fijamente. Sus ojos estaban vidriosos, pero su expresión era firme.
—Samantha: No tienes derecho a pedirme eso. No después de todo lo que has hecho.
—susurró con la voz quebrada.
Cristopher sintió una presión en el pecho. No soportaba verla así. Extendió la mano y tomó la de ella con suavidad.
—Samantha: Prometo que solo te veo a ti susurró, intentando transmitir toda la verdad en esas palabras.
Samantha lo observó por unos segundos que se sintieron eternos. Finalmente, asintió levemente, pero una lágrima rodó por su mejilla. Cristopher la limpió con su pulgar, acariciando su piel con ternura.
Por un momento, pareció que todo se detenía. Pero Samantha retiró su mano y se alejó un paso.
—Samantha: Vete, Cristopher. No quiero seguir discutiendo.
Él la miró por un instante más, luego asintió con resignación y salió de la habitación. En cuanto cerró la puerta detrás de él, sacó su teléfono y marcó un número.
Necesito reunirme con Andrew mañana ordenó con voz fría.
Al otro lado de la línea, su hombre de confianza respondió con rapidez.
—¿Quiere que lo traiga a la oficina o que lo lleve a otro sitio?
Christopher apretó la mandíbula, sintiendo que la ira aún lo carcomía por dentro.
—Asegúrate de que no tenga opción de negarse.
Colgó la llamada y dejó escapar un suspiro cargado de frustración. No permitiría que Andrew se interpusiera entre Samantha y él.
En su habitación, Samantha se dejó caer sobre la cama, sintiendo que su mundo se derrumbaba.
¿Cómo habían llegado a este punto? ¿Cuándo se había convertido en una prisionera de un amor que la destruía poco a poco?
Se abrazó a sí misma, cerrando los ojos con fuerza, pero en lugar de encontrar alivio, su mente la traicionó.
El aroma de Cristopher seguía impregnado en su piel. Esa fragancia masculina, embriagadora, que siempre lograba debilitarla. Se mordió el labio, sintiendo un calor inesperado recorrer su cuerpo. No podía negar que Cristopher era el único hombre que lograba despertarle ese deseo incontrolable, ese fuego que la consumía por dentro.
El recuerdo de sus manos fuertes sujetándola, de su aliento cálido contra su piel, hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Maldita sea,
¿por qué tenía que afectarle tanto?
Se giró en la cama, abrazando la almohada con frustración. Lo odiaba por hacerla sentir así, por tener tanto poder sobre ella… y al mismo tiempo, no podía evitar quererlo.
Con un suspiro entrecortado, cerró los ojos, tratando de calmarse. Pero sabía que, aunque su mente intentara negarlo, su cuerpo ya había dado su veredicto: Cristopher era su adicción más peligrosa.
@Genesis Yepes