Dicen que la historia la escriben los vencedores.
Que los héroes son solo villanos que supieron contar mejor su versión.
Yo no crecí con cuentos de hadas.
Crecí con sus sombras.
Mi nombre es Hope Michelson.
Soy la hija de una loba alfa y del híbrido más temido del mundo.
Llevo en la sangre la magia de los brujos, la furia de los licántropos y la sed eterna de los vampiros.
Mi linaje está marcado por la tragedia, la traición… y el poder.
Durante siglos, mi familia fue temida por todos.
Hasta que fueron malditos, encerrados en un sueño del que solo yo puedo liberarlos.
Pero para hacerlo, debo encontrar al Doppelgänger.
Y tomar su sangre.
Esta es mi historia.
La historia de una heredera sin reino,
de una hija sin padre,
de una bestia con corazón humano.
Mi historia… y la de un linaje maldito.
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capítulo 22
La mansión Michelson vibraba con una mezcla de poder antiguo y tensiones nuevas. El ambiente era denso, cargado de memorias y futuros inciertos. Hope permanecía firme, al frente de la sala, rodeada por los cinco vampiros originales. Nicolai, su padre, imponía con su sola presencia. A su derecha, Klaus cruzaba los brazos, con una sonrisa peligrosa. Elijah permanecía en silencio, observando con ojos calculadores. Kol caminaba inquieto, mientras Rebekah no dejaba de mirar a su sobrina.
— Ya conocéis el hechizo —dijo Hope, rompiendo el silencio—. Sabéis que no es un mito. Que la bruja original no solo creó la maldición... sino también su antídoto. La cura existe. Podemos usarla.
— Lo sabemos —intervino Elijah, su voz tranquila—. Tu carta era clara. La sangre del Doppelgänger, combinada con el ritual y la reliquia ancestral, puede revertir nuestra naturaleza. Volvernos humanos.
— Una vida normal —añadió Rebekah, apenas en un susurro—. Por fin.
— ¿Normal? —escupió Kol con burla—. ¡¿Después de siglos siendo dioses entre los mortales vamos a volver a enfermar, a envejecer y morir como simples humanos?!
— ¿Y qué propones tú? —preguntó Hope con dureza—. ¿Volver a cazar? ¿Dominar el mundo con miedo y sangre? ¿Seguir huyendo de cazadores, brujas, lobos y nuestro propio linaje?
— ¡Eso es lo que somos! —gritó Nicolai—. ¡Somos depredadores! ¡No mendigos buscando redención! Hope, hija mía, tu visión es noble, sí... pero ingenua. El mundo no cambia porque uno de nosotros decida dejar de matar. El mundo te aplasta si no lo dominas.
Hope lo miró con dolor. Cada palabra era una estaca en el corazón.
— Yo no los traje de regreso para verlos convertirse en el mismo monstruo del que huyeron hace doscientos años. Los traje porque creí que podían ser más que eso.
Klaus intervino, su tono más templado, pero no menos intenso.
— El hechizo nos libera de la maldición. Pero también de nuestra fuerza, nuestra velocidad, nuestra inmortalidad. ¿Y para qué? ¿Para vivir como ganado entre humanos? ¿Para qué sirvió entonces todo el sufrimiento?
— Para que aprendieran —dijo Hope—. Para que entendieran lo que significa tener poder... y usarlo con responsabilidad.
Un murmullo en la sala llamó la atención. Las puertas se abrieron, y una delegación de vampiros del linaje Michelson entró. Marcel encabezaba el grupo, seguido por Lucien, Gia y muchos más. Algunos ancianos, otros convertidos apenas hacía décadas.
— Esperábamos que esta discusión se diera —dijo Marcel con voz clara—. Y venimos a dar nuestra opinión.
— ¿Quién te dio voz aquí? —espetó Klaus.
— Tu hija —respondió Marcel con serenidad—. Y créeme, somos muchos. Y estamos hartos.
Lucien avanzó.
— Esta guerra, Klaus... tu guerra... ya ha durado suficiente. Muchos de nosotros jamás pedimos ser convertidos. Nos arrancaron la vida. Nos arrojaron a la oscuridad. Ahora, por fin, alguien nos da la oportunidad de elegir. Y queremos tomarla.
Kol bufó con desprecio. Rebekah, sin embargo, parecía más conmovida. Gia dio un paso al frente.
— Algunos de nosotros hemos perdido familias, hijos, amantes... todo. No porque fuéramos débiles, sino porque fuimos convertidos sin consentimiento. No queremos seguir huyendo de lo que somos.
Hope los miró, conmovida.
— No estoy aquí para obligar a nadie. Pero sí para ofrecerles una alternativa. Si aceptamos la cura... si ustedes —señaló a los Originales— se curan... su linaje también lo hará. Miles, millones, volverán a ser humanos. No tendrán que morir. Solo... volverán a vivir.
Elijah asintió, lento.
— El sacrificio sería grande... pero también la redención.
Klaus se giró hacia él con una ceja arqueada.
— ¿Tú lo estás considerando?
— Solo digo... que no deberíamos tomar esta decisión a la ligera.
Nicolai golpeó la mesa con fuerza.
— ¡Esto no se vota! ¡Esto no es una democracia! Nuestra familia fue cazada como bestias, encerrada por siglos, traicionada una y otra vez. Ahora, que tenemos nuevamente el poder, ¿vamos a renunciar a él por culpa, por compasión?
Hope se giró hacia él, sin miedo.
— Entonces... ¿todo esto fue por poder?
— Fue por supervivencia —gruñó Nicolai—. Por orgullo. Por justicia.
— No volviste por mí —dijo Hope con amargura—. Solo querías terminar lo que empezaste. Y lo harás... solo. Porque yo no estoy de tu lado.
El silencio cayó como una losa.
***
Más tarde, Hope descendió al sótano. Allí, Stefan aún estaba encadenado, pero su rostro era diferente. Ya no había odio... solo dudas.
— Has escuchado todo, ¿verdad? —dijo ella, deteniéndose frente a él.
— Lo suficiente —respondió Stefan—. Parece que incluso los inmortales tienen miedo de vivir.
— No te equivocas —suspiró ella, cansada—. Pero no traje a mi familia para que masacraran a todos los brujos. Los traje porque... estaba sola. Porque quería una familia. Una vida.
— Y te fallaron —dijo él, sin dureza.
Hope asintió, conteniendo las lágrimas.
— Planeaba usar tu sangre no solo para despertarlos... sino para curarlos. Pensé que, si se convertían en humanos, podrían tener una segunda oportunidad. Que todos los vampiros del mundo podrían elegir una vida diferente.
— Ya sabían de la cura... ¿y aun así...?
— Sí. Porque se aferraron a lo único que los definía: su poder. Pero... muchos otros me han escuchado. Vampiros que quieren esa vida normal. Y estoy segura... de que pronto, serán más.
Stefan la miró largo rato.
— Hope... si los curas, ¿qué pasará contigo?
Ella bajó la mirada.
— No lo sé. Quizás me odien. Quizás me pierdan. Pero prefiero eso a ser la hija de monstruos que no quieren cambiar.
— Libérame —dijo él tras una pausa—. Y estaré de tu lado.
Hope se sorprendió. Se acercó lentamente y deshizo las cadenas con un hechizo.
— Bienvenido a mi guerra —dijo ella.
Stefan la miró por un largo instante y luego dijo con voz baja:
— Entonces hagámoslo... salvemos al mundo de ellos.