Leda jamás imaginó que su luna de miel terminaría en una pesadilla.
Ella y su esposo Ángel caminaban por un sendero solitario en el bosque de Blacksire, riendo, tomados de la mano, cuando un gruñido profundo quebró la calma. Un hedor nauseabundo los envolvió. De pronto, el sendero desapareció; sólo quedaba la inmensidad oscura y una luna blanca, enorme, que parecía observarlos.
—¿Oíste eso? —susurró Leda, el corazón desbocado.
Ángel apretó su mano.
—Debe ser un animal. Vamos, no te asustes.
Pero el gruñido volvió, más cerca. El depredador jugaba con ellos, acechándolos. Un crujido a su derecha. Otro, detrás. Los gruñidos iban y venían, como si se burlara.
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DESPUES DE LA PERSECUCIÓN
Ikki la bajó bruscamente dentro del toldo, las pieles cayendo sobre ella.
—Compórtate. Tengo que salir a cazar. No hagas nada estúpido.
Leda, despeinada y con las mejillas coloradas, le sacó la lengua como una niña rebelde.
—Sí, papá. Me voy a portar bien.
Ikki la miró con esos ojos grises que parecían atravesarla. Resopló.
—Niña tonta.
Leda arqueó las cejas.
—¿Perdón? ¿Qué dijiste?
Él se inclinó hasta quedar a milímetros de su rostro, su aliento cálido golpeándole los labios.
—Niña tonta.
—Perro… —empezó a decir ella con sarcasmo, pero no terminó. Ikki la tumbó de golpe sobre las pieles, su cuerpo pesando sobre el suyo, inmovilizándola.
—Mi paciencia se acaba, mujer. —su voz era un gruñido, rasposa, peligrosa.
Ella sintió su respiración en la nuca y, de pronto, una mano grande y áspera se deslizó bajo las pieles, hasta atraparle un pecho.
—Es increíble que corras tan rápido con estas niñas… —susurró con tono burlón.
Leda se quedó congelada, sin poder procesar.
(¿Niña? ¿O sea que cuando dice niña tonta se refiere a mis…?)
Sintió un calor recorrerle el cuerpo, mezcla de rabia y vergüenza. Lo golpeó con los puños en el pecho.
—¡Estás loco, Ikki! ¡Loco!
Él rió, profundo, como un trueno en la cueva.
—Son suaves… y me dan ganas de comerlas.
A ese comentario, Leda palideció. ¿Lo decía en serio? ¿Quería devorarla como un animal? Él, notando su reacción, soltó una carcajada salvaje y se apartó, disfrutando del juego.
—Eres divertida, mujer. —dijo antes de salir del toldo, dejando atrás un aroma a bosque y peligro.
Leda se quedó muda, con el corazón desbocado.
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Minutos después, Nor entró al toldo.
—Luna, ¿necesita algo?
Leda parpadeó, tratando de volver a la realidad.
—Sí… quiero agua. Pero no hay potable.
Nor frunció el ceño.
—¿Potable?
Leda suspiró.
—Agua limpia, Nor. Necesito un recipiente… pero no sé qué materiales tienen aquí.
Nor comenzó a enumerar:
—Tenemos pieles, madera, rocas para cuchillos… y hierbas.
—¿Quién hace los cuchillos? —preguntó Leda, intrigada.
—El viejo Tomás —respondió la loba.
—Llévame con él.
Nor asintió y la condujo hasta la forja improvisada. Tomás, un lobo anciano con brazos fuertes, la saludó con respeto. Leda le explicó su idea: un recipiente hueco para líquidos, uno que pudiera resistir el fuego, y otro con tapa para guardar.
Tomás sonrió. Aquella mujer le hablaba de algo que él había soñado crear, pero nunca tuvo razón para hacerlo. Ahora, con la Luna pidiéndolo, se sintió inspirado.
Mientras él comenzaba a trabajar, Leda comía frutas para engañar el hambre y la sed.
Al mediodía, el aullido de Ikki resonó en todo el valle. Apareció cargando dos venados sobre los hombros, la sangre resbalando por su piel, los músculos tensos, la mirada dominante. La manada vitoreó su regreso.
Ikki, orgulloso, buscó con la mirada a Leda. Y allí estaba: con el viejo Tomás, Magnus,Nor y Rina… cortando cañas de bambú que ella había encontrado cerca, gracias a la loba Nor.
Ikki entrecerró los ojos, su mandíbula marcándose.
(¿Qué diablos hace mi luna jugando con cuchillos?)
Con pasos lentos, se acercó a la escena, su sombra se proyectaba sobre todos ellos.