Plata

...EUDORA:...

— Dígame señorita Eudora ¿Qué hace una ayudante del ayudante del rey? — Preguntó Barnaby.

No podía decirle que estaba entrenando como espía, eso no sería confiable.

— Soy una doncella, sirvienta del sir, le ayudo a vestirse y le llevo comida, todo lo que necesite.

— Un puesto que envidio con total sinceridad — Su mirada era lasciva — Me gustaría tener a una doncella que me ayude con mis necesidades.

— ¿No tiene una?

— No, ni siquiera tengo esposa, ella murió hace años — Dijo, observandome de forma incómoda — Estoy cada día más solo.

— Es lamentable, pero si gana la guerra tendrá días más prósperos.

— La ganaré — Sonrió, elevando una comisura — Tengo mucha esperanza y aliados potenciales.

— Ciertamente.

— Pero, ya no hablemos de la guerra... Me gusta pensar en otras cosas — Dijo, reparando en mí — Su aspecto es encantador ¿La gente en Floris luce como usted?

— No, en realidad no.

— Tiene rasgos únicos, señorita Eudora ¿Son heredados?

— No lo son, nací así por razones inexplicables.

— Vaya, misterios como esos son atrayentes — Dijo, ya me quería ir.

— Cierto — Dije, mostrando curiosidad — Desde que escuché de Polemia me siento un poco atraída por los misterios que oculta.

— ¿Ah, sí? — Parecía desconfiado.

Tenía que actuar con cuidado, recordar que no podía ser tan directa.

— Ha visto los salvajes de cerca... ¿Cómo lucen? — Pregunté — Es solo curiosidad, nunca oí antes de gente sin civilización.

Suspiró.

— No son como nosotros.

— ¿Cómo son?

— Usan pieles para cubrirse, llevan los cabellos enmarañados y largos, no se comunican más que con algunas palabras y gruñidos, lo único en lo que piensan es en arrancarle la piel a la gente para comérsela, son seres horribles que no deberían existir.

Me espanté.

— ¿Eso significa que atacan sin razón?

— La única razón es el hambre, no les importa nada más, puedes llorar, gritar o suplicar, no servirá de nada.

— Sorprendente — Dije y me evaluó — Y aterrador a la vez.

— Lo es, por eso deben ser eliminados en su totalidad, antes de que se les ocurra como cruzar el mar para llegar a otros reinos — Gruñó, apretando sus puños sobre la mesa.

— Por supuesto.

— Con el líder de una de las tribus bajo mi poder, mi victoria es segura.

— ¿Cómo lo capturó? — Abrí mucho los ojos.

— Mi hijo lo hizo, hace como quince años, llevó a cabo una expedición, se fue preparado, con armas y un ejército, se encontró con esa tribu de salvajes y peleó hasta que los mató a todos, aunque perdimos a la mayoría de los hombres, el esfuerzo valió la pena, logramos capturar al líder y desde entonces lo tenemos encerrado en uno de los calabozos — Dijo, con expresión dura.

— ¿Puedo verlo?

Me lanzó una mirada.

— Digo... Es que me da curiosidad...

— Es peligroso para una señorita como usted.

— Con usted resguardando mi espalda, no sentiría ningún temor — Dije, tomando su mano, disgustada por dentro.

Sir Levi tenía que darme una explicación, no iba a hacer todo esto solo porque él me lo pedía, necesitaba respuestas.

— Puedo llevarla a ver ese salvaje, pero tendrá que hacer algo por mí — Dijo, tomando mi mano y quise zafarme.

— ¿Qué cosa desea, Majestad?

— Hace mucho que no estoy con una dama, necesitaré que usted me complazca con una noche de pasión, descuide también le daré un lingote de plata por las molestias causadas.

Quise caerle a golpes, quise arrancarle los ojos, pero me contuve.

— Majestad ¿En serio me está pidiendo esto?

— Le daré una noche para que lo piense, mañana podríamos hacerlo — Dijo, lamiéndose los labios y sentí náuseas.

— Está bien, lo haré, pero quiero ver al salvaje primero.

Por supuesto que no iba a dejarme tocar por ese asqueroso.

— ¿Por qué? — Siseó.

— Me resulta excitante tener una aventura y encuentro primitivo, así que eso podría ayudar.

— Oh, ya veo, de acuerdo, será después de la visita al salvaje.

— Muchas gracias, majestad.

— Ya puede retirarse — Dijo, besando mi mano y forcé una sonrisa.

— Buenas noches, majestad — Me levanté e hice una reverencia.

— Buenas noches, hermosa.

****************

Caminé de un lado a otro en la habitación.

La puerta se abrió.

Sir Levi entró con cuidado, cerró la puerta y se aproximó a mí.

— ¿Cómo le fue?

— Accedió a llevarme a ver el salvaje.

— Bien hecho — Dijo, muy emocionado.

— Pero quiere que le dé una noche de pasión después de eso — Gruñí y frunció el ceño.

— No habrá nada después, no lo permitiré.

— Si voy a hacerle de ramera tengo que saber todo ¿Ese salvaje quien es?

— Te prometí que te lo diría hasta después de saber donde está ¿Cuándo te llevará?

Puse los ojos en blanco.

— Mañana.

— Bien.

— No voy a acostarme con el rey — Dije, cruzando mis brazos.

— Tranquila, eso no pasará, tu eres solo mía.

— Espero que esto no nos meta en problemas.

— Estaremos lejos cuando se den cuentan — Dijo, despreocupado.

— ¿Qué planea hacer con el salvaje? — Me preocupé.

— Necesito liberarlo.

— ¿Cómo? — Me dió miedo — El rey Barnaby dijo que son peligrosos, que comen carne humana y atacan sin piedad.

— Eudora, no puedes creer en la palabra de un rey solo porque es rey.

— No le creo, pero no lo dice solo él... No sabemos como actuará ese salvaje cuando lo liberes, podría empeorar las cosas.

Frunció el ceño — ¿En serio te preocupa tanto el hecho de qué es un salvaje?

— No, no lo sé, es que no sabemos nada de ellos...

— Es una persona — Dijo, muy disgustado.

— Lo es, no digo que no lo sea.

— Solo fue capturado por el hecho de que es diferente al resto de la humanidad y porque al rey le estorba que estén viviendo en sus tierras...

Parecía que estaba de lado de los salvajes.

— ¿Conoce a los salvajes?

No contestó.

Suspiró pesadamente.

— Solo confía en mí, es lo que pido, luego podrás saciar tu curiosidad.

— No es solo curiosidad ¿Cómo sé si estoy haciendo lo correcto si usted no me dice nada? — Protesté.

— Te aseguro que haces lo correcto.

— Espero que eso sea cierto.

— Aún no crees en mí, es la razón.

— Me oculta tantas cosas — Perdí la paciencia — ¿Por qué sabe idioma de aquí? ¿Cómo sabe que tienen un salvaje capturado? ¿Quién es usted realmente?

Me alejé a la cama y suspiré pesadamente.

A pesar de la estufa encendida en la habitación, yo sentía frío.

El frío superaba el invierno de Floris, era muy helado y penetraba en los huesos.

No podía dejar de temblar a pesar de tener un grueso abrigo.

— Es algo que no le he dicho a nadie y que no comprenderían — Confesó, más calmado — Podría ir a prisión solo por confiar esto.

— ¿Es algo malo?

— Desde mi punto de vista, no lo es — Arqueó las cejas — No del todo.

— Bien.

El silencio invadió algunos segundos.

— ¿Tiene frío? — Preguntó Levi, cuando me observó frotarme los brazos.

— Este frío es horrible — Lo evalué, parecía tranquilo — Usted no parece sentirlo.

— Soy tolerable al frío.

— Entonces quitese la ropa si tanto le gusta.

Me observó con esa expresión enigmática, sus ojos dormilones eran encantadores.

Elevé una mano y se quitó la capa.

Cayó al suelo.

— ¿Qué hace?

— Es obvio que desea verme sin ropa.

— No... Yo no...

— No finja — Empezó a desabotonar su abrigo, también cayó al suelo, el chaleco fue el siguiente.

Me quedé quieta, observando sus dedos desabotonando su camisa.

Se la quitó, revelando su pecho.

Los tatuajes lo cubrían entero, los símbolos extraños cubrían sus pectorales, hombros y brazos hasta el codo.

En el abdomen habían letras extrañas que parecían rayas, espirales y círculos.

— ¿Están en todas partes?

— En la mayoría.

Levi se giró, mostrando su espalda, también estaba marcada por más tatuajes.

— ¿Abajo también? — Hice un gesto hacia sus pantalones.

Se quitó el cinturón de un tirón.

Tragué con fuerza cuando lo sostuvo de la hebilla.

No parecía sentir frío.

— Arrodillada — Ordenó, con expresión hambrienta, el cabello le caía sobre el rostro al inclinar su cabeza hacia atrás.

— ¿Me pegará con el cinturón?

— Eso no te asusta.

Me arrodillé con cuidado, sobre la fría piedra.

Se quitó las botas y las dejó a un lado, la fusta se salió de una de ellas.

— Usaré eso también — Elevó una comisura.

Tomó su pantalón y lo dejó caer junto a sus calzones.

Sus piernas también tenían tatuajes.

Elevé mi mirada.

Su miembro estaba erecto, era largo y curvo.

Me sorprendí al ver que había tinta allí también, marcando toda la circunferencia y a lo largo.

Se veía duro.

El cuerpo de Levi era como un bordado.

Era fuerte a pesar de su delgadez, con músculos tonificados en las piernas, los hombros, brazos y el pecho.

Se aproximó a mí y elevó mi rostro, tomando mi barbilla.

— Quítate la ropa.

— Tengo frío.

Chasqueó la lengua — Eudora, no me cuestiones.

Con manos temblorosas empecé a quitarme el abrigo, lo dejé en el suelo, el chaleco y la camisa también.

Revelé mi pecho desnudo y manchado de blanco.

El frío me hizo temblar más, aunque mi corazón parecía estallar, mi interior se agitaba más y más.

Los ojos de Levi se tornaron brillosos al verme desnudarme.

Me quité las botas y los calcetines.

Los pantalones terminaron en el suelo, no me dejó levantarme mientras me desnudaba.

Una vez sin ropa, temblaba con fuerza por el frío.

Las manchas me recorrían hasta las piernas y la entrepierna, mis rizos eran entre plateado y blanco.

Me sentía avergonzada.

— Eres una belleza.

— Amo, tengo frío.

— Apoyate de las rodillas y manos, quiero que camines a mi alrededor de esa forma.

Me tensé y elevé mi rostro.

— Pero...

— Por favor, hazlo, lo necesito.

Hice lo que pedí, apoyé mis manos de frío suelo y empecé a caminar con lentitud a su alrededor, muy cerca.

Mi cuerpo temblaba mucho.

Mi interior ansioso ante la expectativa.

Golpeó mi trasero con el cinturón y me sobresalté, gimiendo.

— No dejes de andar a mi alrededor — Su voz estaba muy gutural, me ardía el trasero.

Volvió a darme, el sonido del cuero en mi piel me erizó los vellos.

Andé en círculos, recibiendo más azotes.

Se me salieron las lágrimas y mi respiración era un lío.

Volvió a darme.

Mi piel seguramente estaba rojiza.

— Por favor... — Gemí a sus pies, deteniéndome, me dió otro azote.

Me estremecí.

No quería más castigo, quería sus caricias.

Me elevé y tomé su miembro sin permiso.

Soltó un gruñido, apretando la mandíbula.

— No me desafíes.

— Quiero tocarte — Lo recorrí con mis manos temblorosas.

— Eudora... Esto no es lo que deseo.

— ¿No deseas mis caricias? — Rocé la dureza, con mis manos, explorando.

Su rostro estaba enrojecido, su respiración agitada.

Acerqué mi boca y lamí la punta.

Tomó mi brazo y me levantó.

Usó el cinturón para rodear mis muñecas y tiró de la hebilla.

— Ve a la cama — Gruñó, irritado.

No comprendía, yo solo quería sentirlo cerca.

Se irritaba siempre.

Hice lo que pidió.

— Mierda, necesito mis cadenas.

Me acosté como pude.

Se aproximó, tiró del cinturón y mis manos se elevaron por encima de mi cabeza.

Las dejó quietas.

— Las mujeres eran atadas y penetradas por cuestionar, así lo serás tu — Dijo, mientras amarraba el cinturón al poste de la cama.

— ¿Qué mujeres? ¿Las anteriores?

No contestó.

Me abrió las piernas.

Bajó su rostro.

Me tensé, tirando de mis brazos cuando su lengua me exploró.

Lamió con rapidez, succionando y mordiendo.

Sollocé, cerrando mis ojos y jadeando.

Esto era exquisito.

Metió su lengua y me estremecí.

Me siguió sosteniendo de los muslos mientras me torturaba.

Se elevó.

Rozó su dureza en mí.

Observé hacia abajo, temblorosa, viendo como se deleitaba conmigo.

Se detuvo en seco.

Volvió a rozarse.

Se sumergió en la siguiente oportunidad.

El dolor me recorrió.

Embistió con dureza, hasta estar completamente dentro de mí.