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LIBERAME. Saga Destruyeme Parte II

LIBERAME. Saga Destruyeme Parte II

Status: En proceso
Genre:Posesivo / Arrogante / Dominación / BDSM / Escena del crimen / Enfermizo
Popularitas:3.8k
Nilai: 5
nombre de autor: DayMarJ

Soy Eros Montalbán. A simple vista, un estudiante brillante de medicina. Pero por dentro, soy otra cosa. Algo que no encaja. Algo que no se puede domar.

Desde niño he sentido esa pulsión: el cosquilleo en los dedos, la sed, la oscuridad. Mi madre me enseñó a mantenerla bajo control, a domar la bestia… pero incluso ella sabe que es cuestión de tiempo. Porque la sangre de Lucas Santori corre por mis venas, y su legado me pertenece.

Mientras el mundo celebra mi genialidad, yo observo desde la sombra. No busco amor, ni redención. Busco respuestas. Y si el precio es desatar lo que llevo dentro… entonces que el mundo arda.

NovelToon tiene autorización de DayMarJ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 19

DANTE.

No soporto los gritos.

Retumban como látigos mojados sobre una herida abierta. Cada uno me golpea el pecho, me atraviesa los pulmones, y siento que el aire no es suficiente, que por más que lo intento, no logro respirar con normalidad.

Me alejo de la casa, con pasos torpes, llevándome una mano al rostro como si eso pudiera borrar la culpa que me arde bajo la piel. El frío de la noche no me alivia. Al contrario, me lo recuerda todo. Lo que somos. Lo que permitimos. Lo que no fuimos capaces de evitar.

Amo a mi hermano. Siempre lo he amado, incluso cuando dejó de ser él. Incluso cuando regresó con la mirada perdida y los recuerdos enmarañados como una película dañada que jamás termina de proyectarse del todo.

Por eso estoy aquí. Por eso acepté quedarme a su lado. Por eso me tragué mi moral, mi miedo, mis principios. Por él. Pero ya no puedo más.

Apoyo la espalda contra una de las paredes externas del jardín y dejo caer la cabeza hacia atrás. La madera está fría, pero no más que la angustia que me hiela por dentro. No quiero entrar. No quiero ver lo que Helena y él están haciendo. No quiero oler la sangre ni escuchar otro grito más.

Sé que si me asomo, si cruzo esa puerta otra vez, algo dentro de mí va a romperse. Algo que quizás ya está astillado y que se convertirá en polvo con solo un empujón más.

—¿Qué estás haciendo, hermano...? —murmuro para mí mismo—. ¿Hasta dónde vas a llegar?

Una parte de mí entiende. Entiende la furia. La sed de justicia. Los horrores que vivió en su niñez a manos de mi madre, el vacío que dejó el accidente y todo lo que vino después. Pero otra parte... otra parte empieza a dudar. ¿Y si ya lo perdí? ¿Y si el hombre que llamo hermano dejó de existir desde aquel día?

Jeremy White se merece lo peor, lo sé. Pero ver en lo que mi hermano se está convirtiendo duele más que cualquier recuerdo.

Y entonces lo escucho de nuevo. Un alarido, agudo, seco. Como un animal siendo quebrado por dentro.

Mis piernas flaquean. Y por primera vez en años, me permito llorar. Quiero refugiarme en algo, pero lo único que encuentro son mis recuerdos.

******************************

AÑOS ATRÁS.

"Él está vivo".

Esa frase me congeló la sangre.

No podía ser. No después de lo que vi con mis propios ojos. Mi hermano se había disparado en la cabeza delante de los policías que venían a capturarlo. Apuntó sin dudarlo, sin temblar, como si ya lo hubiera decidido mucho antes de que todo estallara. El sonido del disparo aún me retumbaba en los recuerdos. La sangre, el cuerpo desplomado, la confusión, los gritos.

Y yo… yo no me quedé.

Me fui. Me llevé a Valeria, embarazada y al borde del colapso. Ella no sabía ni en qué día estaba, se encontraba en shock. Solo pude pensar en sacarla de ahí, alejarla del caos, de la policía, de ese mundo que se deshacía frente a nosotros. La dejé en el hospital, la vi perder fuerzas mientras yo fingía tenerlas.

Fue después, mientras salía de ese lugar con las manos aún manchadas de todo lo que habíamos dejado atrás, cuando recibí la llamada.

—Él está vivo, Dante.

La voz del oficial sonó más como una sentencia que como un milagro.

—¿Qué mierda estás diciendo? —le respondí, sin aliento.

Me explicó que había sobornado a varios funcionarios. Que con el dinero adecuado, todo era posible. Incluso cambiar un cadáver. Incluso hacerle creer al mundo entero que alguien estaba muerto.

—Lo trasladamos a una clínica clandestina —me dijo—. El cuerpo que se llevaron los forenses no era el de tu hermano.

Yo no podía creerlo. Me sentí traicionado. Estafado. Furioso.

Recordé su cuerpo inerte en el suelo, la sangre, el olor metálico que llenaba el aire. Y ahora me decían que todo fue una mentira… una escena bien montada. Un espectáculo para que el mundo creyera en su final.

Con suficiente dinero, se puede comprar cualquier cosa. Un silencio. Una coartada. Una vida… o incluso una muerte falsa. Se puede conseguir un cuerpo parecido. Se puede comprar el olvido. Y eso fue exactamente lo que hicieron.

Él sobrevivió. No solo al disparo. Sobrevivió a todo.

Y yo… me quedé con la culpa de haberlo dejado.

No pensé. Solo corrí.

El oficial me había enviado una dirección con uno de sus peones, con tinta corrida como si hasta él hubiera dudado de lo que hacía. La clínica clandestina quedaba en un rincón perdido de la ciudad, donde los callejones eran más largos que los nombres y los muros olían a secretos viejos. Toqué la puerta tres veces y no me contestaron. Hasta que empujé, y entré.

El pasillo era angosto, con luces de neón que parpadeaban como si también estuvieran muriendo. Una enfermera me guió sin hablar. Y ahí estaba.

Mi hermano.

Conectado a más máquinas de las que podía contar, con vendas rodeándole la cabeza, el rostro tan inflamado que apenas era reconocible. Respiraba por una sonda. El monitor cardíaco emitía un pitido constante, como un recordatorio de que contra toda lógica, seguía ahí.

—Quiero hablar con el médico —le solté a la enfermera, sin ocultar el temblor en mi voz.

No pasaron ni dos minutos y un hombre de bata blanca entró, con expresión cansada y las manos en los bolsillos. Ni me saludó. Yo tampoco.

—¿Cómo mierda es esto posible? —pregunté con la voz rota.

El médico se acomodó las gafas y contestó sin parpadear:

—La bala ingresó por el parietal derecho y se alojó sin atravesar completamente la línea media cerebral. Es decir, no comprometió zonas vitales como el tronco encefálico o el sistema límbico. Afortunadamente, no hubo hemorragia masiva ni seccionamiento de arterias principales, lo que permitió estabilizarlo rápidamente.

Me quedé en silencio.

—¿Y entonces…? —quise seguir, pero no encontré las palabras.

—Está vivo, sí —continuó—. Pero lo que venga ahora es incierto. Puede despertar mañana, en una semana, en un mes… o no despertar nunca. Y si lo hace, nadie puede garantizar lo que quedará de él. La inflamación es severa. El daño neurológico aún está por determinarse.

Miré el cuerpo inmóvil en la camilla.

Mi hermano.

El que apretó el gatillo delante de todos. El que eligió desaparecer antes que ser encerrado.

Y ahora estaba ahí. En pausa. Entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Sin saber si me escuchaba. Si sentía algo. Si recordaba lo que hizo… o lo que éramos.

Pasaron días y noches que parecieron eternas. Ya había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba ahí. El reloj dejó de tener sentido y mi cuerpo olía a encierro, a abandono, a esa mezcla densa de miedo y cansancio que se adhiere a la piel cuando ni siquiera te permites salir a respirar. No me movía, no me bañaba, no me iba. No podía dejarlo solo. No otra vez.

Hasta que sucedió.

Al principio creí haberlo imaginado, pero no. Los párpados de Lucas se movieron, lentos, torpes, como si levantar esos pocos gramos de piel le costara el alma. Pero lo hizo. Abrió los ojos, sus pupilas buscaron algo, alguien y en ese instante, sentí que el corazón me estallaba en el pecho.

—¡Doctor! —grité sin pensar—. ¡Está despierto! ¡Se despertó!

En cuestión de segundos, el equipo médico entró a la habitación. Me hicieron salir. Quería quedarme, ver cómo lo examinaban, cómo lo tocaban como si aún pudiera romperse más de lo que ya estaba, pero obedecí. Cerré la puerta detrás de mí y esperé con el estómago hecho nudos.

Cuando el médico salió, su expresión era medida, profesional, pero había algo en sus ojos... una chispa de esperanza.

—Está consciente —me dijo—, pero aún desorientado. Mueve las extremidades, aunque con dificultad en el lado izquierdo. Es un buen signo. Tiene afasia de Broca: comprende lo que digo, pero no puede hablar con claridad todavía. Va a tomar tiempo, pero con terapia es posible que mejore.

Asentí, pero por dentro todo era un remolino. Sí, estaba vivo. Sí, había despertado. Pero... ¿a qué precio?

Lucas no era del tipo de hombre que aceptara sentirse vulnerable. Él no sabía lo que era pedir ayuda. Siempre fue más bala que palabra, más fuerza que pausa. Orgulloso hasta los huesos. Y ahora estaba postrado en una cama, sin poder hablar, sin controlar todo su cuerpo.

Y encima de todo eso… estaba muerto para el resto del mundo.

No podía salir, no podía mostrarse. Todos creían que se había volado los sesos delante de la policía. Que había muerto como un cobarde o como un mártir, dependiendo de a quién le preguntaras. ¿Y ahora qué? ¿Lo escondería para siempre?

Entonces, con la voz más baja que el miedo, le pregunté al médico algo que yo mismo no creía estar diciendo:

—¿Y si… cuando pase el peligro, cuando ya no esté tan frágil… pudiera someterse a una cirugía? Algo que… que lo hiciera irreconocible. Que nadie supiera quién fue alguna vez. ¿Es posible?

El médico me miró en silencio unos segundos. No me juzgó. Solo lo pensó.

—Cambiar un rostro es posible. Con suficientes recursos, es viable. Pero… ¿estás seguro de que eso es lo que quiere?

Lo miré, sin responder. Porque la verdad es que ni siquiera sabía si Lucas seguiría siendo él cuando todo esto acabara. No sabía si recordaría lo que hizo. Lo que fue. Lo que perdió.

Pero si no recordaba nada… tal vez podía empezar una vida nueva. Tal vez, por una vez en su jodida existencia, podía ser feliz. Tener una vida normal. Algo que jamás conoció. Ni en la infancia. Ni en la guerra. Ni al lado de Valeria.

Tal vez, pensé, por primera vez… podría elegir quién ser.

Y eso era lo único que yo quería regalarle.

1
🤎 Lisseth 🤎
Excelente gracias
Nancy RoMo
lucas solo esta haciendo q lo odien y cuando sepan la verdad lo van a odiar mas 😮‍💨
Alejandra 🩷
ahora sí está mal todo!! Lucas está cometiendo un error al no decirle la verdad a Valeria , por qué ahora eros piensa que su mamá lo traicionó 🥹
Alejandra 🩷
eso! chingatelo por cobarde ! jajajaj
Alejandra 🩷
inteligente el muchacho 🥹👏de tal palo ya está la astillita
Mar
jajajaja esto está muy bueno maratón dame un lindo maraton /Sob//Sob//Sob//Sob/
Nancy RoMo
esto esta de infarto necesito mas x favor 🥺🙏🙏🙏
🤎 Lisseth 🤎
Excelente gracias
Alejandra 🩷
ahora sí Lucas sabrá lo que eros puede llegar hacer por su madre! maratón porfis porfis 🥹❤️‍🔥
Alejandra 🩷
a la madre!!!!! ahora sí se va a poner sabroso!!!!👏
Alejandra 🩷
y aquí eros demostrando que no lo va a perdonar cuando sepa la verdad!
Jesica Ortiz
entonces... si es Lucas, Dante es el papá de Helena, y serian primos con Heros?!
Nancy RoMo
entre mas tarde en contarle la verdad a valeria, mas va a odiarlo despues
Nancy RoMo
la q mas sufrio en todo esto fue valeria 😣, lucas siguio una vida sin dolor de perder a nadie
🤎 Lisseth 🤎
Excelente gracias 🙏
🤎 Lisseth 🤎
Vez Lucas aunque te cueste mucho trabajo aceptarlo la amas con locura
🤎 Lisseth 🤎
Aunque él no lo quiera aceptar el la ama 🤔🧐🤨
Melisa Salvador
Me encanta la descripción de los capítulos, muy buenos
Alejandra 🩷
deja te doy otra cachetada para que reacciones ! 😉 ella necesita saber para que no le llore a un muerto, por qué sin memoria o con memoria tu eres su lucas !
Alejandra 🩷
aaaaa verdad!! no que no !?😂😅👏ya callo!
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