La Humana Despreciada Y El Rey Mago

Un acuerdo con el rey vampiro se materializó: él tendrá libertad para infligir su crueldad a iGnar, con la inviolable cláusula de que su vida me pertenece. Entre nosotros existe un ajuste de cuentas pendiente, un final que solo yo quiero escribir. No supe si mi prestigio como rey de los magos o el timbre de mi voz, tensa a pesar de mi esfuerzo, lo llevaron a aceptar mi petición. Mantener la fachada diplomática fue una batalla ardua contra la furia que me envuelve, y mi exigencia, aunque formulada como petición entre iguales, resonó más como un ruego visceral, una silenciosa demanda de venganza.

El autocontrol fue un látigo tensado para no desatar mi furia sobre iGnar, pero cumplí mi palabra, teletransportándolo a las fauces del territorio vampírico. De vuelta al cuchitril, anhelé que la tormenta en mi pecho se aquietara, creyendo que la noticia de su cautiverio y su inminente castigo traería una relativa calma a mi vida. Grave error. Un golpe inesperado, la fragilidad de la realidad expuesta en un milisegundo, en una sola palabra susurrada con incredulidad: "¿Hermano?". Esa voz, espectro sonoro tatuado en mi alma incluso tras su pérdida, hizo temblar los cimientos de mi ser. Por un instante, la locura me susurró que es ella, mi pequeña hermana. Pero al oírla de nuevo, al ver su figura vacilante acercándose, la cruel verdad se materializó. Mi frágil máscara de apariencias, creada para soportar su ausencia y la opresiva culpa de mi fracaso en protegerla, se desmoronó estrepitosamente. La vileza de iGnar me ha alcanzado de nuevo, dejándome sin aliento. Caí de rodillas, la máscara del rey jovial hecha añicos, mientras un grito ahogado por el llanto incontenible, cargado de dolor y asombro, escapó de mi garganta. Mi hermana está viva, desmintiendo la cruel farsa de ese monstruo, y ha pasado años en la oscuridad, ultrajada, mientras yo viví en la ignorancia.

El Rey vampiro, su reina y los guerreros se retiraron discretamente, brindándonos el espacio que mi hermana y yo necesitamos. Un gesto que agradecí profundamente. Las jóvenes cautivas también se mantuvieron a distancia, y supuse que su temor evidente hacia mi presencia masculina es eco de las horribles vejaciones que ese monstruo debió infligirles. Esta comprensión reavivó en mí una oleada de dolor penetrante, una agonía fría y una culpa corrosiva. Las lágrimas brotaron incontrolables al imaginar la tortura física y emocional a la que mi hermana pudo haber sido sometida durante estos años oscuros. La magnitud de su sufrimiento me golpeó con una fuerza brutal, ahogando cualquier intento de contener mi llanto. Entre sollozos, apenas pude articular un perdón dirigido a mi hermana, quien permanece frente a mí, observándome con una expresión incrédula, como si yo fuera una mera ilusión, una fantasía nacida de una mente desesperada por escapar de una realidad tan cruel como dolorosa.

__¿Eres real... o una nueva tortura de ese desalmado?__. Zoe pronunció. Sus palabras, afiladas como cristales rotos, laceraron mi alma. Un dolor cortante, un llanto entrecortado, me arrastraron a un abismo infinito, un punto de no retorno donde la resistencia se desvaneció.

Es su voz, inconfundiblemente suya, la de mi hermana. Pero ya no es la misma Zoe, aquella personita vibrante y llena de sueños que atesoraba en mi memoria. Ahora, solo queda un alma vacía, un cascarón esforzándose por mantenerse en pie tras el sufrimiento que ese desalmado, como ella lo llama, le ha infligido. Y me duele hasta los huesos, porque ese ser despreciable ha apagado su luz, robándole su radiante espíritu y la contagiosa alegría que emanaba de cada una de sus palabras.

__Soy tu hermano, Zoe. Tu hermano mayor... el que te falló__. La confesión me arañó la garganta, un nudo de culpa apretándome hasta sofocarme. Mis ojos, anegados, recorren su rostro inerte.

__Mi pequeña hermana. No te protegí. No pude arrancarte de ese monstruo a tiempo__. El remordimiento me taladra, una súplica silenciosa por un perdón que no merezco.

__Perdón por no haberte salvado de un daño tan profundo que te arrebato a la fuerza el deseo de vivir__. Cada palabra es un esfuerzo, un lamento entrecortado mientras la observo, viva en cuerpo, sí, pero con una mirada vacía, la de un espectro sin anclaje a la existencia.

Con la voz apenas entendible, mi hermana murmuró__No tienes por qué pedir perdón, hermano. Sé que, de haber sabido dónde estaba, habrías venido por mí sin dudarlo, sin importar el peligro, incluso si eso significaba perder la vida. Ahora, lo único que anhelo, lo que necesito desesperadamente, es un abrazo de mi hermano mayor. Un abrazo que me convenza de que eres real, de que no eres una ilusión desesperada que mi mente ha creado para aferrarse a un atisbo de felicidad. Necesito sentirme segura, como no me he sentido desde que ese desalmado me atrapó en su telaraña de engaños__.

Una solitaria lágrima resbaló por su mejilla, un testimonio silencioso de la fragilidad que años de encierro han esculpido en ella. Asentí en silencio a su súplica, levantándome con cautela. Cada movimiento es una plegaria para no quebrarla aún más. La envolví en mis brazos con la suavidad de una caricia de viento, consciente de la liviandad de su cuerpo, de cómo su piel se adhiere a sus huesos como un pedazo de tela. Su apariencia, el desagradable olor al encierro que aún la rodea, todo es insignificante. Solo importa el milagro de tenerla entre mis brazos, a mi hermanita a quien lloré como muerta. Sí, está rota, marcada por el trauma, pero viva. Y en este instante, con la certeza que solo el amor fraternal puede brindar, se que con el tiempo, con el calor incondicional de nuestra familia y amigos, ella volverá a florecer. Se lo merece. Se ha ganado cada rayo de sol después de tanta oscuridad.

__Fue horrible, hermano__. Susurró mi hermana entre mis brazos, cada palabra una astilla más clavándose en los fragmentos rotos de mi corazón.

__Llegué a desear la muerte... Y a alcanzarla__. Su voz se quebró, ahogada por un llanto contenido.

__Pero ese maldito infeliz... ni siquiera me permitió disfrutar de morir, de encontrar mi libertad de sus cadenas y su dolor a través de la muerte. Me revivió... y eso dolió mucho más, porque usaría el tiempo que estuve muerta para lastimarlos a ti y a nuestros padres. Lo siento... lo siento por ser tan débil, hermano__. Su voz se hizo añicos, y la contención se rompió, dejando escapar las lágrimas y el llanto que luchó por reprimir.

Yo, a su vez, libró mi propia batalla contra el dolor, esforzándome por mantener la compostura para poder consolarla. Mientras sus sollozos sacuden su cuerpo frágil, canalicé mi magia, un suave flujo de energía cálida, para aliviar su sufrimiento físico, para sanar las heridas invisibles que el llanto amenaza con profundizar en su cuerpo desnutrido y sediento de alivio.

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Feliz madrugada 🪄👑🪄.