Isabella, una chica que creció entre la pobreza después de perder a su mamá una noche, viviendo entre las sirvientas conoce a Alessandro un hombre poderoso y peligroso que le enseñará el arte del amor.
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miedo
A la mañana siguiente...
Isabella despertó, como era habitual, antes de que el sol asomara en el horizonte. Al abrir los ojos, se encontró con una sorpresa: a su lado, Alessandro aún dormía plácidamente. Se quedó mirándolo por unos instantes; él era un hombre increíblemente guapo, con rasgos que parecían esculpidos por los dioses.
Con delicadeza, se levantó de la cama sin hacer ruido, casi como si temiera despertar a Alessandro. Se dirigió al armario y eligió un vestido largo de color blanco que realzaba su belleza, y se calzó unas botas que le daban un toque de aventura. Una vez lista, salió de la habitación.
Al cruzar el umbral, se encontró con Rosa, quien la saludó con una sonrisa cálida. ¡Buenos días señora! ¿Le gustaría que lleváramos el desayuno a la habitación? preguntó Rosa, su rostro iluminado por la alegría. Era evidente que la noticia de que Alessandro pasara la noche junto a Isabella había corrido rápidamente entre el personal, y todos parecían muy contentos por ellos.
No tengo hambre, pero me imagino que el señor sí lo tiene. Sin embargo, dime, Rosa, ¿el cartero viene aquí?, preguntó Isabella con curiosidad.
Sí, pero para poder enviar una carta, hay que llevarla a la oficina. ¿Te gustaría que yo me encargue de llevarla, señora?, respondió Rosa, fijando su mirada en las manos de Isabella, donde se encontraba una carta.
No, yo prefiero llevarla yo misma, dijo Isabella mientras se colocaba un sombrero, mostrando su determinación.
Pero, señora, usted no conoce bien la ciudad y podría correr algún peligro, comentó Rosa, visiblemente preocupada por la seguridad de Isabella.
Si no salgo, ¿cómo la voy a conocer? Así que tú quédate tranquila, que yo volveré pronto, dijo Isabella con una sonrisa mientras se alejaba de la casa.
Un par de horas después, Alessandro se despertó y, al mirar a su lado, notó que Isabella no estaba allí. Se levantó y se metió al baño para darse una ducha rápida. Después de asearse, se puso unos cómodos pantalones deportivos, ya que era habitual para él hacer ejercicio por las mañanas.
Bajó las escaleras y se dio cuenta de que el desayuno ya estaba preparado y servido. Se sentó a la mesa y, al ver que no había señales de Isabella, le preguntó a Rosa, la empleada doméstica: ¿Dónde está Isabella? Le había dicho que compartiríamos la mesa.
¡La señora salió, señor Alessandro! exclamó Rosa, nerviosa, mientras lo miraba fijamente.
Pero, ¿cómo pudo haber salido? Ella no sabe moverse por la ciudad. ¿Quién fue el que la acompañó?, preguntó Alessandro, visiblemente inquieto.
La señora no quería que nadie la acompañara. Dijo que iría al correo..., insistió Rosa, aún más preocupada.
Me imagino que la llevó el chófer, porque el correo está bastante lejos de aquí..., respondió Alessandro, con un tono de alarma en su voz.
No, señor. No se llevó más que la carta que tenía en la mano. ¡Y ya han pasado un par de horas desde que salió!, contestó Rosa, con una expresión de preocupación cada vez mayor.
Alessandro, tomo las llaves de su auto y salió enseguida y pidio también a sus hombres que buscarán a Isabella.
Alessandro salió en busca de Isabella, mientras las horas transcurrían lentamente. El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados que anunciaban la llegada del atardecer. A pesar de que todos los hombres de su grupo se unieron a la búsqueda, no lograron encontrarla. La preocupación crecía en el interior de Alessandro, quien comenzaba a angustiarse al imaginar lo peor. En su mente, una inquietante idea se apoderaba de él: creyó que Isabella había decidido escapar.
De manera repentina, y como si la situación no pudiera volverse más grave, comenzó a llover intensamente. Alessandro, abrumado por la tormenta de emociones que lo invadía, se puso al volante y comenzó a conducir por la autopista que llevaba hacia su casa. La lluvia caía con fuerza sobre el parabrisas, pero su mente estaba en otro lugar. No lograba comprender por qué experimentaba un dolor profundo en el pecho, un vacío que se intensificaba con cada pensamiento que cruzaba su mente. La simple idea de que Isabella había decidido escapar de su matrimonio con él lo llenaba de angustia y desesperación. La tormenta afuera no era nada comparada con el tumulto que sentía por dentro.
Cuando las luces de su auto iluminaron el camino, Alessandro vio a Isabella sentada en una roca. Sin pensarlo, aplicó los frenos de inmediato, ya que la intensa lluvia le dificultaba la visibilidad. Con el corazón acelerado, salió del vehículo y corrió hacia ella.
Isabella estaba completamente empapada, y al verle, lo miró con una expresión de temor, como si temiera que él pudiera reaccionar de una manera inesperada o negativa.
—Lo lamento mucho —dijo Isabella, comenzando a sollozar y con los ojos llenos de lágrimas—. Estaba volviendo a casa cuando me lastimé el pie y no recordé hacia dónde debía ir.
Miraba a Alessandro con una mezcla de preocupación y tristeza, esperando su respuesta.
Alessandro, en silencio, la tomó en sus brazos con delicadeza para llevarla hacia el automóvil. Una vez que la acomodó en el asiento del coche, él se subió al vehículo.
¡No debiste salir sola! exclamó Alessandro mientras encendía el motor del auto.
Isabella se quedó callada sabía que Alessandro tenía razón.
Al llegar a casa Alessandro la volvió a tomar en sus brazos, asta la casa ambos estaban mojados por la lluvia.
Rosa llama al doctor para que venga a revisar a Isabella.!_ dijo Alessandro subiendo las escaleras, para llevar a Isabella a la habitación mientras Rosa y todas las empleadas miraban preocupadas.
solo espero Alessandro sea un verdadero hombre y se haga responsable
y que den una vez aclare todo con la renacuajo esa
por otro lado Isabella tienes que ser más fuerte deja de lamentarte de que el este con otra y no te mire a ti que si lo hace pero se hace el pendejo por Dios date tu lugar y que seas la esposa no necesariamente debes estar encerrada comí dices tú te gustaba atender a las personas busca empleo en el hospital no necesariamente debes estar en casa
por que si caía ahorita ante el ya te jodiste