PREFIERO SER UNA SUSTITUTA.

—Me está confundiendo con otra persona, señor —digo, saliendo de la habitación con las piernas temblorosas. Las personas que salieron vuelven a entrar y yo sigo con mi trabajo, pero con esa inquietud de que alguien me haya descubierto. Pensándolo bien, ya tengo muchos ahorros. Con eso en mente, termino mi turno.

—Señor, quiero hablar con usted —le digo a mi jefe y entramos a su oficina.

—¿Qué ocurre, Luna? ¿Alguien te faltó al respeto? ¿Quieres un adelanto?

—No es eso, quiero renunciar.

—Eso es aún peor, Luna. Tú eres una de mis mejores trabajadoras.

—¿Usted le dijo a alguien mi apellido?

—Sabes que yo nunca lo diría. ¿A eso se debe que quieras renunciar? ¿Alguien te reconoció?

—Fue una señal de que ya debo dejar este trabajo.

—Sabes que puedes regresar. Déjame te hago un cheque para darte tu liquidación.

Le doy las gracias y recibo el cheque, yendo a cambiarme de ropa. Me voy como llegué, en silencio. Camino para agarrar el transporte y veo llegar un carro que baja la velocidad.

—Luna, sube —me dicen, y al escuchar mi nombre miro hacia el carro, notando que es el señor Fernando.

—Vamos, ya es muy noche.

—Gracias, pero ya viene el camión.

—Si es por tu hermana Estrella, no te preocupes, no pienso decir nada.

—Señor Fernando, le agradecería que finja que no me conoce, por favor. Olvide que me vio aquí.

—Ya está, ya lo olvidé —dice, y me causa gracia.

—Ahora sube, no estaré tranquilo hasta que llegues a tu casa. Si no lo haces, puede que por mi preocupación le preguntaré a Estrella cómo llegó su hermanastra anoche.

Lo pienso y será la última vez, ya no trabajo aquí y ya no lo veré. Suspiro, abriendo la puerta del carro y entro, guardando la debida distancia.

—¿Cómo una Carpio trabaja en un lugar como este? —pregunta y me hace dudar si fue el quien me preguntó lo mismo, la voz sono muy diferente y lo que esa persona transmitia era muy tenso, no lo ví pero se sentía.

—¿Cómo supo que era yo, fue usted quien me habló en esa habitación?

—Ayer en tu casa te reconocí solo por tu voz, de hecho hoy no vine solo pasaba y te ví ahí.

Asiento sin responder, y era de esperarse que me reconociera y queda la pregunta sin responder, ¿quien era ese sujeto? Observo el carro y parece nuevo, huele a nuevo.

—¿Cómo ves a Estrella? —me pregunta.

—Se lo pregunta a la persona equivocada, si quiere saber de ella, pregúntaselo a su madre —le digo.

—Ante los ojos de las madres, todos somos perfectos. Pero si es la realidad lo que quieres, pregúntale al enemigo —me responde sin dejar de ver la carretera.

—¿Por qué cree que somos enemigas? —le digo.

—Se siente la tensión, y a pesar de que fue por unos segundos, se notó —me dice, y agradezco cuando a lo lejos se distingue el portón de mi casa.

—Puede dejarme aquí, caminaré —le digo.

Se detiene y le doy las gracias. Como siempre, empujo el portón con mis manos para que pueda pasar. Él no se va y camino llegando a la puerta que abro con las nuevas llaves.

En la sala veo a Estrella y a su madre hablando por celular.

—Ya llegó la mujerzuela —escucho a Estrella decir.

—¿A qué se debe la reunión de brujas? —le respondo, y ella se enoja.

—Te enseñaré a respetar.

—Primero aplícalo —le digo a Estrella, y se levanta caminando hacia mí, pero el timbre suena.

—No vales mi tiempo —me dice abriendo la puerta. Y es Fernando a quien hacen pasar. Cambia su tono de voz a una chillona que solo de escucharla me duele la cabeza.

—Vete a tu cuarto —dice mi madrastra.

—¿Temes que llame su atención?

—Ya quisieras, no eres competencia para Estrella —me susurra mientras Estrella habla con Fernando, que no deja de ver en nuestra dirección.

—quizas pero ¿cuánto tiempo cree que le lleve a Fernando salir de esta casa si le digo la clase de persona que es Estrélla?

—quedamos en algo.

—agradezca ya que solo por eso no diré nada—es lo último que digo antes de subir a mi habitación.