SALEM UN AMOR INESPERADO

Clarisse enronces soltó a Salem no sin antes darle un beso en su cabeza y mirar a los nuevos amigos

Ella caminó hacia ellos, con determinación si aquellos animales iban a seguir con ella tenía que protegerlos.

—A partir de hoy… —dijo suavemente, posando su mano sobre la frente del tigre— serán más fuertes. Más ágiles. Ningún animal podrá herirlos.

Giró hacia el puma, tocando su pelaje tibio y áspero.

—Cazarán solo lo necesario. No más. Y solo lo justo. Serán los guardianes de esta bruja… y yo seré su hogar.

El tatuaje en su brazo brilló, y una onda mágica recorrió la tierra como una ola invisible.

Los ojos del tigre se abrieron completamente. El puma levantó la cabeza, alerta.

Un temblor recorrió sus cuerpos, pero no de miedo.Era el despertar.

—Mi reina… —susurró el puma, con una voz grave, profunda, cargada de reverencia.

—Gracias… gracias por aceptarnos —dijo el tigre, con un timbre más cálido, casi tímido.

Clarisse dio un paso atrás, abriendo los ojos con asombro. Ahora no solo los escuchaba en su mente ellos hablaban

—¿Pueden hablar? —dijo, llevándose una mano al pecho.

—¡Vaya! —bufó Corvyn, agitando sus alas con exageración—. ¡Por fin alguien más en este campamento puede hablar, además de mí! Estaba empezando a sentirme como el payaso oficial del grupo.

—¿Y eso no te encanta? —replicó Clarisse, sin mirarlo, pero con una sonrisa escapándose de sus labios.

—¡Por supuesto! —respondió Corvyn con fingida dignidad—. Pero hasta el sarcasmo necesita vacaciones. ¿Tienes idea de lo difícil que es cargar con toda la comedia emocional de este grupo?

La pantera rió suavemente, y el tigre se acercó un poco más a Clarisse, frotando su cabeza contra su mano con delicadeza.

—Ahora todos nos escuchan —murmuró el tigre hacia Corvyn—. Ella nos eligió.

—Ya lo noté, rayitas —respondió el cuervo, inflando el pecho—. Pero no se encariñen tanto. La reina sigue siendo mía por contrato emocional antiguo.

—¿Contrato? —preguntó Clarisse arqueando una ceja.

—Claro —dijo Corvyn, revoloteando hacia su hombro—. “Sarcasmo vitalicio con derecho a picotazo ocasional”.

Y entonces, por un instante… rieron todos.

La bruja, el cuervo, los felinos. Una familia extraña, imposible, rota y perfecta la vez.

Imagen de referencia...



Clarisse suspiró, sabiendo que la calma era momentánea.Y asi sin más emprendieron su camino hacia donde el destino los llamaba

El bosque comenzaba a oscurecer.

No por la caída del sol, sino por la densidad de los árboles, el aire espeso de presagio… y algo más.

Clarisse caminaba entre raíces gruesas que sujetaban a los fuertes árboles que la rodeaban. El tatuaje de su brazo brillaba suavemente, como si fuera una brújula hecha de luz antigua.Sus pasos eran firmes ,con decisión y sobre todo más cerca de la manada.Corvyn, desde su hombro, se sacudía inquieto.

—Hay algo cerca… y no es precisamente un ciervo adorable —murmuró.

El tigre gruñó. La pantera se detuvo en seco, erizando el lomo.Y entonces, lo oyeron.Un grito.Agudo, desgarrador, como un cristal que se parte en dos.No era un animal.

Era una niña. Una muchacha.Clarisse no dudó. Corrió.

—¡Vamos! —gritó sin mirar atrás.

Atravesaron un claro oculto, y entonces la vieron.

Tirada en el suelo, entre ramas rotas y tierra removida, una joven bruja apenas respiraba. Su vestido estaba desgarrado, su cabello enmarañado y su rostro cubierto de ceniza y sangre seca.

Rodeándola… tres sombras viscosas, deformes, alzaban sus garras.

Espectros.

—¡No! —gritó Clarisse, extendiendo sus manos.

El tatuaje brilló como una antorcha encendida por los dioses. Una barrera se formó a su alrededor en milisegundos, frenando el avance de las criaturas.

El tigre se lanzó con un rugido que estremeció el bosque.La pantera giró en el aire con una agilidad felina perfecta, esquivando a uno de los espectros con su cuerpo.

Corvyn chilló desde arriba:

—¡Clarisse! ¡No dejes que te toquen! ¡Estos no son fantasmas cualquiera, son engendros de oscuridad pura! ¡Te quitan el alma, literalmente!

—¡Gracias por la motivación, poeta del apocalipsis! —respondió ella, mientras sus ojos se encendían como antorchas de ámbar.

Los espectros chillaron, uno de ellos se abalanzó hacia ella, pero Clarisse no tembló. Levantó su brazo, murmuró uno de los tantos hechizos que ya sabía.

—Lux ignis aeternum! —gritó.

Una explosión de luz dorada brotó de sus palmas, lanzando a las criaturas hacia atrás como hojas arrastradas por una tormenta. El suelo tembló, los árboles crujieron, y por un momento… el bosque se quedó en silencio.

El cuerpo de la chica temblaba apenas. Estaba viva. Pero apenas.

Clarisse se arrodilló a su lado, colocando sus manos sobre su pecho.

—Vas a estar bien… tranquila, te tengo.

Corvyn bajó planeando, con las alas temblorosas. Ya no había sarcasmo en su voz.

—Tiene fiebre, y… marcas negras en la piel. Le tocaron. Espectros… pero no está perdida aún.

—No la puedo cargar. Está muy herida —dijo Clarisse, con frustración.

—Entonces flótala, bruja de lujo. Usa tus poderes de reina —masculló Corvyn, pero esta vez con cariño.

Clarisse cerró los ojos, concentrándose.

El tatuaje brilló. La chica comenzó a elevarse, lentamente, envuelta en una bruma blanca.

La pantera y el tigre se colocaron a su lado, como escoltas salvajes.

—Vamos —dijo Clarisse—. Ya no queda tiempo.

Y entonces lo vio.

A lo lejos, en la siguiente colina… luces. Una barrera mágica debilitada. Voces.

La manada.Clarisse apretó los dientes. La visión era clara.

Corvyn sobrevoló la escena y gritó:

—¡Ya casi estamos! ¡Pero si se me quema una pluma más, voy a exigir vacaciones pagadas y un contrato nuevo, ¿me oyes, bruja dramática?!

Clarisse sonrió, aunque por dentro temblaba.

Llevaba a una chica herida flotando, a dos bestias sagradas de su lado, un cuervo loco gritándole,y sobre todo a Salem que últimamente estaba muy callado nisiquiera escuchaba a Corvyn peliar con el y una misión impuesta por la mismísima Hécate.