Santiago Jr. y Maggie se casaron en una noche de copas en Las Vegas. Ella desapareció después de la noche de bodas y Santiago Jr. comenzó a buscarla para corregir su error y divorciarse. Pero Maggie después de esconderse por meses viene dispuesta a sacarle a Santiago Jr. hasta el último dólar a cambio de darle su libertad.
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CAPÍTULO 16
\*\*\*\* FLASHBACK\*\*\*\*
Maggie llevó la mano a su mejilla como si pudiera volver a sentir el ardor de ese golpe y recordó las duras e hirientes palabras de su hermana mayor.
—¡Eres una maldita! La hija perfecta, la más digna, la más decente. Una maldita perra es lo que eres.
Maggie, en ese momento, mordió sus labios, doblegó todo su orgullo, olvidó su dignidad e ignoró las provocaciones de su hermana. Todo su esfuerzo estaba concentrado en convencerla de salir de ese horrible lugar.
—Tienes razón. Soy una maldita perra, pero eso no es lo que importa. Solo quiero negociar contigo. Te doy dos mil dólares. Vamos acepta, no tienes nada que perder. Solo te faltan tres meses.
—Quiero dos mil quinientos.
Maggie salió de sus recuerdos al sentir el auto detenerse.
—¡Llegamos, mami! Aquí vive mi abuela beba. —le dijo el pequeño muy emocionado.
Maggie fijó su mirada en Santiago Jr. y sintió una leve presión en su mano. Hasta ese momento, se dió cuenta de que aún estaban tomados de las manos.
Santiago Jr. le sonrió.
—Sé que estás apurada. Pero déjame llevar al niño con mi madre y nos vamos. No te puedo dejar sola en este estado.
Maggie frunció el ceño y llevó su mano a su mejilla para sentir la humedad de sus lágrimas.
—¿No vas a bajar, Titi? Vamos para que veas a mi abue y a Estrella, aunque ella me ensució mi camisa.
Maggie suspiró y asintió.
—No, amor. Voy al trabajo y regreso por ti. No me tardo mucho. Te lo prometo.
—Está bien.
Santiago Jr. bajó con el pequeño y entró a la mansión.
—Buenos días —saludó el pequeño para llamar la atención de las brujas de Salem que estaban reunidas en el jardín.
Las tres hermosas mujeres se levantaron hacia él y una algarabía se escuchó porque en esta oportunidad los pequeño Alexei y Hanston Fischer estaban ahí en compañía de la pequeña Estrella que al verlo corrió hacia él.
—¡Dereck! —le gritó la pequeña y llegó hasta él para abrazarlo y besar sus mejillas.
Dereck permaneció paralizado y Estrella se separó de él y le limpió la camisa con las manos.
—No te ensucié. —le dijo la pequeña Estrella, mostrándole ambas manos a su primo.
—Está bien —le respondió Dereck revisando su camisa
—Ven, aquí hay más niños. Este es Hanston y este es Alexei. —le dijo la pequeña, señalando a cada uno de sus primos —También son tus primos. Aunque son malos. Mi mami me dio un palo para defenderme de ellos. Le voy a pedir uno para ti.
Los gemelos se acercaron al pequeño Dereck y estrecharon su mano.
—Bienvenido pri. No le hagas caso a Estrella. Nosotros vamos a ser tus amigos. —le dijo el pequeño Alexei de once años y el pequeño Hanston solo afirmó con su cabeza y lo abrazó.
Santiago Jr. ya estaba dudando de dejar a su pequeño con ese par de demonios. Aunque sabía que Estrella iba a cuidarlo muy bien. Entonces, saludó a sus hermanas y buscó a su madre.
Genoveva le sonrió a su hijo y asintió con la cabeza.
—Vete tranquilo, Santi. No creo que el karma te castigue hoy. Yo cuidaré de mi pequeño.
Santiago Jr. se sintió más tranquilo y caminó hacia la salida. Ahí se despidieron de Dereck y se marchó.
Mientras tanto, Maggie estaba en el auto mirando ansiosa por la ventana. No quería esperar más. En ese momento, ve a Santiago Jr. acercarse y, caso contrario a lo que ella esperaba, sus niveles de ansiedad se incrementaron.
Santiago Jr. volvió a tomar su mano y trató de calmarla. El recorrido se hizo eterno. Maggie caminó a pasos agigantados hasta la habitación de su hermana, para después detener su paso cuando tomó la perilla de la puerta. Su cuerpo se paralizó, de pronto sintió la presencia de Santiago Jr. a su espalda.
Santiago Jr. puso una mano en su hombro y le susurró al oído.
—Aqui estaré. Entra y enfrenta tu pasado.
Maggie asintió y avanzó un paso para inmediatamente girarse y abrazar a Santiago Jr.
—Gracias por todo.
Santiago Jr. se quedó paralizado y le correspondió el abrazo y besó su frente.
—No tienes nada que agradecer. Soy tu esposo y lo hago de corazón.
Maggie le sonrió a su esposo y tomó una gran bocanada de aire, antes de retomar su camino hacia la puerta.
Maggie giró la perilla y entró sigilosamente. Aparentemente, su hermana estaba dormida. Pero cuando Maggie se acercó a la cama, la débil mujer abrió los ojos.
—¿Ma-ggie? ¿Dón-de es-toy? ¿qué me pa-só? —le preguntó la mujer al mismo tiempo que llevó la mano a su vientre.
Maggie se acercó a ella y la abrazó.
—Tranquila, Marie. Debes permanecer tranquila.
Marie abrazó a su hermana con las pocas fuerzas que tenían sus brazos.
—Me sien-to débil. Me cuesta mu-cho ha-blar. Solo recuerdo un camión embestir el autobús donde iba.
Maggie acarició el cabello de su hermana y le dio una mirada llena de compasión. No tenía idea de cómo explicarle que había estado tres años en esa cama.
—Sí, Marie. El autobús se fue por un barranco y metros más abajo estalló. Marie fuiste la única sobreviviente.
Marie comenzó a llorar al recordar que iba con dos amigos en ese viaje.
Maggie abrazó a su hermana y la consoló por la pérdida de sus amigos, pero el momento de cercanía se disipó cuando Marie se alejó de ella y la miró a los ojos.
—Y ¿qué pasó con el niño?
Esa pregunta descontroló a Maggie. Un vacío se alojó en su corazón, sintió el suelo abrirse bajo sus pies.