En un reino de poder y pasión, donde la lealtad se compra y se vende, y el amor es un lujo peligroso...
Zared, un joven alfa valiente y astuto, emerge como el salvador de Astrum después de una batalla épica contra el enemigo.
Su victoria lo convierte en el general de la Brigada de Caballeros Negros y lo pone en el centro de una compleja red de intrigas y alianzas en la corte real.
Con un corazón lleno de dolor por la pérdida de su amigo y hermano de armas, Lyrien, Zared se ve obligado a navegar las aguas turbulentas de la política y sus propios deseos.
En la fiesta de mayoría de edad de los príncipes del reino, Zared se encuentra face a face con sus futuros rivales y posibles amantes: los príncipes Cassian y Ryker, lobos con piel de oveja que esconden secretos y pasiones detrás de sus sonrisas encantadoras.
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Capitulo 14
Había pasado alrededor de dos semanas cuando el celo del alfa había terminado y el de sus parejas también. Zared se despertó, pero con un dolor inmenso en la parte baja de su cuerpo.
Al mirar los cuerpos en la cama, supo que había pasado el celo con sus esposos, pero no se preocupó al saber que fue el pasivo. Y en la historia del rey y hasta ahora nunca se supo de un alfa que pudiera dar a luz, así que las probabilidades de que pudiera quedar embarazado eran nulas.
Zared miró y le dio una última mirada a sus esposos y se metió al baño. Al observarse en el espejo, soltó una pequeña risa, pero el dolor no le dejó que se moviera mucho.
Con cuidado, el alfa se metió a la tina y dejó descansar su cuerpo. Pasó una hora cuando el alfa decidió salir, se sorprendió al ver una marca en su cuello.
—Marca... —dijo el alfa. Una sonrisa se formó en su rostro. Conocía bastante bien a los omegas y no lo abandonarían al ver la marca en su cuello.
—Qué traviesos —dijo Zared.
Después de salir del baño, Zared llamó a la mucama y pidió que trajeran algo para desayunar.
—Kiara, trae algo para desayunar, por favor, y también llama al doctor Nicolás.
—Entendido, señor.
Después de que Kiara se marchara, Zared se sentó en el sillón observando por la ventana.
Era la primera vez que despertaba alegre, aunque su cuerpo no estuviera en tan buen estado.
Después de una hora, los omegas se despertaron y se asustaron al ver a su esposo tomando el té, mientras que leía un libro.
—Veo que les gusta dormir —dijo Zared.
Los hermanos se sonrojaron al ver todo el lío que había.
—No se preocupen, Kiara ya se encargó de limpiar todo —dijo Zared.
—Ya veo —dijo Alaric.
—El doctor no tardará en llegar, se encargará de ver su salud y mi cuello —agregó Zared.
—¿Por qué miraría tu cuello? —preguntó Cassian.
En ese momento, unos suaves toques interrumpieron su conversación. Zared se levantó de su asiento y abrió la puerta.
El anciano, al ver a Zared y a los omegas, supo que nadie había seguido sus órdenes.
—Duque Kied, es un gusto ver que se encuentra en buen estado —dijo Nicolás.
—Gracias, Nicolás —dijo Zared.
—Príncipes —el médico se acercó a los omegas y los revisó.—No veo problemas, a pesar de haber tenido su celo, las cosas están bien —dijo Nicolás.
—Me alegra —dijeron los omegas.
—Nicolás, me gustaría que revisaras mi cuello —pidió Zared.
Nicolás se acercó a Zared y se sorprendió de ver dos marcas en el cuello de Zared.
—Veo que es muy fuerte, señor Kied, las marcas están bien y no hay ningún peligro —dijo Nicolás.
—Marca —repitió Cassian.
Zared sonrió y le mostró su cuello a ambos omegas.
Al ver la marca de sus dientes en el cuello de Zared, los omegas se alarmaron.
—¿Cuándo? —dijo Alaric.
—Fue en el momento que entraron aquí —dijo Zared.
Nicolás observó el comportamiento de la pareja y se levantó de su asiento.
—Puedo deducir, por las marcas en el cuerpo del duque, que los omegas no fueron los que recibieron —dijo Nicolás.
—Ja, ¿y eso qué tiene? —preguntó Zared.
—Joven duque, ¿desea que le dé algunas pastillas anticonceptivas? —preguntó Nicolás—. Sé que las posibilidades de que un alfa quede encinta no son muchas, pero nunca se sabe.
Zared lo pensó y miró a los omegas; estos tenían cierta mirada de preocupación, pero el alfa solo no le prestó atención.
—No hace falta —dijo Zared—. Si pasa, solo pasará.
—Estás seguro —preguntó Nicolás—. Tu cuerpo no tiene muchas de las capacidades para dar a luz; en el peor de los casos, el embrión no llegaría al mes de vida o tu vida correría peligro al momento de dar a luz.
—Toma las pastillas, Zared —dijo Cassian.
—He dicho que no —replicó Zared—, no hace falta, Nicolás. Además, ya lo escucharon: mi cuerpo no cuenta con esas capacidades. Esa es mi decisión. Nicolás, agradezco la visita, pero ya me marcho.
—¿Adónde irás? —preguntó Alaric.
—Necesito ver a tu padre —respondió Zared—. Además, tengo que pasar por un lugar.
—Gracias por venir, doctor —dijo Cassian.
—No hay problema —respondió Nicolás—. El joven Kied es así después de lo que le sucedió a su padre. Ahora, si me disculpan, debo seguir trabajando.
Los hermanos se miraron el uno al otro sin comprender a qué se refería el médico. Tal vez Zared era así después de que su padre falleció en la guerra.
Afueras de la casa Kied, Zared se preparaba para marcharse. Su abuela, Camelia, estaba parada allí preocupada por su nieto.
—Zared, no puedes irte así —dijo Camelia—. Al menos descansa solo por hoy.
—Estoy bien, abuela —respondió Zared—. El médico dijo que no había problemas. Si...
—Pero... —interrumpió Camelia.
Zared se despidió de su abuela y subió a su caballo.
—Volveré en la tarde —gritó antes de marcharse.
Según lo que le había contado su amigo Luis, las inscripciones para el torneo de batalla cerrarían hoy, pero antes de ir, debería darle una pequeña visita al rey y su amada suegra.
—Es momento de que empiece a mover las piezas del juego, ¿no crees, preciosa? —dijo Zared mientras acariciaba el cabello de su caballo.