Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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Cínica.
La pintura, tenía un significado, pero los resultados se verán cuando termine. Diana no se imagina que esa obra será el inicio de muchas.
Por su parte, Dante se quitó el traje y se puso solamente una pantaloneta. Luego descargó en el gimnasio todo lo que sentía.
Antes de comenzar su rutina, puso algo de música para no pensar. Siempre se encerraba solo, pero ese día, Diana se puso un buzo y bajó a hacer ejercicios a la misma hora que él.
—¿Puedo usar la caminadora? —preguntó.
Dante solo asintió, sin darle mucha importancia.
Después de quince minutos, la chica volvió a hablar:
—Me gustaría saber qué te dijo mi amigo. La razón por la que me animé fue porque Boris es la única persona con la que cuento en este mundo. Su amistad es incondicional.
Me gustaría saber qué quería, si necesita algo… o mejor aún, quizás sean noticias. Tal vez su gran amor ya arribó al país. Como sea, quiero saber cómo se encuentra.
Dante levantaba las pesas en silencio, pero prestaba atención a cada palabra.
De repente, dejó caer la pesa y contestó:
—¿Qué curioso? Él quería exactamente lo mismo. Me preguntó por ti.
Nuevamente, observó la reacción de Diana.
—Tan lindo mi Boris… me hace mucha falta.
—Si se querían tanto… ¿por qué no te casaste con él? —lanzó Dante con tosquedad. Todavía se sentía molesto.
—¡Estás loco! Nuestra amistad no da para tanto. En una semana acabaría nuestra relación. Él y yo somos el complemento perfecto, pero no para convivir. Es un desordenado, todo lo deja tirado y ni que decir de la cocina, es un total desastre.
Lo quiero y lo amo, como amigos, pero no sus costumbres.
Esta vez, la reacción de Diana lo hizo bajar la guardia.
—Puedes hablarle desde mi número. No sé… inventa que algo le pasó a tu teléfono, el cual no tienes porque no te da la gana.
—Sí, puedo. Dante, muchas gracias —dijo, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió de felicidad.
Eso dejó a Dante perplejo, sin saber que, para ella, fue una noticia agradable que la llenó de alegría.
«Tiene una bonita sonrisa», pensó, y al instante sacudió la cabeza.
—¿Qué cosas piensas? ¡Dante, concéntrate…!
Pero justo cuando debatía consigo mismo, la escuchó decir:
—¿Puedo abusar de este momento de generosidad? ¿Será que puedo llamar a mis padres también? Por favor… —revoloteó las pestañas, con el propósito de convencerlo.
—Está bien, solo porque dijiste "por favor" —respondió Dante con rapidez y salió del gimnasio. No pudo negarse. Después de todo, era bueno que la familia de Diana tuviera noticias de ella. También pensó que así se liberaría de Boris… al menos por un rato.
Lo cierto es que, una hora después, él acomodó el sofá, puso la almohada y extendió la sábana. Justo en ese momento, Diana exclamó exaltada:
—¡Boris! ¿Cómo estás? Te he extrañado tanto…
Dante pegó un brinco del susto. Sin embargo, agarró uno de los libros de su buró y comenzó a leer.
—No te preocupes por mí, yo he estado de maravilla —dijo ella.
¿Qué te puedo decir? Más feliz que nunca.
Ella mintió, y esbozó una mueca al joven frente a ella.
—Por supuesto que amo a mi esposo…
Esa respuesta hizo sonreír a Dante.
«¡Qué mentiras! Cínica…» pensó. Al parecer, la conversación era más interesante que el libro.
—Por cierto, cariño, cuéntame… ¿Jazmín ya volvió? No sabes cuánto deseo verla…
De inmediato, Dante volvió la mirada, sin saber que Diana no le quitaba los ojos de encima.
—Pero supongo que tú tienes muchas más ganas que yo. Ustedes dos son el uno para el otro…
Nuevamente, Dante clavó los ojos en su libro.
—Amigo, te estaré llamando más a menudo. Como te dije, mi teléfono está en reparación, y no he conseguido otro porque sabes todo lo que guardo en él. Así que no te preocupes…
En ese momento, ella se despidió y le entregó el teléfono a Dante.
—¡Gracias! Mis padres están muy bien… Fue con los primeros que se comunicó.
—Buenas noches —agradeció, se metió a la cama y apagó su lámpara, mientras que Dante guardó el libro e intentó dormir.
Al paso de las horas, despertó al escuchar un ruido. Era Diana sollozando.
—¿Está llorando? ¿La reina del hielo, orgullosa y arrogante… está llorando?
Dante no hizo ningún movimiento. Por un momento sintió ganas de acercarse, pero se abstuvo.
Él no sabe que todavía hay noches en las que ella sueña con el momento en que vio cómo sacaban a su hijo, envuelto en una sábana blanca. Hay muchas cosas que no sabe de ella…
Al día siguiente, despertó y, después de salir del baño, clavó la mirada en el paisaje que había pintado Diana.
—¡Tiene talento! Al menos en algo es buena —se dijo. Luego desvió la mirada hacia la cama y la contempló dormir.
—Ladra tanto despierta… y dormida parece un manso cordero. ¿Qué sería lo que le pasaba anoche? ¿Le dolía algo? Qué tonto fui… ¿Y si de verdad le dolía algo?
Tan desconsiderado soy… ¿En qué momento me volví tan despreocupado?
El joven se hizo miles de preguntas. No obstante, no tuvo el valor de despertarla para preguntarle.
Se quedó mirándola hasta que ella se movió. Luego salió con prisa…
La mañana transcurrió, y Diana siguió dándole vida al paisaje.