Angela, una psicóloga promesa del país, no sabe nada de su familia biológica y tampoco le interesa saber, terminará trabajando para un hombre que le llevara directo a su pasado enterandose la verdad de su origen...
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CAPITULO 3
—Señor Vivanco, ya tengo el diagnóstico del niño —dijo el doctor con tono profesional.
—Bien, lo escucho —respondí, aunque mi corazón ya latía más rápido.
—El niño está fuera de peligro. La caída no le causó heridas externas graves. Los raspones sanarán con el tiempo, y con esta crema evitará cicatrices… —hizo una pausa, bajando la mirada—. Pero hay algo más preocupante: Mateo está en estado de shock. Ha desarrollado un trauma severo que lo llevó al mutismo total.
—¿Mutismo total? Hable en español, doctor.
—Significa que ha dejado de hablar completamente a causa del trauma. Es un trastorno serio, señor Vivanco.
—¿Cuánto tiempo estará así?
—No puedo darle una fecha exacta. Podría hablar de nuevo en cualquier momento… o nunca. Todo dependerá del tratamiento psicológico y, sobre todo, del apoyo familiar.
—Mi sobrino tendrá todo el apoyo del mundo. Consiga al mejor psicólogo especializado en este tipo de casos. Quiero que vuelva a ser el niño feliz que siempre fue.
—Sí, señor. Me encargaré de inmediato… con permiso.
Me acerqué a la camilla y acaricié su cabecita.
—Mi pequeño monstruo… todo estará bien. Cuando te den el alta, dormiremos juntos como antes. Nadie te va a hacer daño, lo prometo.
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Horas después, ya todos estaban en la habitación: Miguel, mi padre —el presidente— y la bruja.
—¿Cómo está el niño, hijo? —preguntó mi padre.
—¿Presidente? ¿Están aquí? —respondí, sorprendido.
—Soy tu padre, no el presidente.
—Físicamente está bien, pero psicológicamente… muy mal. El médico dijo que dejó de hablar por completo… —me giré hacia Miguel—. ¿Y tú cómo estás?
—Con el alma destrozada —dijo con la voz quebrada—. Aún no puedo aceptar lo que pasó. Todo esto es una pesadilla de la que quiero despertar.
—¿Te encontraste con Germán? —pregunté.
—Sí. Tuvo el descaro de acercarse solo para seguir amenazándome… Ahora no sé qué hacer. Mi hermana ya no está y Matt… Matt está así…
—Tranquilo, Miguel. Siempre serás parte de esta familia. Zaid confiaba mucho en ti, y yo también. Ya di la orden para mantener a Germán lejos de nosotros.
—Gracias, Luc. Eres un verdadero amigo.
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Una semana después, la familia Vivanco volvió a su país natal para retomar sus funciones. Intentaron recuperar los restos de Zaid y su esposa, pero fue en vano. Solo encontraron el cuerpo sin vida del chofer, quien aparentemente logró salir antes de la explosión.
Su familia al menos tuvo un cuerpo a quien llorar y la empresa se encargó de brindarles una indemnización justa y una pensión para sus hijos hasta que terminen sus estudios.
Mateo, en cambio, no mostraba mejoría alguna. Rechazaba la presencia de psicólogos, se alejaba de todos en su jardín, y solo aceptaba estar con Miguel o conmigo.
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Hoy, estamos en el tribunal. Cada parte está con su abogado. Mateo, como siempre, está en mis brazos. No entiendo por qué solo se deja cargar por Miguel y por mí. Ya no asiste a la escuela. Estudia en casa con maestros particulares y sigue en terapia.
—Damos inicio a la audiencia. Pónganse de pie los abogados y sus representados —anunció el juez.
—Su señoría, aquí presento las pruebas por las que mi patrocinado, el señor Germán Rizzo, solicita la custodia del menor Mateo Vivanco Rizzo —dijo el abogado con seguridad—. Es hermano de la madre, tiene una familia estable, justo lo que el niño necesita.
No como el señor Luc Vivanco, que lleva una vida inestable, de libertinaje, sin estructura familiar. Retiró al niño de la escuela, lo ha aislado del mundo… Presento estas pruebas como respaldo.
Mi abogado se levantó con serenidad.
—Su señoría, niego todas las acusaciones. Aquí presento un documento firmado por el señor Zaid Vivanco y un juez, que establece claramente:
"En caso de que me ocurra algo, declaro como tutor legal a mi hermano Luc Vivanco, de mi hijo Mateo Vivanco Rizzo. Solo él podrá hacerse cargo de su herencia. Como segundo responsable, por parte de la madre, Nacía Rizzo, queda como supervisor Miguel Rizzo."
—Además —añadió—, el señor Germán firmó un documento donde renunció a todos los derechos de la familia Rizzo, a cambio de una empresa a su nombre. El niño no lo conoce, no crecieron juntos. A diferencia de Luc y Miguel, que sí han sido figuras presentes y protectoras en su vida.
—He tomado una decisión —dijo el juez—. Se le niega la custodia al señor Germán Rizzo. La custodia temporal queda en manos del señor Luc Vivanco. Tendrá un mes para demostrar que puede ofrecerle al menor un ambiente familiar estable. Finaliza la sesión.
Salimos del tribunal con una mezcla de alivio y alegría. Incluso el presidente y la bruja estaban con nosotros. Pero yo… solo podía pensar en una cosa:
<<¿Dónde voy a conseguir una esposa en un mes?>>
—¡Luc Vivanco! —gritó Germán furioso—. Te vas a arrepentir de haberme declarado la guerra. Ese niño vivirá conmigo, cueste lo que cueste.
—Si vuelve a amenazar a mi familia —intervino mi padre, con una voz que helaba la sangre—, juro que lo haré sufrir tanto que deseará morir. No olvide quién soy… y que cumplo lo que digo.
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Otra escena
—Daniela, quédate en casa hasta que te recuperes. Ya me voy a las prácticas.
—Está bien, me quedaré. Pero por favor no te olvides de comprar mis medicamentos cuando regreses. Si no me los tomo, voy a empeorar… y ya sabes lo que pasa si termino en el hospital.
—Tranquila. Me encargo de eso. Y no, no vas a ir al hospital. No mientras yo esté contigo.
—Todavía no entiendo por qué odias tanto los hospitales. Algún día me contarás, ¿verdad?
—Ya te dije, es por el olor. Solo eso.
—No te creo. Sé que hay algo más, Angela.
—Pues bien, créelo o no, me da igual.
Daniela se cruzó de brazos y luego se dirigió a la mesa.
—Estás muy sensible hoy… Antes de que salgas, déjame ver tu suerte en las cartas.
—¿Otra vez con eso? Ya sabes que no creo.
—Solo elige una carta. Vamos, por diversión.
—Está bien… la del medio.
Daniela frunció el ceño apenas vio la carta.
—No puede ser…
—¿Qué pasa ahora? ¿Por qué esa cara?
—Dice que hoy conocerás al amor de tu vida. Alguien como… un príncipe millonario.
—¿Un príncipe? ¿Millonario? ¿Me estás escuchando? Mi vida no es una telenovela. Además, dime tú, ¿dónde voy a encontrar a un chico joven, apuesto y rico? ¿En la fila del supermercado?
Daniela soltó una risa.
—Yo qué sé. Las cartas solo dicen que lo conocerás… y que no viene solo.
—Perfecto. ¿Qué más? ¿Tiene esposa, un hijo, o los dos?
—No lo sé. Solo que viene acompañado.
Angela tomó su bolso y se dirigió a la puerta.
—Bueno, ya entendí. Ahora sí, me voy.
—Solo presta atención a quien conozcas hoy. Nunca se sabe.